FLORIDA, CAMAGÜEY.- Encontramos a Gelania Cabrera Morales en La Colmenita, una finca asociada a la cooperativa de créditos y servicios Romárico Cordero, en Florida. Vertía miel en un tanque que no comprometió en ningún papel, pero ella no dejó de producir porque quiere que su municipio también cumpla el plan; además, cada día del último trimestre del año cuenta como pico de cosecha en Cuba.
“Me gusta la miel y me gusta el trabajo. Si analizamos la miel y el trabajo, la miel es dulce, pero más bello es el trabajo. Yo me dedico a la apicultura desde el 2000. Surgió aquí por casualidad. La abeja no es ese monstruo que pintan. Hay que saberla tratar. Ver lo que hace con maestría emociona e incita a trabajar con ella”, cuenta la espirituana de origen y camagüeyana de corazón.
Si lo del peligro viene por las consecuencias de las picaduras, claro, una reacción alérgica grave puede ser mortal, pero nunca debe olvidarse que la abeja pica para defenderse. Gelania tiene siempre a mano un antihistamínico, aunque para su familia, por suerte, el pinchazo solo provoca un brinco y ya.
“Cada 14 días revisamos las colmenas. Con buen manejo las logramos fuertes y productivas. Lo sabemos porque estudiamos. Nos imparten seminarios y la Asociación Cubana de Producción Animal nos da manuales. Tenemos tan buena producción debido a eso y al cambio de reina. En óptimas condiciones la reina pone de 1 500 a 3 000 huevos diarios, significa más obreras para buscar néctar”, así, paso por paso detalla el centro de su vida en los últimos veinte años.
“Cuando llega la floración las obreras salen al pecoreo, regresan con el néctar a la colmena y lo transforman. Luego sacamos la miel madura con la centrífuga y devolvemos el panal para que la abeja solo tenga que ocuparse de buscar el néctar”, y esa ayuda la retribuye con creces el colmenar. Solo saquemos la siguiente cuenta: un kilogramo de miel se consigue con 2 500 abejas y casi un millón y medio de flores.
Las abejas son vulnerables. Pueden ser devoradas por lagartijas, sapos y pitirres. Hay que mantener la vigilancia para evitar el escarabajo y la varroa— especie de ácaro— que producen enfermedades que constituyen el principal problema de la apicultura; aunque hace poco se comprobó que la mayor culpa de la desaparición de las abejas la tienen los insecticidas.
“Luchamos contra el cambio climático. Sembramos plantas melíferas para el sostén. Tenemos moringa, piñón florido, almácigo y guásima. En cualquier lugar soltamos un puñado de semillas de campanilla, la flor predilecta de las abejas. Además, nos vamos para Santa María y Cayo Romano”. Ese “nos vamos” equivale a salir de madrugada en un camión con las colmenas en el tiempo de la floración del mangle. Su viaje contribuye a la polinización de los cultivos.
Foto: Alberto Santos (Colaborador)
Detengámonos un momento. De la polinización sale el 70 % de las frutas, los vegetales, las semillas y las nueces que el mundo come cada día. Por tanto, según la alerta adjudicada a Albert Einstein: de extinguirse las abejas, la humanidad desaparecería en cuatro años.
“La abeja y la mujer necesitan dulzura. Aquí trabajamos en colectivo mi hijo, mi esposo y yo, pero me queda el orgullo de ser la representante de la finca. Me siento la reina de mis colmenas”. En efecto, Gelania es soberana de las irreemplazables. Tiene las medallas Antero Regalado, Romárico Cordero y Primer Congreso Campesino, y el trofeo o Premio Juan Mayans del 2013 a la mejor productora de miel del país, entre otros reconocimientos.
“No tenemos limitantes para la producción de la miel. El Estado nos facilita todo. Necesitamos equipos inoxidables para evitar la contaminación. Contamos con el refractómetro para ver la humedad de la miel y los bidones donde se llevan mi miel, que es de exportación”, y su frase tiene el tesoro de la humildad. Ella logra todo en la falda de una loma que tiene como cima el muro de la presa Muñoz.
“Deseo mucha felicidad y prosperidad para los cubanos. Aprovecho para decirle a Trump que no nos entendemos, que respete nuestros derechos, nuestra bandera, nuestro cielo, porque aquí no se rinde nadie”. Sin dudas, la denuncia tiene datos rotundos. Ni siquiera la fortuna de Donald Trump, los millones de Bill Gates y los de un tercer ricachón superan las ganancias de 200 billones de dólares para la agricultura global generada por las abejas y los expertos apicultores.
“Si no vuelvo a ser la mejor del país, quiero seguir cumpliendo mi plan para sentirme feliz y que se sepa que estoy cooperando ante la necesidad de exportar. Tengo 80, pero me siento de 60, quiere decir que puedo trabajar 20 años más”.
Entonces nos despedimos con el buen sabor de La Colmenita y con el encargo de cultivar plantas, pues si no llegan las colmenas de Gelania, alguna abeja se encargará de que nazcan las flores de nuestra casa.