LA PALMA, ESPAÑA.- La Palma es la Isla Bonita de ocho en Canarias, este archipiélago español con la condición de llave al océano Atlántico en la región tropical, como siglos atrás lo fue Cuba del Nuevo Mundo, también nombrada antemural de las Indias Occidentales. Hay más rasgos en común desde la identidad cultural, pero nos trajo hasta aquí el gusto por el cine.
Llegamos al XVIII Festivalito La Palma – Festival de Cine de las Estrellas con una muestra de El Almacén de la Imagen. Era un abrazo pendiente en suelo canario a partir del primer encuentro de ambos eventos en octubre del 2022, a través del diálogo virtual y la proyección colateral de cortos en el evento cubano de jóvenes realizadores que desde 1991 impulsa la Asociación Hermanos Saíz en la ciudad de Camagüey.
El Festivalito ofreció espacio al Almacén en la Sesión Golfa, simpático nombre para un momento con buenas vibras a la medianoche en Crea Lab, antiguo cine de El Paso, reabierto para la ocasión luego de la tragedia por la erupción hace menos de dos años del volcán Tajogaite.
ESENCIAS DEL FESTIVALITO
Lo principal del Festivalito son los rodajes. Con ese rasgo nació en el año 2002. Ese atrevimiento le valió ser pionero en el mundo en convocar a un concurso para hacer cine digital con la dinámica de cámara en mano y montaje durante la semana. La artista palmera Raquel Abad modeló el trofeo para premiar con la Estrella a los más destacados. Una alternativa a la industria tradicional.
La mirada a 18 años de convocatoria a través de los datos resulta sorprendente. Han aplicado 1800 cineastas al concurso La Palma Rueda. Este establece dos categorías: Lyra, para aficionados; y Andrómeda, para profesionales, sobre la base de que el profesional es quien vive del cine. Así ya suma casi un millar de cortometrajes entre 2002 y 2023.
Por tanto, supone como requisitos el dejarse llevar con una idea, hacer equipo, filmar y proyectar cortometrajes de hasta cuatro minutos. Esta edición retomó la presencia de invitados extranjeros. Unió artistas de España, Ucrania, Chile y Cuba. En total participaron 161 artistas de diferentes especialidades. Lograron 106 obras.
LA ISLA COMO SET
El Festivalito consolida la estrategia como hermosa acción de los habitantes para encontrar sus bellezas naturales y humanas. El archivo atesora imágenes de todos los municipios de la isla; además, desde una arista económica, gracias a este festival de cine anualmente quedan 325 000 euros en La Palma.
Analicemos el asunto a partir del lema del año: “Me niego a madurar, no soy un aguacate”. Es sugerencia de un aliento mayor en ese esfuerzo común por sacar adelante un territorio con una población de 85.000 habitantes.
Resulta que el volcán de Cumbre Vieja ─activo 85 días en el 2021─ arrasó 12,1 millones de metros cuadrados. El cono emitió unas ocho toneladas diarias de dióxido de azufre. Por las coladas o las cenizas, el Tajogaite afectó más del 60% de las plataneras, el 18% de las viñas y el 7% de los aguacates. Muchas familias vivían de sus cultivos. El drama del agricultor se fija a la espera, por el apremio de arrancar para volver a sembrar. Eso dilata el tiempo de la recuperación, recomenzar desde cero demora la recogida de los frutos.
En casi todos los cortos, como sugerencia o evidencia estaba el aguacate. Se comentó que los artistas en los supermercados “agotaron” la fruta, también ingrediente infaltable para la Reina Pepiada, una de las arepas muy gustadas.
No por gusto en la portada del sitio https://festivalito.com/, acompaña el cartel del festival esta expresión: “Frente a la agresividad del volcán, sólo nos queda la solidaridad de nuestro pueblo”. Nada más parecido a la capacidad de resiliencia.
MÁS DE LA PALMA Y CUBA
En el crisol del ser cubano, por la parte del componente español se ha reconocido la marcada influencia de andaluces y canarios. Los segundos fijaron prácticas culturales por la migración hacia allá entre los siglos XVIII y XX. Quienes regresaron devinieron los indianos, levantaron de la precariedad su tierra por los aprendizajes en el Caribe. Creció la familia con lazos a ambos lados del Atlántico. Eso explica la calidez de los palmeros, su emoción por Cuba.
El Festivalito orientó su programa de nueve días a dos estancias. La primera transcurrió en El Paso, zona alta de la Isla Bonita. Allí señorean las montañas coronadas por la bruma. A ratos se cuela el sol en el paisaje. En los rostros no asoma el drama de andar a la vera de un volcán.
Luego cambió la sede a Santa Cruz, cerca de una playa de arenas negras y brillantes. El color hace más misteriosas sus aguas, aunque aquí como en el Caribe, el mar sigue siendo metáfora de libertad, de infinitud. Desde la orilla somos puerto abierto con la mirada en el horizonte. La añoranza de ida y vuelta.
DON MIGUEL, EL DEL CINE
El Festivalito La Palma ofrece la libertad de vivirlo desde diferentes perspectivas. Nos sorprendió otra señal de Cuba en el principio del camino de esa fascinación por el arte de la luz.
Entre los invitados del festival estaba el periodista e historiador Benjamín Reyes Báez, de Tenerife. Tiene un libro inédito acerca de Miguel Brito Rodríguez (1876-1972), pionero del cine y la fotografía en Canarias.
Benjamín nos contó que Miguel estuvo en Cuba entre 1896 y 1897. Compró en La Habana el kinetoscopio y el fonógrafo que introdujo en La Palma. También se le debe el cinematógrafo aquí.
Vindicar la figura de “Don Miguel, el del cine” resulta clave. Personas como Miguel gestionaron tecnología y soportes, sembraron un imaginario e hicieron florecer una cultura audiovisual. Como antecedente permite comprender por qué, tanto tiempo después, existe el Festivalito.
De hecho, el festival entrega la Estrella del Público Premio Miguel Brito al corto más destacado, ganado este año por David Pantaleón con Naciente.
EL PÚBLICO, LAS OBRAS
Los palmeros pudieron entrar gratis al cine para apreciar, mayoritariamente, obras con búsquedas diferentes y de artistas enfocados en abrirse paso a pesar del disparejo y despiadado mundillo de la industria.
La muestra Cinerama inició su ciclo en la Casa de Cultura de El Paso y culminó en el teatro Circo de Marte en Santa Cruz. Este segmento permitió apreciar películas tremendas como El castigo, ideada por el chileno Matías Bize como un impecable plano secuencia. Matías participó y ganó en el primer Festivalito. Regresó con su octava película.
El programa colateral resulta generoso por las proyecciones y el diálogo con parte del equipo de realización. Horas de visionaje y de preguntas y criterios de un público entusiasta en diálogo con directores, actores, productores y distribuidores.
Resulta simbólica la disposición de los espacios para la maratón de cortos, esa tanda corrida para artistas, jurados, públicos la víspera de la clausura. Exhibieron la obra de los aficionados en la gran pantalla del precioso Circo de Marte, y lo hecho por los profesionales estuvo en una pantalla más modesta plantada a cielo abierto, en la plaza Santo Domingo.
LA GALA DE CLAUSURA
El Festivalito no se parece a ningún festival. Por si no bastara lo vivido, la clausura rompe todos los pronósticos cuando el “maestro de ceremonia” es el carismático actor Luifer Rodríguez en chancleta. Una manera original de criticar esos otros festivales encartonados donde la gente no anda natural.
El espíritu aquí no es la competencia sino la colaboración. Por la sinergia sabemos que el corazón del festival late intenso desde el principio. Realidades tan distantes, culturas diversas que se entienden, dialogan y respetan porque el arte verdadero saca a la luz y hace brillar lo humano mejor que llevamos dentro.
La camaradería como lo esencial, ha insistido José Víctor Martín Fuentes, presidente del Festivalito. Gastronómicamente hablando recibió a los invitados con churros, por aquello de que es posible conocer los lugares por la ruta de sus sabores. Siempre espléndido, sonriente, jaranero, enfatizó: “El cine es una excusa para reunirnos y de paso, pues, hacemos películas”.
ELSA LÓPEZ, LA MADRINA
Una mañana vimos pasear con sus nietos por las calles empedradas a la escritora Elsa López, la madrina del Festivalito, madre de la actriz Alba Cabrera, otra de las personas maravillosas que gestiona el festival.
Conocimos a Elsa por el documental Retorno de la actriz y cineasta cubana Blanca Rosa Blanco dedicado a la Fiesta de los Indianos, fiesta de amor por Cuba en la Isla Bonita. Entrevistó a otras personalidades canarias como el cineasta Teodoro Ríos, director de la película Mambí. En cambio, el testimonio de la autora de la novela autobiográfica El viaje guía el documental, estrenado en el Teatro Chico de La Palma, y apreciado en Camagüey en febrero del 2023.
Encontramos a Elsa a la entrada del teatro Circo de Marte para la clausura del Festivalito. No se olvida su relato ni escucharla decir que aún come “mangos cubanos”, los mangos de la planta traída por su abuelo desde Cuba. Cuando le pedimos una fotografía contó de la alegría por su abuelo oriundo de Zaza del Medio, Sancti Spíritus. Entonces exclamó: ¡Venga, una foto con dos cubanas!
ARÍSTIDES MORENO, EL PADRINO
Más asoma el padrino del Festivalito, el cantautor canario Arístides Moreno. Podemos decir que, parodiando el título de una de sus canciones populares, recibimos la última madrugada “cangrejiando”. Andaba orgulloso por la hija Salomé. Ella ofreció la música de la gala de clausura. Canta precioso y compone letras con una ternura y una profundidad sanadora imprescindible hoy.
Arístides nos habló del abuelo cubano, del anhelo de ir a La Habana en ruta de constelación de la familia. Adora el cine de Juan Padrón al punto de saber frases de Elpidio Valdés y Vampiros en La Habana. De hecho con sus amigos se iba al bar a tomar “vampisol”, así nombraban la bebida que pidieran. Realismo mágico también aquí.
En general, el Festivalito progresa como fiesta de la cultura. Un punto para ensanchar las redes profesionales y personales, a partir del cine y las microhistorias de cada viajero, desde el desgarramiento de la cineasta ucraniana Ulyana Osovska, al gozo de los participantes de otras Islas Canarias o de la península de España, entre ellos el sevillano Juanma Sayalonga o el catalán Unay Canela, de 19 años de edad, con una travesía que abarca cinco continentes y trajo un documental de naturaleza grabado en el entorno de su casa en los Pirineos.
EL HASTA PRONTO
El Festivalito La Palma ha terminado. Festival especialmente organizado y humanamente excepcional. Vimos obras arriesgadas por su manera de tocar lo profundo de problemáticas del mundo contemporáneo, contadas con una poética visual peculiar y una ética que remite y aspira a la dignidad de las personas.
Ya en las últimas horas, en Santa Cruz, intentamos perdernos en la ciudad, pero nos hallamos con la sensación de andar por Camagüey, claro, con el detalle de que allá donde va llano aquí toca montaña. Tampoco hay una trama ordenada y perfecta, sólo “recovecos y andurriales” con desembocadura a plaza siempre.
Nos llevamos muchos recuerdos. La alegría de descubrir abundante en el paisaje anís silvestre. Esa planta está fijada en las memorias de nuestra infancia. Además, los balcones en flor, las buganvillas asomadas por los muros, la procesión del Corpus Christi, la misa de domingo, el mar.
Y el corazón del festival: sus anfitriones; entre ellos, el rostro más popular, el carismático José Víctor, cineasta con liderazgo tremendo y en una inusual complicidad con el alcalde. Comprendes esa relación cuando descubres que el alcalde es un artista, el director Juanjo Neris, quien anda mezclado entre todos, como el más modesto realizador.
Cuando toca despedirse de un lugar, repasamos todas las emociones desde el primer instante por sus colores, sus sabores, sus olores y especialmente por las personas. Agradecemos la hospitalidad. Asimismo, la curiosidad por el cine y el público en Cuba, que alcanzó titular en el Diario de Avisos, el periódico más leído en Canarias.
De la Isla Bonita nos vamos con la rara sensación de un inesperado viaje a la semilla. Decimos hasta pronto con la certeza de volver a la experiencia creativa del Festivalito del que se dice, nunca es igual, y siempre se supera a sí mismo.