Imagina una compañía con más de seis décadas de historia, que en su época dorada fue sinónimo de grandes producciones. Hoy, en medio de la precariedad, sus creadores buscan en los almacenes, rescatan vestuarios, reinventan muñecos, los transforman en nuevos personajes, como si también fueran actores con múltiples vidas. Esa compañía es el Guiñol de Camagüey.