CAMAGÜEY.- El pasado fin de semana se vivió otro capítulo surrealista en la Liga Nacional de Fútbol cuando la escuadra agramontina se jugaba parte de su futuro en el Torneo Apertura, visitando a Ciego de Ávila en un partido crucial.
La salida, programada para las 7:00 a.m. hacia Morón, sede del encuentro, presagiaba el duelo más atractivo de la jornada, entre dos equipos igualados en puntos.
Mas, para los Miuras el partido se libraría mucho antes, en una batalla contra la desidia, la ineficiencia y el abandono.
Con el retraso inexplicable del transporte sonó la primera señal de alarma. La guagua, que debió estar lista para partir al alba, apareció después de las 11:00 a.m., borrando de un plumazo las horas vitales de descanso y preparación.
No por habitual molesta menos el desorden y la falta de seriedad de la Empresa de Transporte Escolar, que jamás ha sido puntual en recoger al equipo para cada salida en esta temporada.
¿Por qué tanta demora? ¿Quién asume la responsabilidad? Las preguntas, sin respuesta, resonaban en el ambiente mientras los jugadores abordaban el vehículo con cuatro horas de retraso.
Luego de 145 kilómetros de trayecto llegaron a Morón cerca de las 2:00 p.m., con el reloj en contra y el cansancio a cuestas. El tiempo de recuperación se evaporó entre el almuerzo apresurado y las últimas indicaciones técnicas.
A las 4:30 p.m. arrancó el partido. Con mucha paridad, la primera mitad terminó sin goles. Para el segundo tiempo, los locales se crecieron ante su público para remontar el gol inicial de Anyelo Riveri (64'), con dianas de Randy Álvarez (78') y un soberbio tiro libre que Andrés Estrada (83') clavó en la escuadra.
La derrota, dolorosa en sí misma, fue solo el preludio de la tragedia, pues lo peor, lo más humillante, estaba por venir.
Al finalizar el encuentro, el equipo se encontró con la cruda realidad: el transporte había desaparecido. La explicación tan rocambolesca como lamentable: una "rotura" que obligó al chofer a regresar a la ciudad, adujo este en una llamada telefónica.
¡Así, sin más! Un equipo de primera categoría abandonado a su suerte en medio de la geografía cubana.
Nadie daba crédito de la situación. Desde la Academia de Deportes de Morón, se brindó toda la hospitalidad posible, pero ante la total incertidumbre de un posible transporte el domingo, pasar la noche allí solo representaba postergar el problema.
Entrenadores, acompañantes, y principalmente los jugadores, pagaron de su bolsillo el pasaje de regreso en camión. Sí, atletas de alto rendimiento apretujados como sardinas en lata en la parte trasera de aquel vehículo, adaptada para trasladar cerca de veinte personas sentadas, y que se aventuró con más de 40 pasajeros.
La incomodidad, la falta de seguridad y la indignación fueron la gota que derramó el vaso de una jornada para el olvido.
Como si fuera poco, el regreso se convirtió en una tortura. El camión siguió la ruta norte, con escalas en Bolivia, Esmeralda y Sierra de Cubitas, prolongando la agonía. Llegaron a Camagüey cerca de la medianoche, con la amargura de la derrota, el cansancio extremo y la vergüenza tatuada en el alma.
¿Quién asume la responsabilidad por este desastre? ¿Quién responde por la falta de previsión, la desorganización y el maltrato a nuestros deportistas?
La Asociación de Fútbol de Cuba, la Empresa de Transporte, la Dirección Provincial de Deportes y todos los implicados deben rendir cuentas y asumir las consecuencias de su inoperancia.
Este no es solo un revés deportivo, es un reflejo de la falta de compromiso, la indolencia y la desidia que a menudo lastran el deporte cubano. Urgen medidas drásticas para evitar que este tipo de situaciones se repitan. Nuestros atletas merecen respeto, apoyo y condiciones dignas para desarrollar su talento.
¿Con qué moral se les exige viajar la próxima semana a Sancti Spíritus? ¿Quién les garantiza que no pasarán por lo mismo?
La odisea a Morón no solo fue una derrota deportiva, fue un viaje al abandono.