No podía ser de otra manera, las canciones de Silvio Rodríguez en la voz de Augusto eran una forma inmejorable de esperar la noche de un domingo.
Impecable, con su saco y su melena al aire, saludó al público, que lo aplaudió desde la primera nota, y presentó a la Orquesta Sinfónica de Camagüey, al Coro del territorio, a los invitados, y al Maestro Enrique Pérez Mesa.
Augusto, cantó tres de sus preferidas
Como adelantamos en este sitio, para su concierto Te doy una canción se acompañó de su “nuevo amigo” Harold Díaz, que interpretó Oleo para una mujer con sombrero y Réquiem. A éste agradeció la oportunidad pues “justamente hice esta Trilogía Abierta con la música de Silvio porque su obra es así, abierta, para que otros la canten, y Harold, hoy, me ayudó a probarlo”. También cumplió su palabra, y dedicó a la memoria de Pedro Armando Junco, el siempre conmovedor Unicornio azul.
Para el cierre de la tarde Mariposas, el Necio y la Gota de rocío, tres de mis preferidas, Augusto las había redimensionado para mi imaginario musical. Otras 12 piezas del inigualable trovador también habían conjurado la magia de la velada donde más de uno cantó en su asiento y gracias a los celulares habrá quien, justo ahora, mientras escribo estas líneas, esté disfrutando de cerca, otra vez, una hora y media de buena música.
Augusto Enríquez: dos gustos en una canción
Y es que este “médico que canta”, como él mismo se define, brilla en el escenario por la fuerza de su voz, de otra forma no podría ser para quien el virtuosismo de sus cuerdas vocales le permiten interpretar la música del Bárbaro del ritmo, o contar en sus memorias que el cantó en un Pavarotti and friends.
Con el tercer redoble de campana lo olvidé todo. Hasta que estaba ahí por trabajo, para reportar el concierto, porque fue como regresar 25 años atrás, a mi infancia, al cantante que me hizo amar al grupo Moncada hasta el día de hoy; a la voz de mis primeros bailes en la sala de la casa frente a un Krim 218, al joven de 30 años de vida artística que sigo hasta hoy.
Definitivamente fue una tarde de puro placer: Silvio y Augusto fueron dos gustos en una canción.
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