CAMAGÜEY.- Alfonsina, la coreografía con que José Antonio Chávez muestra su plenitud creativa en la jubilación, estará en la función del Ballet de Camagüey, el 13 de octubre en el Teatro Principal, de esta ciudad, a las 5:00 p.m.

Cuando Adelante Digital conversó con él, el maestro empezó por donde quiso, por la primera de una larga lista de coreografías, y como a ningún padre se le niega el beneficio de sus hijos, lo escuchamos con agrado.

Foto: Leandro Pérez Pérez/AdelanteFoto: Leandro Pérez Pérez/Adelante

“Te hablaré de Ofelia (1980). Investigué ante y busqué asesoría. Temía desacertar. Todo se ensambla en la atmósfera de tragedia. La teatralidad funcionó. Me parece una obra redonda. Todavía se baila y se disfruta”.

Tomó la historia de una persona desgarrada por la muerte de los padres y de las ilusiones con su amor. Cuarenta años alumbra otro personaje conmovedor: Alfonsina.

“No fue fácil. A la mayoría de los bailarines y a mí nos separan casi 50 años. Trato de zanjar ese bache. Puede que quizás no lo logre del todo. Afortunadamente salió con dignidad”, afirma.

Alfonsina es la obra que sale con el Chávez jubilado

─Eso tenía que ver con mi preocupación por el resultado. Casi siempre jubilación la ve como el final, como llegar a la meta, y no como traspasar ese muro y continuar. Tratar de continuar era un compromiso con Alfonsina y conmigo mismo. Eso le daba un carácter especial al proyecto. El sábado, después del estreno, cuando llegué a mi casa y me senté tuve un ataque de llanto, pero me sentí bien; y el domingo, cuando lo hizo otra bailarina, fue como un desplomarme de satisfacción.

Ofelia me confirma que las obras tienen vida propia, ¿tiene esa esperanza con Alfonsina?

─Sí. Espero que la repongamos, que madure, que pueda trabajar detalles. Me gustaría muchísimo poder hacer y creo que a la dirección del Ballet le interesa también.

¿Cómo sería su estilo de vida si supiera que va a vivir eternamente?

─Desde hace algún tiempo es importante para mí tener noción de que puedo dejar una huella, por leve que sea. De todos modos ya eso está. Cuando alguien vaya a hablar de la historia del Ballet de Camagüey tiene que mencionarme y recordar cómo pudo influir mi trabajo en la solidificación de una cultura danzaria en esta provincia porque he sido el primer coreógrafo que se mantuvo estable en el ballet.

Hay palabras imprescindibles. Para mí es la honestidad, ¿y para usted?

─Depende en qué aspecto de la vida te sitúes. La danza, por ejemplo, ha llenado mi vida; pero también te puedo decir pasión.

¿Cuál es la mayor locura que ha cometido en su vida?

─He cometido varias, solo que después de cometerlas los hechos han evolucionado y lo que era una locura ha quedado como algo racional y fructífero. Por ejemplo, presentarme a que me llevara el servicio voluntariamente. Eso redundó en mi beneficio.

Si pudiera viajar en el tiempo, ¿lo haría al futuro o al pasado?

─Al pasado. Si me remito a mi primera salida al escenario como artista, lo que yo experimentaba entre las patas antes de salir a la escena, eso con palabras francamente no se puede describir; y lo que sentí cuando di mi primer paso y el segundo y el tercero era un cúmulo de sentimientos. Junto a eso cosas que vinieron después como lo que sentí cuando estrené Ofelia y me di cuenta que era un ballet digno para cualquier teatro del mundo. Tenía esa duda hasta el momento del estreno. Nunca he perdido ese miedo a no estar haciendo lo correcto. Lo corroboré con Alfonsina.

Además de la inmodestia, ¿qué no tolera de los demás?

─La superficialidad. Hay que soñar con los pies en la tierra.

Con el Ballet viajó mucho, ¿a dónde se quedó con ganas de ver?

─En el 2014 tuve la oportunidad de estar dos semanas y me gustaría conocer a fondo Nueva York. Me quedé con ganas de conocer Francia e Inglaterra.

Si escribiera un libro, ¿sobre qué sería?

─He soñado escribir la historia de mi vida que si la esbozo a grandes rasgos, puede ser perfectamente una novela. Indudablemente, el tema central sería el amor. No podría escribir sobre otra cosa.

¿Qué sentido tiene para usted la libertad?

─Me reprocho lo que he arrastrado toda la vida. Me acompleja entrar a un teatro con las luces encendidas me acompleja. Me acompleja subir a una guagua medianamente llena donde todos de laguna manera me estén mirando. Me acompleja llegar a una fiesta de improviso. No te digo que no lo supere y entre a la fiesta y suba a la guagua y entre al teatro con las luces encendidas, pero lo hago con eso por dentro.

Usted que ha enseñado tanto, ¿ha sentido la gratitud de los demás?

─Cuando recibo agradecimientos, sobre todo de los bailarines que han trabajado en mis obras, que es donde más me he volcado para hurgar en la capacidad de sentir de los bailarines. Muchos están haciendo pininos coreográficos por el mundo. Es una manera de reproducirte, de repercutir en los demás. Eso da la sensación de que no has estado por gusto, de que no has vivido por gusto, y de que lo que has vivido y has tratado de compartir con los demás ha dado sus frutos. Esa satisfacción del que siembra y tiene la posibilidad de recoger.

Foto: Alejandro Rodríguez Leyva/AdelanteFoto: Alejandro Rodríguez Leyva/Adelante