CAMAGÜEY.- La universalidad de Martí, fraguada por el alcance de sus pensamientos, lo colocan como cimiente indispensable en el progreso espiritual de nuestra Patria. Este hombre-orquesta que fue poeta, modernista, humanista, filósofo, periodista… es receta y manual de consulta para temas que jamás pasarán de moda, como su visión sobre la célula fundamental en el florecimiento de una nación: el trabajador.

Si indagamos en su epistolario hallaremos algunas evidencias de su preocupación por ese sector. En el contexto de la huelga de Chicago el primero de mayo de 1886, y posterior fusilamiento de los ocho mártires, el día cuatro de ese mes, manifestó al director del Partido Liberal que “(…) No es en la rama donde debe matarse el crimen, sino en la raíz. No es en los anarquistas donde debe ahorcarse el anarquismo, sino en la injusta desigualdad social que los produce (...)”.

Las impresiones de El Maestro sobre el acontecimiento también viajaron hasta el Periódico La Nación, de Argentina. Fueron publicadas más tarde con el nombre de Un drama terrible, y “(…) con un análisis profundamente reflexivo escruta el desarrollo previo del movimiento obrero en el país poderoso e injusto, que atropella al humilde nativo y al inmigrante (...)”, dice la historiadora, María Luisa García Moreno, en un escrito para la Revista Verde Olivo.

Dentro del cúmulo de información y diversidad de criterios que conviven en el espacio digital, orbita José Martí y la clase obrera, un artículo pintoresco del profesor argentino de la Universidad de Buenos Aires, Hernán Díaz. El autor, sin pruebas, declara que el Apóstol “(…) apoyó sin reservas el ajusticiamiento, calificando con las palabras más groseras a las víctimas, pintándolas como monstruos y considerando que se le estaba cortando la cabeza a la serpiente de un solo tajo (...)”.

Como blasfemia de hereje, el “estudioso” intenta cubrir el Sol con un dedo. Utiliza el clásico modus operandis de empañar la imagen del héroe y, por transitividad, a la Revolución Cubana como alumna de la sabiduría martiana. Sin embargo, contra las falacias y la posverdades, existen remedios inmediatos como José Martí, Guía y compañero, libro del diplomático Carlos Rafael Rodríguez.

Vislumbra en el renombrado político la calidad humana y el vínculo del autor de La Edad de Oro con los trabajadores cuando expresa que “supo ver el papel histórico de la clase obrera (…)” y que estos, a su vez, eran, “(...) la fuerza (...) que podían respaldar el desarrollo de la Revolución”.

Como los “mejores entre nosotros” y el “arca de la alianza donde se guarda la bandera de la libertad” calificó el prócer a ese estrato poblacional, sobre todo para encontrar la unidad entre los emigrados de Tampa y Cayo Hueso. “Lo característico de José Martí es que refirió que había que tocar a cada una de las puertas (…) con el aldabón que fuera capaz de resonar”, afirmó Carlos Rafael.

Las palabras anteriores se complementan con las del historiador José Cantón Navarro, quien refiere en José Martí y los trabajadores que el compositor de los Versos Sencillos “(…) es entre los obreros donde vive más tiempo, donde redacta y se aprueban las resoluciones que constituirán luego las bases del PRC, donde organiza ese partido único de la revolución, cuya fuerza radica esencialmente en los trabajadores (...)”. Aunque por lo general se circunscriben en el país norteño las aproximaciones de El Maestro a la clase obrera, existen otros antecedentes.

Su estancia en México, entre los años 1875 y 1877, le aportó una visión holística de los problemas cotidianos de las masas para ganarse el pan del día a día. Durante ese período laboró como corresponsal en la Revista Universal y, bajo el seudónimo de Orestes, redactó boletines en los que acompañó con su pluma a los menos favorecidos como el relacionado con los reclamos de los elaboradores de sombreros, a quienes se le había rebajado el costo de sus producciones.

“La huelga (…), en todos los conceptos justa, coloca a este ramo de artesanos en situación angustiosa y difícil, privados como están del sustento diario que (…) llevaban a sus hogares (…)”, y en sintonía con ese mismo tono y postura, el Apóstol se alza en otra publicación en defensa de los derechos de los laboriosos indígenas: “nuestros obreros se levantan de masa guiada a clase consciente: saben ahora lo que son, y de ellos mismos les viene su influencia salvadora (…) eran antes instrumentos trabajadores: ahora son hombres que se conocen y estiman (...)”.

Hay dos palabras recurrentes en el discurso martiano: fraternidad y deber. Dos palabras que había aprendido también, en España, como cuenta la historiadora, María Caridad Pacheco González: “(…) según testimonio de Pablo Iglesias, fundador del Partido Obrero Socialista español, asistió a reuniones obreras y estuvo en la redacción de periódicos avanzados (...)”, especifica, además, que las relaciones con el proletariado mexicano resultó tan estrecha que “cuando se celebra el primer congreso obrero de México, en marzo de 1876, lo eligen delegado (...)”.

Si de asociaciones martianas se conversa, averigüemos qué opina el profesor universitario, Hernán Díaz: “con quien hay que emparentar a José Martí no es con Marx, sino con quien fuera su más importante influencia política, el republicano italiano Giuseppe Mazzini (...)”, y continúa el contradictorio investigador: “(…) Al igual que Martí, Mazzini era enemigo de la independencia de clase y de las huelgas obreras (...)”.

Por herencia y convicción, en La mayor de Antillas sobran los pugilistas del verbo que que saben ripostarle al “conocedor”. Desde su esquina, la voz grave de Carlos Rafael Rodríguez resonaría como un gancho al mentón: “Cuando dijo que los obreros, por su situación de padecimiento, podían percibir la verdad mejor que otros, se aproxima un poco a ciertas condiciones que se le atribuyen al proletariado (…) las concepciones tienen cierta vinculación con el marxismo, pero no son totalmente marxistas (…) Esto lo acerca a nuestras posiciones, sin identificarlo con ellas (...)”.

La práctica de la ideología y cualidades del Héroe Nacional, ha sido una de las máximas para la Central de Trabajadores de Cuba, fundada el 28 de enero de 1939. Esta fecha será propicia para un festejo doble, porque también el Apóstol llegará a los 170 años. Desde Lázaro Peña hasta los líderes sindicales del presente, han tenido sobre sus hombros el peso del “Con todos y para el bien de todos”, y de referente a un hombre incansable que aún después de Dos Ríos sigue trabajando por el bienestar de su gente, sin quitarse el polvo del camino.