Tal vez la primera mención de epidemias tuvo lugar en los años iniciales de la fundación de Santa María del Puerto del Príncipe cuando un 2 de febrero se realizó una procesión de rogativa en honor a la virgen de La Candelaria, patrona de la Villa, para que nos librara de desgracias naturales y enfermedades.
Mientras la procesión con hachones encendidos desfilaba a lo largo de la costa los navíos en puerto dispararon cañonazos de salva para librarnos de todo mal.
Desde aquellas lejanas referencias y hasta adentrado el siglo XVII no existen más noticias debido, entre otras desgracias, a la insistencia del ilustre corsario Henry Morgan quien hizo cuanto pudo por hacer desaparecer nuestra Villa en un incendio que anexo al saqueo tradicional nos dejó sin documentos para la historia que hoy necesitamos.
Se deduce que en 1590 tuvimos epidemia de gripe pues se padeció en La Habana y en la isla La Española.
Puerto Príncipe llegaba al año “sala’o” de 1616 con incendios, sublevaciones y amenazas de piratas, y apenas 12 000 habitantes sumando blancos y esclavos con una alta tasa de fallecimientos por enfermedades dispersas. Debemos anotar que no había aquí médicos y solo existen referencias de un practicante a quien apoda-ron “El Cirujano”, sin otras señas de su identidad.
Foto: Alejandro Rodríguez Leiva/ Adelante
En 1686 con el primer hospital de San Juan de Dios, pasaron a ser atendidos allí solo los hombres, las mujeres debían permanecer en sus casas a cargo de parteras o familiares. Por entonces llegan cuatro doctores enviados desde La Habana, pero estos asistían luego de ponerse de acuerdo en torno al pago.
El siglo XVIII fue pródigo en cólera, viruela y dengue para Puerto Príncipe incluyendo la mortal epidemia de “las culebras”, soriasis que causó numerosos fallecidos sin que le detuvieran medidas de aislamiento y procesiones.
Otra fatal ola de cólera cruzó por la ciudad en 1823 en un tránsito desde La Habana. En 1800 llegaron a Camagüey fray Olallo Valdés y Juan Manuel Torres, con experiencia en el combate contra diferentes epidemias, y desde el hospital San Juan de Dios lucharon cuanto pudieron contra todas las enfermedades que azotaban a la población debido a falta de recursos médicos e higiene, contaminación de las aguas y la proliferación de desagües y zanjas hacia los ríos del entorno.
La más feroz de las epidemias de cólera padecidas comenzó durante las fiestas del San Juan de 1835. Diezmó a la población de tal forma que fue necesario ampliar el cementerio de la ciudad a un tercer tramo. El nuevo espacio fue destinado a los coléricos y luego a los soldados españoles muertos en la Guerra de Independencia.
La desgracia quitó la vida al Teniente Gobernador Don Francisco Sedano, quien había realizado una meritoria labor para proteger a las personas, incluyendo campañas de desinfección y puntos de control de entrada y salida de la ciudad para detener a los contagiados en tránsito, así como la construcción de un hospital de emergencias detrás de la Iglesia de San Francisco.
En las calles, apuntan otras crónicas, se colocaron barriles con chapapote ardiendo a fin de que el humo “alejara el mal”. En las casas con enfermos debían colocar en las ventanas trapos amarillos a modo de aviso y de solicitud de ayuda médica. Se calcula la muerte de más de 2 300 habitantes en unas pocas semanas.
Una epidemia de tuberculosis en la ciudad se ex-tendió por años a partir del 1890. A inicios del siglo XX hizo acto de presencia “la gripe española”, neumonía que nos dejó un buen número de defunciones.
La acidosis, gastroenteritis, hizo en 1940 especial daño a la niñez pues solo existían vacunas contra el tétanos y la viruela. A esta última, una campaña de vacunación le salió al paso con efectividad durante los años 1947 y 1948.
En 1950 padecimos de varicela y en 1969, el retorno de la gastroenteritis.
Las epidemias han tenido la facultad de mutar e incluso trasladarse de clima y núcleos urbanos. El desarrollo social junto a la ciencia han logrado colocar límites a su expansión, pero muchos comportamientos de las personas las “ayudan” a acecharnos.
Hoy, la antigua Santa María del Puerto del Príncipe recibe otro cumpleaños enfrentando el rebrote de una pandemia fruto de descuidos humanos y que solo con disciplina, solidaridad y tenacidad puede ser rechazada.
Fuente: A propósito de una charla con la historiadora Amparo Fernández Galera, 2021.