CAMAGÜEY.- Así como el Héroe Nacional de Cuba, José Martí Pérez, demostró en La Edad de Oro el cariño y la admiración por los niños, los pequeños y adolescentes de este territorio le devolvieron el afecto en el Desfile Pioneril, celebrado para recordar el 170 aniversario de su natalicio.

Desde antes de las 8:00 a.m, se agolparon estudiantes de más de 20 escuelas, en la Avenida de La Libertad, disfrazados de las creaciones literarias del más universal de los cubanos: Nené traviesa, Meñique, la Bailarina española, o simplemente vestían el uniforme de pioneros.“¡Qué viva el creador de los Versos Sencillos!”, “¡Qué viva el hombre de la rosa blanca!”, gritaban aquellos escolares mientras avanzaban hasta su destino: la Plaza de la Caridad.

La marcha se detuvo en varias ocasiones, pero no había prisa. No había necesidad. Estaban entre amigos. Andaban con la familia. Compartían risas, cuentos, bromas. Instituciones como la Renato Guitart tenían su propia comparsa e incitaban a mover el cuerpo con el constante tamborileo. En otro bloque, Los Comanditos, provocaban al ritmo de la conga, y tocaban con igual entusiasmo que sus mayores referentes musicales, durante los Carnavales Camagüeyanos.

Nunca faltan los pequeños que se cuelan por cualquier rincón y fuera de la vista de sus padres hacen una que otra travesura. Sin embargo, se encarrilan luego cuando descubren sus fechorías o la caminata prosigue. Ocurre una pausa inesperada. Una nube pasajera repliega la enorme concentración de infantes, solo un par de minutos.

Entre los portales de la céntrica avenida se guarecen Ailén Viamontes Ávalos y su hijo, Raisel Alejandro Velázquez. Cuenta ella que “esta es una oportunidad excelente para que los niños participen en estas honras al Apóstol, porque él siempre pensó desde sus obras en los menores del hogar”, luego, los rayos del Sol vuelven a dar nitidez al paisaje citadino y el pequeño, quien va con bigotes pintados y trajeado a la usanza martiana, se incorpora al desfile.

“Tiene el leopardo un abrigo/ En su monte seco y pardo...”, recitaba la marea de juventudes, la incipiente generación que el autor de Ismaelillo consideró que si no existieran no se podría vivir, “como no puede vivir la tierra sin luz”. A paso impetuoso, Ricardo Antonio Márquez Socarrás, dice que es seguidor del quehacer de Martí y declama Cultivo una rosa blanca. Estudia en la Marta Abreu y le “gusta la Historia de Cuba, conocer de la vida de personalidades como Fidel y de nuestro Héroe Nacional. Los dos son ejemplos para mí, y cuando crezca quisiera ser como ellos”.

Como postales para la memoria, quedaron los multicolores carteles en alusión a la efeméride, las enormes banderas cubanas y del Movimiento 26 de Julio, la representación de patinadores con los atavíos del protagonista de la obra teatral creada por Martí, Abdala, y la mezcolanza de iniciativas para recordar a ese hombre sincero que cayó en Dos Ríos, por la independencia de sus coterráneos.

 

Mientras, en el acto central, en la Plaza de la Caridad, se exaltaron las cualidades de El Maestro, junto con la actuación, la canción y la danza del grupo La Comarca Principeña. También fueron conferidas, en ese espacio la condición y distinción 28 de enero, a diez guías y a 20 pioneros, respectivamente.

El éxito de la jornada hubiera sido rotundo, si sus protagonistas, quienes permanecieron a lo largo de la avenida, hubieran presenciado los festejos de las actividades desde la cercanía, en el interior de la propia plaza. No obstante, los tributos de los que saben querer se patentizaron con el abrazo espiritual a José Martí, al cumplir el tramo definitivo del desfile. Este 28 de enero, las ideas de nuestro Héroe Nacional volvieron a iluminar el camino de nuestras juventudes.