CAMAGÜEY.- Los muertos están de fiesta es el título de la exposición de la cubanomexicana Nelia Torres y del azteca Eduardo “Lalo” Aguilera, abierta en la galería República 289, de esta ciudad, como parte de la jornada Noviembre Fotográfico.
Permite una mirada antropológica a una tradición raigal prehispánica. Ambos enfocan la creencia de que los seres queridos regresan ese día a convivir con los vivos, por tanto, retratan un momento emotivo en familia.
Durante la apertura, Nelia y Lalo contaron de lugares en México donde se ha mezclado con otras tradiciones como el Halloween, aunque el Día de los Muertos (el primero de noviembre, de los niños; y el 2, de los adultos) no es para espantar a nadie ni hacer cosas desagradables ni oler a azufre ni escuchar cadenas.
Entre esos muertos de los que se hace acompañar el imaginario popular, ves un cartel con el nombre de Frida Khalo. Al fondo de la segunda sala de la galería aguarda una instalación alegórica a un altar de casa.
En las palabras al catálogo, Casimiro Mass se refiere a las ofrendas en domicilios, oficinas públicas y privadas, con fotografías, calaveritas de azúcar, la flor de Cempaxúchitl, alimentos y bebidas del gusto del difunto. En las comunidades indígenas, precisa, es austera y solemne, pero en la ciudad, por un mayor mestizaje, resulta variada y rica en manjares y adornos.
Entre los símbolos está La Catrina, esa representación de sátira social que en el siglo XIX hizo José Guadalupe Posada de la mujer elegante pero ya cadáver. La tradición alrededor de los catrines y las catrinas se ha perdido, lamentó Lalo.
Ambientando la inauguración se escuchó música típica de la festividad, como La guapachosa, compuesta por Roxana Río con el mimo a la “peloncita”: ... No me andes dando sustos/ Ya te puse tus velitas/ Te he puesto tus flores, tu virgencita/ Te di tu mojito, tus tortillas/ tu cigarrito, tu tequila...
Hay instantáneas en cementerios como en Milpa Alta, donde no encuentras panteones. De los cerros bajan tierras hasta allí para conformar esculturas que luego decoran con la flor de Cempazúchitl.
En Xochimilco, donde vive Nelia, pasan la noche en el cementerio para cenar y escuchar las canciones preferidas por los difuntos, tocadas en vivo por conjuntos musicales. También las panaderías elaboran el pan de muertos y decoran las vidrieras a propósito de la celebración.
Según Lalo, en el norte de la república no se conmemora esa tradición porque hubo poca influencia indígena. De hecho, dentro del propio territorio mexicano consideran salvajes a las tribus de los Chichimecas.
Con el tema de los muertos, Nelia y Lalo trajeron hace varios años a Guantánamo un conjunto de fotografías analógicas. Ahora, con la técnica digital, Los muertos están de fiesta permanecerá en Camagüey durante noviembre. Luego seguirá itinerario a Jiguaní, en Granma.
Ambos exponen en Cuba desde el 2006, como activistas políticos y entusiastas de la Revolución cubana. A Camagüey viajaron en 2016 con la bipersonal Alfareros: Tlayacapan, México-San Miguelito, Camagüey, de 100 fotos en blanco y negro, exhibidas en el Museo Provincial Ignacio Agramonte.
Hoy, señaló Lalo, no todos en México defienden el Día de los Muertos: “Hacen su Halloween en casa, que no es una cosa ni la otra. Son gente que se desarraiga en su propia nación”.
Ese lamento también aflora en las palabras de Casimiro, porque “se ven menos vidrieras de panaderías decoradas y menos ofrendas en los domicilios”. La aspiración, por tanto, es a la perdurabilidad de la fiesta. Que “no sea borrada por el neoliberalismo y el consumismo 'al estilo americano' para que estas fotografías puedan actualizarse año con año, y que el pueblo mexicano no esté en trance de suicidio”.
El cierre rotundo de Casimiro Mass remite a la frase del cubano Fernando Ortiz que preside sus palabras al catálogo: “Todo pueblo que se niega a sí mismo está en trance de suicidio”. Parece un retrato para el debate cultural en Cuba hoy.