CAMAGÜEY.- Ellas son las primeras Portuondo de su estirpe que llevan las puntadas en las habilidosas manos y en el corazón. De madre a hija fue la valiosa herencia de un oficio antiquísimo que no pasa de moda, la costura.

“PARA SER ÚTILES A OTROS”

Yudenia González Portuondo se graduó de Psicología y trabajó en el Comité Provincial del Partido en el equipo de estudios sociopolíticos y de opinión y luego en la Comercializadora de Combustible Cupet como especialista de selección del personal, pero…

“Desde que yo estaba en la primaria y quería hacer la ropita de mis muñecas, ya mami, en lugar de dejarme hacerlo como quiera, me empezó a enseñar cómo se debía cortar cada pieza y me ofreció mucha seguridad”.

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Así recuerda la joven de 34 años sus primeros pasos en la costura, un oficio que aprendió de Cecilia, la mujer que le dio la vida. “Si preguntaba algo no le molestaba responderme, me dedicaba todo su tiempo. He escuchado a otras hijas de costureras que no las dejaban coser porque partían la aguja, pero en mi caso no fue así, siempre me dejó intentarlo.

“Pasé mucho tiempo sentada a su lado, aclarando dudas, mirando cómo lo hacía. Me motivaba mucho. Recuerdo que llegó el momento en que empecé a hacerme mis cositas y ella me estimulaba, me daba la posibilidad de hacer. Empecé por costuritas rectas y poco a poco lo fui perfeccionando y la ayudaba con los encargos.

“Cuando estudiaba en la secundaria mi mamá tuvo que pasar en un curso en La Habana un tiempo prolongado y recuerdo que mi primera mochila me la compré con el dinero de los arreglos que hice. Mi familia siempre fue muy humilde y vivíamos en el campo. Nos mudamos para Camagüey a comenzar de cero, a construir… Mis padres eran trabajadores que vivían de su salario y yo no tenía posibilidades de comprarme ropa. Cuando llegué a la Universidad me las hacía y al empezar a trabajar, como las personas que me conocían (vecinos, amistades) tenían la referencia de que yo me cosía, me hacían encargos.

“Cuando tuve a mi segunda hija, me di cuenta que no podía seguir trabajando porque el centro me quedaba muy distante y no tenía a nadie cerca en quien apoyarme para el cuidado de los niños. La costura, que fue un oficio que tuve como algo complementario, vino a salvarme en esa situación.

“Era algo que podía hacer en la casa al mismo tiempo que los quehaceres domésticos y la atención a los pequeños, además de valerme económicamente por mí misma. Entonces saqué una licencia y me dediqué por completo a coser”.

-¿Qué la enamoró del oficio?

- El hecho de hacer algo con mis propias manos y ver que me ayudaba era lo que más me gustaba. El poder decir “¡mira, esto lo hice yo!”, y además, cuando confeccionaba algo para otra persona sentía que había resuelto un problema que alguien tenía.

“Los clientes creativos, que les gustan las cosas diferentes, implican un reto. Si bien mi mamá me ha transmitido algunas cuestiones técnicas el resto ha sido empírico. Entonces cuando te piden algo que nunca has hecho o que requiere un poco más de esfuerzo es bueno porque también uno le pone un poquito de arte, de creación para ver cómo puedes hacerlo más bonito, diferente; y eso me gusta mucho. Me agrada que las personas queden conformes con lo que les hice, y que me digan si les acomoda o no.

“Hay una frase por un almanaque en la casa que dice que estamos para ser útiles a otros, o sea, cada persona en la sociedad debe hacer algo para ser útil a los otros”.

-Si aprendió de forma empírica, ¿cómo se has superado?

-Aunque no he pasado oficialmente ningún curso, leo cuando puedo. Mi mamá también me orientaba en ese sentido y compartía conmigo los libros y los manuales que le daban en los cursos. En la Feria del Libro venden textos que guardan relación y ahora con las redes sociales existe la posibilidad de vincularse a grupos de manualidades, de costuras y eso también te permite ver cómo se hacen algunas cosas y tomo ideas.

“Ese interés de superarme siempre lo he tenido, pero como desde hace poco que me dedico solo a esto… los niños son mi centro de atención, ellos se roban el show. Pero sí siempre lo he tenido como una posibilidad real porque hay algo más que aprender”.

-¿Cómo llega a la Psicología?

- Si por una parte tuve la influencia de mi mamá por la costura también tuve la de mi papá por la Psicología. Él era oficial operativo y en la superación de ellos le daban esa asignatura y repasábamos juntos. Eso me fue motivando por la carrera y la pude coger cuando terminé el preuniversitario en la Vocacional.

“Pero además de eso, independientemente de que podía coser y de que me gustaba, como ya sabía que lo podía hacer tenía necesidad de otras cosas, porque además siempre he pensado que la superación es necesaria más allá de que tú resuelvas en el momento tu problema económico. Ahora mismo yo soy costurera, pero si eso no me resuelve, tengo otros caminos. Estudiar una carrera universitaria te da la oportunidad de aprender y de ampliar tus horizontes.

“El oficio lo mantendré durante toda mi vida porque ya es algo que sé, que domino y del cual tengo mucho que aprender aun, pero el día de mañana tengo múltiples oportunidades si ya no quiero seguir cosiendo y las condiciones cambian, (ya los niños estarán más grandes) dispondré de más tiempo para dedicarle a la profesión.

“Apuesto -incluso es lo que mi esposo y yo pensamos acerca de la educación de nuestros hijos- porque independientemente de que puedan aprender oficios diversos está la posibilidad de estudiar una carrera universitaria, siempre que sus competencias se lo permitan.

“Hoy en día muchos jóvenes buscan más el dinero fácil, el dinero rápido. Siento más orgullo, aunque ganando un poco menos, pero es algo que yo hice con mi esfuerzo, sin robar, sin desviar un recurso, sin hacerle daño a otro o ser oportunista ante sus necesidades”.

-¿Se relacionan de alguna manera la Psicología y la costura?

-En mi caso la Psicología me facilita la comunicación con los clientes para comprender mejor sus gustos y necesidades y llegar a acuerdos que redunden en mayor satisfacción con el servicio. Además, las nociones de marketing recibidas durante la carrera y cursos de posgrado me resultan útiles para el negocio, aunque no lo he explotado lo suficiente. Ojalá encontrara la forma de vincular mi profesión y mi oficio pues ambos me motivan mucho, es mi deseo.

-¿Se inclina alguno de sus hijos por la costura?

-Son muy chiquitos todavía, pero el varoncito, que es un poquito más grande, ya tiene 4, es muy curioso y muy observador. Pienso que el aprender es útil para cualquiera y lo que pueda se los voy a enseñar. Me pregunta y yo explico hasta donde su nivel de comprensión permite. Pero de seguro voy a esforzarme por tratar de motivarlos para que aprendan, porque el conocimiento nunca está de más, y si es lo que yo les puedo trasmitir…

-¿Fue de las se apresuraron en hacer nasobucos?

-Sí, algunos los he hecho para vender porque ese es mi sustento, sobre todo ahora que las cosas se han estabilizado; pero cuando la situación estaba más crítica sí regalé a los vecinos más cercanos, a nuestras amistades, a personas de la familia… porque era el momento concreto en el que hacía falta lo antes posible que todo el mundo tuviera al menos algo que ponerse.

“Y mi mamá mucho más, porque ella como no tiene niños puede dedicarle un poco más de tiempo que yo. Ella sí se ha ocupado de que cada persona de la familia tenga hasta más de un nasobuco hecho por ella, de que todo el que tiene alguna interacción con ella tenga al menos uno: vecinos, amigos, familia”.

-¿Tiene ritos para coser?

-Me encanta coser con la radio puesta porque te permite atender a lo que estás haciendo pero a la vez puedo estar informada y actualizada. Me encanta Radio Cadena Agramonte, que es lo que escucho, creo que tiene profesionales muy preparados.

-¿Cree que en una época que apuesta por el consumismo y los jóvenes quieren vestir de marca y a la moda, el suyo es un oficio que pueda desaparecer?

-No, creo que nunca va a desaparecer, creo que se va a perfeccionar. Se han perfeccionado las máquinas y cosas que antes se hacían un poco más manuales ahora las máquinas te dan la opción con más operaciones. Pero el oficio nunca va a desaparecer, porque incluso, las personalidades se cosen a la medida y según la ocasión.

“Como mismo existe a ese nivel con los que tienen más posibilidades y están los grandes diseñadores con sus talleres, van a existir personas que no pueden llegar allí pero tampoco pueden comprarse determinadas ropas y tienen que hacérselas. Pero igual la gente se compra una ropa y no le entalla y tienen la necesidad de arreglársela. Así que al menos por un buen tiempo vamos a tenerlo presente, a no ser que el mundo cambie mucho”.

-¿En qué edades oscilan los clientes más frecuentes?

-Los más jóvenes buscan más (independientemente que hay de todo) la ropa importada, hecha con la marca, porque eso forma parte de la necesidad de aceptación que tienen en un grupo. Pero ya en la medida que las personas van creciendo y tienen una familia, surgen otras necesidades, valoran otras cosas y tienen más seguridad en sí mismas, y si bien yo quiero vestir bien ya me doy cuenta que no es tan importante la marca.

“Las madres que tienen niños se acercan para hacerles piezas lo mismo para el círculo infantil que para andar, un poquito mayores, mujeres trabajadoras también. Además, fíjate si no va a desaparecer que una de las labores que más demandan las personas es arreglar pitusas, porque o les quedan largos, no les entallan arriba o enseguida se estiran. Así que la edad promedio es del adulto medio, de veintitantos años en adelante hasta cincuenta.

-¿Hace también artículos para la casa?

-Me gusta lo bonito pero que sea útil y necesario y me encanta hacerlo para otros. El mismo pañito viejito con un detalle es algo que reutilizas y se ve diferente. Si voy a hacer una alfombra no me gusta poner cualquier tejido ni ponerlo de cualquier color. Me gusta darle cierta lógica en colores, en formas para que tenga una estética. Más allá de hacer algo para ganarme el dinero me gusta que me guste lo que estoy haciendo. Y que no sean iguales.

-¿Ha encontrado obstáculos en este oficio?

-Las costureras por cuenta propia tenemos muchas dificultades para la adquisición de materias primas porque no existen, son escasas en las tiendas o se comercializan a precios minoristas, que encarecen demasiado el producto final. Sorteamos los obstáculos, sí, nos ponemos creativas y hasta reciclamos pero pudiéramos hacerlo mejor si tuviéramos más facilidades en ese sentido.

“A este nivel que yo coso hay que reciclar mucho. No es como los artesanos del Fondo Cubano de Bienes Culturales que invierten pero cuando venden recuperan su inversión. A este nivel no da mucho, entonces todo lo que puedas reciclar ayuda y eso me atrae, el hecho de en lugar de votar algo reutilizarlo. Entonces de un bolso que ya vas a botar te puede servir el zipper, el broche que puede usar en otras cosas. Y eso es bonito, pero se pasa trabajo”.

-Retos que le quedan…

-Poderlo hacer mejor y ser capaz de ponerle un sello a lo que uno hace; o sea, que tú hagas algo y los demás puedan percibir una diferencia y calidad.

“EL OFICIO QUE MÁS ME GUSTA”

Cuenta Cecilia Portuondo Fouz que cose desde que puede darle al pedal de la máquina. “Tenía una vecina que bordaba y mirándola aprendí. La observaba y luego en mi casa trataba de imitarla y ya con 16 o 17 años hacía ropitas para mí”.

Sin embargo, todavía a esa edad no pensaba que a la costura dedicaría la mayor parte de su vida. Estudió y trabajó como técnica pecuaria, labor que tuvo que abandonar por problemas de enfermedad. Luego en una tienda se especializó en comercio y gastronomía, interrumpidos por el embarazo y ya con la niña, a través de la Federación de Mujeres Cubana allá en el poblado Álvarez Mola, en el municipio de Sibanicú, se aventuró en un curso de nueve meses de costurera muestra a la medida, y hasta el sol de hoy.

“Cuando me gradué asumí el oficio y lo seguí cuando vinimos para Camagüey. Pasé un curso de un año en La Habana para hacerme modelista y desde entonces ejerzo como tal, actualmente en Confecciones Caonex”.

-¿Qué hace la modelista?

-Las piezas se llevan a un molde base y cuando se aprueba el diseño, yo procedo a hacer los moldes a escala para todas las tallas.

-¿Cuál es el significado de la costura en su vida?

-Mucho, porque me ha ayudado a resolver los problemas económicos, nunca tuve que pagar a nadie un arreglo para mí o para mis hijos y he podido ayudar a otras personas. Es el oficio que más me gusta, me hace ser creativa y cuando siento algún estrés voy para la máquina.

-¿Qué es lo que más le satisface?

-La terminación de la prenda, ver la utilidad que se la da, la satisfacción de que la persona la pueda usar es muy grande. Además, he podido ayudar a los más allegados, a mis hijos les he transmitido lo que sé, a algunas niñas de mi zona que se interesan las enseño y trato en el trabajo de que las muchachas nuevas aprendan todo lo que puedan para cuando esté viejita ver como otros pueden hacerlo, eso me hace feliz.

-¿Se inclinan los jóvenes por ese oficio?

-Hay estudiantes que han pasado por allí y se mantienen por años en el taller de producción y otras en el de prototipo. Hay una, incluso, que fue escogida para pasar un curso en Rusia, paralizado con todo esto de la COVID-19. De las jóvenes muchas están preparadas. Me hace feliz y me tranquiliza que haya personas capacitadas para seguir nuestros pasos.

-¿Qué le parece lo que hace su hija?

-Me enorgullece. Cuando pasé el curso en La Habana ella se motivó y le fui enseñando lo que había aprendido. Un día me cogió un error y le dije “bueno, demuéstramelo”, y lo hizo.