CAMAGÜEY.- En una etapa de violentas y agudas contradicciones, que amenazan con dar al traste con la precaria estabilidad de una farsa republicana de oropel y relumbrón, corresponde a Rubén Martínez Villena el mérito de encarnar la continuidad histórica de las luchas emancipadoras de 1868 y del ’95, y definir, junto a Julio Antonio Mella, los nuevos derroteros del movimiento revolucionario cubano que luego concretan con su acción y su obra los de la Generación del Centenario encabezados por Fidel Castro.

Símbolo por antonomasia del intelectual revolucionario, Rubén puso su afán y su poder creador al servicio de la causa de los oprimidos y explotados. En los vaivenes y azarosos tumbos de la lucha “desafió mil veces la muerte y quemó alegremente su vida” apuntó Raúl Roa, porque Villena era de esa estirpe de hombres que, amando más, arriesgan más.

Nacido en los albores del siglo pasado, el 20 de diciembre de 1899, mientras crece, los generales y doctores venidos del ’95 se disputan a dentellada limpia la mayordomía de una república de opereta.

En una oportunidad, cuando Rubén tenía apenas tres años, el Generalísimo Máximo Gómez, sosteniéndolo en sus rodillas le dijo: “Tu vida tendrá luz plena de mediodía”.

Por eso estrenó y entrenó sus primeras armas en la Falange de Acción Cubana y el Movimiento de veteranos y Patriotas; promotor y actor de la famosa Protesta de los Trece, acción política que conmocionó la opinión y la conciencia públicas.

Con la estatura del auténtico conductor y líder, con la profundidad de su pensamiento, no tardó en penetrar en las entrañas de los males de Cuba, ceñidos a los amos del norte.

Su espíritu inquieto lo llevó a denunciar de manera lúcida la condición de factoría impuesta en vasallaje por los Estados Unidos a nuestro país; comprendió, con intuición clarividente, que la dramática realidad de nuestra Patria era el resultado de la pugna en que se debatían las fuerzas económicas, políticas y sociales que determinaban el curso del mundo.

Rubén, conocedor y seguidor de las ideas de José Martí, siente la necesidad de explorar las obras de Marx y de Lenin en las que encuentra la buscada y ansiada respuesta y abraza para siempre la causa del marxismo-leninismo.

Fiel a esta concepción de la vida encausa su lucha, a la muerte de Julio Antonio Mella toma de sus manos las banderas y se entrega en holocausto generoso a la prédica y el combate; infatigablemente recorre fábricas y talleres, reorganiza e insufla vida nueva al movimiento sindical y milita activamente en el Partido Comunista de Cuba del que es miembro de su Comité Central.

Aunque su salud se apagaba no disminuyó el fragor de la batalla, sujeto al lecho de enfermo guía la huelga general de agosto de 1933 que dio término al sangriento gobierno de Gerardo Machado.

La tuberculosis lo aniquila, pero de sus últimas agonías de enfermo sacó fuerzas para escribir esclarecedores ensayos en los que delineó su interpretación marxista del proceso cubano y de la política expansionista del imperialismo yanqui. Moribundo estructura y sienta las bases del IV Congreso Obrero de la Unidad Sindical, cuya culminación victoriosa no llegó a disfrutar.

La noche del 16 de enero de 1934, muere suave y súbitamente, como llama que se extingue al viento.

Rubén Martínez Villena, por cubano universal, es los hombres que queda eternamente en el corazón del pueblo, echó una simiente que constantemente renueva, florece y fructifica.

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