Hace diez años, envié un cuestionario que nunca tuvo respuesta. Lo redacté con el entusiasmo de quien descubre una nueva voz en la literatura, alguien que, como yo, había sido reconocido con un premio nacional. Aquella vez, pensé que era mejor enviar preguntas escritas a Randoll Machado Hernández (Camagüey, 1986), darle tiempo y espacio para responder sin prisa. Pero el silencio se extendió y, con los años, dejé de esperar.