CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES, CAMAGÜEY.- El más occidental de los territorios camagüeyanos acapara titulares en las últimas jornadas. Con ellos, las preocupaciones de quienes detrás de cada número descubren el palpitar de una vida y el esfuerzo colosal de un sistema sanitario —desde nuestros más aplaudidos científicos hasta el último voluntario— que a costa de todo insiste en salvar.

Carlos Manuel de Céspedes con dos eventos de transmisión abiertos y 30 focos activos tiene en los últimos 15 días una de las tasas de incidencia de COVID-19 más altas del país con 2 465,2 por cada 100 000 habitantes, por encima de la media de la provincia, cifras que alarman en un municipio de 23 175 habitantes, pero este es solo el cuadro epidemiológico.

EL ORDEN EMPIEZA EN CASA

“Hace 15 días teníamos nada más 21 camas en un centro de aislamiento. Con eso parecí suficiente, asegura Pavel Blanco Martín, secretario del Partido en el municipio. Hoy contamos con 171 capacidades entre cuatro sitios para sospechosos de bajo riesgo y nos trazamos el objetivo de que ningún ingreso demore más de 24 horas.

“Con esa cantidad de camas nos alcanza para enfrentar la situación. El protocolo es claro: se hace el test de antígeno y si da positivo en el mismo lugar se toma la muestra para PCR e inmediatamente se ingresa; cuando llega el resultado si se confirma la enfermedad va para la cabecera provincial, y en caso de ser negativo regresa para la casa”.

"Todos los organismos e instituciones nos apoyan con el mantenimiento de los centros de aislamiento. Los campesinos no han dejado de donar viandas, arroz, hortalizas... Y cuando hizo falta preparar dos salas para niños de aquí mismo salió la madera, algarrobo mexicano, y con la motosierra de un vecino, Luis Raúl Pérez Cedré, en talleres particulares hicimos en dos días 20 camitas”, comentó el intendente, Noel Pérez Díaz..

Medidas rigurosas acompañan esta estrategia. A las doce del mediodía de este jueves muy pocos andaban por las calles de Carlos Manuel de Céspedes y una hora después solo veías algún que otro rostro asomado al portal o la ventana del hogar.

“Incrementamos el trabajo a distancia y el teletrabajo. Que por motivos laborales salgan los imprescindibles y sobre todo relacionados con la producción de alimentos”, señaló Blanco Martín.

“Además, cerramos el municipio por consejo popular. Lo hicimos dejando en cada uno a los directivos de organismos y cuadros políticos que viven en la zona. De esta forma realizan sus tareas y responden por el control de la disciplina en su área de residencia.

 “Un problema que nos golpeaba era llegar al 100 % de la pesquisa de la población. Para que eso no suceda más creamos tríos integrados por representantes de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), de la Federación de Mujeres Cubanas y un trabajador del Inder o de Cultura que por CDR realizará también esta labor, así no quedará desatendido ninguno de los 345 con que contamos”.

El doctor Enrique Fernández Anaya, director municipal de Salud, fue muy claro: “casi un año de pandemia lo pasamos con bajas cifras de infectados por SARS-CoV-2. En enero tuvimos un brote y ahora esto ha sido una explosión de casos.

Tuvimos brechas en el protocolo, pero se está trabajando fuerte para superar los problemas de conjunto, todas las instituciones y la dirección del territorio, y cortar la transmisión.

“Ahora mismo también debemos analizar la respuesta de la población. Tenemos casos que son niños, incluso menores de un año, embarazadas, adultos mayores de 60 años, encamados... porque el mayor por ciento de enfermos está entre las personas en edad laboral. Estábamos llevando el virus para los hogares. El mejor resultado se logra con el aislamiento social, a lo que van encaminadas las medidas que administrativamente se toman. Hay que entender la urgencia de mantener el distanciamiento en las casas, el nasobuco, la limpieza de superficies. Si usted baja la guardia cuando llega de la calle, perdemos la batalla. En los barrios es donde hoy se define todo”.

PUERTAS ADENTRO

Desde el miércoles, Piedrecitas cambió. Sigue teniendo la misma población de 3 954 habitantes, pero es un pueblo diferente. Sobre las 2:00 p.m. todo el mundo anda puertas adentro y pocos ruidos se perciben desde las calles desoladas. Pero con el cambio viene la alerta, esa que se dispara en un vecino que ve rostros nuevos por la zona y se asoma con el credo en la boca: “no me diga que dieron positivo otra vez”. Y así, sin más, el fotógrafo entiende y calma, portón de por medio, solo rompemos la tranquilidad en busca de entrevistas... y el vecino levanta una mano, como disculpas y alivio.

“Ese es el miedo”, dijo una voz, y dirían que resulta verdad pues con 113 casos activos en la zona apareció el orden a la indisciplina. Todo el consejo popular se dirige desde la escuela de la comunidad por un grupo de actores que viven en el lugar. Los directores de Etecsa, Finanzas, las médicas y enfermeras de la familia, los estudiantes de Medicina y Estomatología, los pesquisadores voluntarios del Inder y de Cultura junto a los cuadros del Partido y el Gobierno debaten por lo claro lo que toca hacer para acabar con esta mala racha.

Allí se discutió sobre la calidad de la pesquisa, que no debe ser formal ni conformarse con una pregunta al aire desde la acera; de la existencia de los medios de protección en los puestos médicos, de la fumigación de los hogares, de la venta de hipoclorito, del procesamiento de la información, de la recogida organizada de los casos sospechosos... incluso se habló de la responsabilidad de atender a cada persona y a sus síntomas porque el encierro y el acecho de un virus que puede ser mortal no son una buena combinación.

Los productos del módulo por vivienda, así como los que lleguen por Acopio y el Lácteo se recepcionan por los presidentes de los CDR, encargados de llevarlos casa por casa para evitar el traslado innecesario. “Nos pasamos todo el día atentos a la circulación, que sea para lo imprescindible, por eso buscamos acercar a las viviendas la mayor cantidad de los insumos necesarios”, aseguró Jorge Castro Nieves, director de Etecsa.

Ivis Vázquez Huerto es estudiante de quinto año de Medicina. Ella lleva todo este tiempo vinculada a las pesquisas en su vecindario, “aquí todo el mundo me conoce y es muy fácil hacer el trabajo, además así ayudamos a controlar la situación de la población dispensarizada. Y como ya han visto más de cerca la enfermedad, a lo más mínimo que se sienten enseguida lo dicen”.

Sin embargo, el 14 de junio último todo dio un vuelco en su vida. “Ya me lo esperaba. Mis tíos habían dado positivo y yo tuve contacto con ellos. De aquí de la casa solo mi hermano salió negativo; mis padres y yo nos fuimos ingresados para el Centro Mixto Máximo Gómez Báez, la Vocacional. Allí laboraban mis compañeros de año, incluso en esos días me llamaron a mí para ir de voluntaria a Zona Roja y no pude porque estaba enferma, ya había entrado, pero como paciente.

“Esta es una experiencia muy fuerte. Nosotros no tuvimos grandes dificultades clínicas más allá de los efectos del Interferón”.

“Oiga, ese medicamento es buenísimo, llama la atención Magalis Huerto Perera, la mamá de Ivis, pero da unas reacciones muy fuertes. La fiebre, los calambres, además, el malestar del cuerpo que tienes que hasta las ganas de comer se te quitan, vaya, a mí me dolieron hasta los dientes”.

“Fueron días de gran preocupación, continúa Ivis, porque muchos familiares enfermaron, todavía hay algunos ingresados. Incluso en Ciego de Ávila. De la atención no podemos quejarnos, todo el tiempo estuvieron a nuestro lado. Pero no deja de ser difícil verse en esa situación”.

El precio de violar los protocolos, digo, y ella no responde, sube la mirada y aprieta una mano contra la otra. No hacen falta palabras.

“El martes termino el aislamiento de los 14 días después del alta, el jueves me ve el clínico y después me incorporo a las pesquisas de nuevo, y estoy lista para cuando me llamen para ir a Zona Roja”.

Ivis recibió la tercera dosis de Abdala seis días antes de enfermar. “No tuvo tiempo de actuar”. No habían pasado los 14 días reglamentarios. Además, el medicamento, en el que hemos puesto nuestras mayores esperanzas y confianza, no es un borrón y cuenta nueva. Completar el esquema constituye el primer paso, “las medidas de bioseguridad tienen que seguir cumpliéndose con rigor”.

En Carlos Manuel de Céspedes la moneda tiene tres caras. Por una, la confianza de todos, de los organismos y de los ciudadanos, cuando cada uno actuó contando con la responsabilidad individual en un escenario que dejaba de ser el ideal jornada tras jornada hasta llegar a la compleja realidad que hoy asusta a algunos.

Por otra, andan repartiéndose las culpas, aquellas que se asientan en el rol que cada quien tiene que cumplir en medio de una pandemia que nos cambió a todos las dinámicas pero para la cual oportuna mente se fueron generando protocolos de actuación.

Yo me quedo con la tercera: casi a nuestro regreso, en la entrada del policlínico se detuvo una guagua a dejar a tres jóvenes; por la ventana del conductor una señora sacó la mano en ademanes de despedida y les dijo “cuídense mucho”.

Ahora toca halar en una sola dirección, para cuidarse, de uno en uno, como en Piedrecitas, como en la cara que en Céspedes saben que tienen que sacar para pararle la racha a la COVID-19.