CAMAGÜEY.- Según la ciencia la estrella debe estar bien curtida para resultar en agujero. Y no es cosa de coser y cantar acumular entre 30 y 70 masas solares. Solo entonces explota la supernova y se vuelve hoyo irremediable, intenso, cerrado.
Así más o menos funcionamos los seres humanos. Así más o menos funciona la vida. Nos curtimos lo necesario. Acumulamos roturas y remedios. Pero un día, inamovible, con la masa solar precisa, eclosionan ciertas magnitudes y misterios y no queda más alternativa que la de perforar muros y alzar el grito irremediable, intenso, cerrado, de la irreverencia.
Así más o menos ocurrió aquel domingo de carnavales. Así más o menos ocurrió aquella mañana santiaguera de la Santa Ana.
Será otra vez domingo 26 de julio. Domingo de carnavales. Domingo de la Santa Ana. Domingo del acusado Fidel. Domingo de la “culpabilidad” de Martí.
Será otra vez domingo para contar (si es que podemos) los fosos que desde aquel 1953 nos definen. Los agujeros que hemos elegido; los que hemos resistido.
La historia nos asegura que en esa fecha bastaron dos únicos asaltos para establecer la pelea. Justo en ese 26 de irreverencia santiaguera y bayamesa se definió la votación que definitivamente nos favorecería otra mañana en la cual estrenamos, además, mes, año y Revolución. Otra mañana de júbilo. Otra mañana en la que tampoco faltó la corneta china de la identidad santiaguera ni el clarín vigoroso que, desde Bayamo, a Perucho se le antojó himno.
Hoy se completa la vuelta 67 de julio. La vuelta 67 desde el centenario de Martí. No hay conmemoración multitudinaria de tributo al acusado y al culpable intelectual. Sin embargo, de seguro sumaremos, en domingo de misterios, la contundencia de unos puntos (masas solares) que nos llevarán a los agujeros que hemos de pelearnos ya casi en el ocaso de esta batalla de virus, pero de vida.
Y en esa vocación para la hazaña hay cierta hermosura rojinegra. Más en julio. Más en 26.