CAMAGÜEY.- Es lo que todos temen mientras les realizan el exudado para el PCR en tiempo real y luego en el período de 24 a 48 horas que transcurre hasta la certeza. Ese tiempo resulta suficiente para que colapsen los nervios de cualquier mortal, tiempo en el que la efectividad del diagnóstico depende de una cadena de responsabilidades y manos humanas.
Una vez que el cultivo nasofaríngeo sale de hospitales, centros de aislamiento o pesquisas aleatorias, un grupo de profesionales tiene el reto de preparar y proteger las muestras para que lleguen rápido y “limpias” al Laboratorio de Biología Molecular de Villa Clara.
La cadena comienza con la labor del personal sanitario, principalmente de epidemiólogos, que realizan el análisis y lo envían en vehículos de las instituciones de salud o autos de la agencia Taxi Cuba, contratados para la emergencia. Alrededor de 60 choferes han laborado en este servicio especial que tiene su primera parada en el laboratorio del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología.
En la institución de la calle Cisneros el equipo que dirige la Dra. Yanet Basulto se encarga de preparar la muestra durante el turno diurno. Entre los grupos de tres especialistas que componen cada rotación llama la atención la joven Helen Basulto, de tercer año de la carrera de Microbiología.
“Como parte de mis estudios comencé a realizar las pruebas a los pacientes del hospital Amalia Simoni desde que llegó la pandemia a la provincia y el 1ro. de mayo me reubicaron aquí. Estoy creciendo laboralmente porque comparto con profesionales de mucho oficio”, comentó.
Aunque muchos piensen en riesgos, ella asegura que “cuando se sigue el protocolo de seguridad al pie de la letra el peligro desaparece y aquí lo hemos demostrado, porque ninguno se ha contagiado. Después que me pongo los dos trajes, los guantes y las gafas, dirijo toda mi atención al trabajo estadístico para evitar errores y confeccionar una base de datos integral y precisa”.
El siguiente paso corresponde en la madrugada, cuando el otro turno revisa todo el proceso y dispone el paquete para el traslado. A las 3:30 a.m. del último jueves encontramos en esos menesteres a la Dra. Marila Rivero, especialista de Primer Grado en Microbiología, a quien apenas se le distinguían los ojos.
“Las medidas de bioseguridad habituales se reforzaron con uso de caretas y otros medios para la preparación y el embalaje. Estas muestras necesitan triple empaque y el recipiente va rodeado de un material absorbente para evitar derrames”, explicó justo antes de sellar el termo. Ahora no superan las 50 muestras, pero ella recuerda que “hay que evaluar la indicación médica y clasificar cada caso para diferenciar contactos y sospechosos y en ocasiones sumaban casi 200 expedientes diarios.
“Tal proceso debe realizarse con mucha precisión y es difícil mantenerse concentrada cuando sabes que en esos tubos va la suerte de un anciano con problemas de salud o de un niño. No obstante, aquí trabajamos con todo el rigor que llevan los procedimientos y no hemos tenido problemas de contaminación o confusiones”.
Minutos después, la experta pasó el batón a Rigoberto Pérez, el encargado de transportar la frágil mercancía unos 300 kilómetros hasta Santa Clara. “Hace más de dos meses hice mi primer servicio, destinado entonces al Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí de La Habana. Era un viaje largo y agotador, porque uno todavía tenía dudas sobre el riesgo que estaba corriendo. Sin embargo, no conozco un compañero mío que haya tomado mal esta tarea, estamos orgullosos de colaborar”, aseguró el experimentado conductor.
Para él, “esto de manejar solo, con nasobuco y guantes no tiene mucha gracia”. Pero como le sucede a todo el que se ha sacrificado para detener la pandemia, la vivencia le queda como una muestra positiva de lo que puede lograr un pueblo con unidad y empeño.