CAMAGÜEY.- Ángel Olazábal Fariñas (Camagüey, 1982) es un artista de la plástica muy inquieto que, sin descuidar su creación más íntima e individual, se ha enfocado en poner en valor la obra de los demás. Podemos retratarlo como un ser laborioso y carismático. Como especialista de la Galería de Arte Universal Alejo Carpentier, lo mismo asegura la producción que monta las exposiciones de colegas. Ahora anda ocupado en asuntos del venidero Salón de la Ciudad, pero de eso conversaremos en otro momento porque nos llena de curiosidad su experiencia con el Ballet de Camagüey (BC)
—¿Cómo llegas a diseñador de luces del BC?
—Es un camino largo, pues como artista de la plástica comencé por el diseño de escenografía y vestuario. Como siempre ando reinventándome y buscando nuevas formas de expresión, apareció la posibilidad de crear en otros formatos y otras escalas. Normalmente trabajamos formatos de 1m x 70cm, 2m máximo; pero en la escenografía los telones miden unos 8m x 12m, lo que sería ocho veces la escala de un cuadro de tamaño medio. Por ahí entré al mundo de la escena y dando pasos comencé a asumir la dirección de escena de la Academia de las Artes Vicentina de la Torre.
“Cursé un diplomado de mecánica teatral para recibir asignaturas importantes para la formación profesional como diseño de luces, de escenografía, producción, maquillaje, sonido. Entonces conocí a dos personas que devinieron mis referentes. Por azares de la vida ya no están con nosotros. Debo mucho de lo que hoy soy al productor Luis Antonio Molina (Luisito) y al diseñador de luces Jorge Lucas Castellanos Herrera (Luki), ambos del Ballet de Camagüey. Para ese período ya tenía un número considerable de diseños y estaba atrapado en ese complejo pero interesante mundo de la danza y el teatro”.
De la puesta en escena de El Cascanueces en el teatro Capitol de Gran Vía, en Madrid, que dispone de imitación de espejo, por tanto fue un reto para él.
—¿Qué recuerdas de Luki, qué te enseñó?
—Anécdotas. Era muy jocoso. Me enseñó muchas cosas. Yo tenía una base del conocimiento del color y la luz pero entraba a un campo totalmente desconocido para mí. La iluminación tiene muchas áreas a dominar: el equipamiento, la corriente eléctrica, los circuitos, los dimmers o controladores de voltaje, las mesas de iluminación. Lo más importante que Luki me enseñó fue que no había límites, que el límite estaba en la capacidad de resolución de cada persona y sobre todo, qué nunca podía hacer. Era un buen amigo y un gran profesional.
—¿Cuál preparación lleva un rol como el tuyo en la compañía?
—La preparación es diferente, para cada obra por ejemplo, si es un estreno mundial hay que hacer un trabajo de mesa con el director, el coreógrafo, ver de qué trata, qué se quiere expresar y a partir de ahí hay un proceso de cocreación. Puede existir una versión anterior en video que sirva como apoyo. No es lo mismo un montaje contemporáneo que una obra del repertorio clásico. En el primero casi siempre se trabaja sobre efectos, zonas, áreas propias del lenguaje y la visualidad contemporánea; en el clásico se maneja mucho el trabajo de los ambientes de las escenas, porque en su mayoría son atmósferas determinadas, y se resaltan detalles e interés a modo general, es más o menos así.
—¿Cómo es la relación del elenco contigo?
—Muy buena. Los más longevos fueron compañeros de estudio y los más jóvenes en su mayoría fueron mis alumnos en su paso por la Academia Vicentina, por eso a muchos los conozco desde su cuarto grado. Son otra familia para mí.
—Se dice que en Cuba los diseñadores tienen mucho de magos. Debido a esos malabares como aval, ¿cuál fue tu primera reacción en un teatro extranjero?
—El área de la iluminación es una de las que avanza a mayor velocidad en el mundo de la tecnología del espectáculo. El equipamiento como base es el mismo pero existen cientos de modelos, marcas y versiones, y eso te obliga constantemente a buscar información y actualizarte. La generación de imágenes a través de proyección o de pantallas led, la robótica, las mesas inteligentes, la IA (Inteligencia Artificial) son cosas que te chocan para bien. Resulta indiscutible el salto tecnológico, es muy grande, inmenso. Aunque allá no todos los teatros o escenarios disponen de tecnología de punta, siempre va a ser superior a la que disponemos acá, pero si se va con la modestia como premisa, se aprende. Es importante la autosuperación para después “hacer la magia”.
—Cuéntame de las complejidades de la reciente gira a España, en comparación con la gira de verano del 2023.
—Es simple. En la gira de verano presentamos El Lago de los Cisnes en el teatro Apolo de Barcelona y en el EDP de la Gran Vía en Madrid. Aunque es un ballet en cuatro actos llevamos dos montajes técnicos y eso te da un margen de rectificar, para pulir detalles con vistas a la puesta en escena. En la gira de invierno presentamos El Cascanueces, una obra en dos actos pero con la diferencia de que estuvimos en 13 teatros en la Comunidad de Madrid, en Zaragoza y en el país Vasco. Ofrecimos 23 funciones. Eso implicó hacer un montaje entre las 9:00 a.m. y las 2:00 p.m. porque ya a esa hora llegaba la compañía a su clase de ballet, a la ubicación del espacio, etcétera, por lo que había que trabajar bien, con prisa y algo de estrés.
—Esta oportunidad es una forja, ¿cuáles son las principales lecciones?
—Creo que la principal lección es el conocimiento que uno recibe de una sociedad diferente, el choque cultural, la experiencia de vida tanto profesional como espiritual, los lugares que conoces, la cultura, el aprendizaje y el desarrollo del oficio.
—Iluminar la danza tiene de responsabilidad y también de arte. Desde la plástica tenías un concepto de la luz. La danza te muestra otro rostro. A esta altura de tu carrera, ¿qué es para ti la luz?
—Sí, desde las artes plásticas venía con un conocimiento de los colores primarios que en la paleta de color son unos y en la luz son otros; además, el color en la plástica está basado fundamentalmente en la mezcla de pigmento por adición para lograr determinada tonalidad en una obra ya sea por pastas o veladuras. El color se crea en la paleta o en la obra por superposición de capas. En la escena es diferente, porque en lo convencional se trabaja con filtros de color para lograr atmósferas. En los equipos con tecnología led ya se puede crear la luz por adición o sustracción, que serían los RGBW o CMYK. La luz para mí es un medio de expresión que hace la magia de transportarnos, nos muestra el mundo, sus colores, sus matices y con él la belleza del arte y la magia de la vida.