CAMAGÜEY.- La Universidad de Camagüey (UC) Ignacio Agramonte Loynaz acaba de cumplir 52 años de creada. Hoy es el mayor centro de estudios en esta provincia, con más de cincuenta programas, solamente de pregrado, distribuidos en las diez facultades de sus tres sedes académicas.

Fue la primera institución de su tipo fundada en Cuba luego del triunfo de la Revolución. Hoy cuenta con 132 convenios firmados junto a instituciones de 33 países. Asimismo, de sus aulas han salido más de 78 000 graduados, de ellos 1 276 son profesionales extranjeros de más de 75 naciones.

Sin embargo, estas cinco décadas no han sido un camino de rosas para profesores y estudiantes. Además del esfuerzo y la dedicación cotidianos que implican las labores investigativas, la Universidad ha tenido que cargar con una cruz nada ligera.

Más para mal que para bien, su sino ha estado marcado por otro hecho histórico que ha cambiado también la vida de toda Cuba: cinco años y medio antes de la fundación de la UC, John F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos en aquel entonces, firmaba la orden ejecutiva con la que implantó formalmente el bloqueo económico, comercial y financiero a nuestro país.

Dicho de otra forma, ningún estudiante o profesor de la UC conoce qué es llevar una vida académica sin el hostigamiento de un gobierno extranjero. Así lo afirma Doraine Linares, estudiante de cuarto año de Derecho, quien conoce en carne propia las consecuencias de una política que, no por fallida, parece tener fin.

“A causa del bloqueo se nos hace difícil el intercambio académico con profesores extranjeros, la movilidad estudiantil desde y hacia otras universidades fuera de Cuba, así como la participación en eventos internacionales”, ejemplifica Doraine, quien es bien conocida allí, pues es la presidenta de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) en el plantel.

A propósito, argumenta el profesor del departamento de Agronomía de la Facultad de Ciencias Agropecuarias, Carlos Manuel Batista: “En la universidad podemos ver el efecto del bloqueo en la imposibilidad de nuestros profesionales de acceder a bibliografía especializada, o a reactivos químicos y biológicos para nuestros laboratorios, o a softwares profesionales.”

“También hemos podido ver las acciones del bloqueo en la no participación de profesionales extranjeros en eventos organizados por la Universidad. Ellos se han visto obligados a negarse a participar debido al miedo de las represalias de los Estados Unidos por ingresar a nuestro territorio”, añade.

“Es injusto e inmoral”, afirma, no sin pasión, otro de los profesores de este centro, Jorge Beranes. Y agrega a su sintética denuncia: “El bloqueo es el principal escollo que enfrenta nuestro desarrollo, no solo el de la universidad, sino el todo el país”.

Y por supuesto que tiene razón. Aun cuando sus consecuencias pueden ser cuantificables en pérdidas económicas; otros daños son menos “medibles” con números y calculadoras: los que han sufrido las cubanas y los cubanos en su cotidianidad, impedidos de llevar una vida “normal”.

Y así les ocurre a los estudiantes y profesores de la UC. El Dr.C. Amílcar Arenal Cruz, decano de la Facultad de Ciencias Agropecuarias, conoce bien de esos efectos “adversos” del bloqueo de Trump y otros diez presidentes norteamericanos: “Desde el año 2013 tenemos proyectos internacionales. Solo nuestra facultad tiene cinco con instituciones de Bélgica. Pero esa colaboración se ve obstaculizada por las disposiciones del bloqueo, que nos limitan a la hora de pagar a través de bancos extranjeros, por ejemplo, o de adquirir los reactivos para los experimentos.”

Sin embargo, los daños van mucho más allá: “El 90 % de esos reactivos que utilizamos son elaborados en Estados Unidos, por lo que es bastante difícil adquirirlos. Mientras que otros productos cuestan en Europa el doble o el triple, así que se encarecen”, dijo a Adelante digital el “profe” Amílcar, quien imagina el desarrollo que tendrían la Universidad y Cuba si no existiera el bloqueo.

Pero, por ahora, sigue siendo una triste realidad que golpea en las más disímiles obras educativas de la UC. En la Facultad de Construcción, por ejemplo, la profesora jefa de la carrera de Arquitectura, María Lourdes Pérez Llanes, cuenta: “Formar un arquitecto es costoso y más en una educación pública y gratuita como la nuestra. Es una carrera que demanda muchos materiales para el diseño y la expresión gráfica, y cada año se nos hace más difícil adquirirlos.”

Pero, ¿quién dijo que los jóvenes se quedan de brazos cruzados? “En este contexto nuestros estudiantes han desarrollado una creatividad por sobre las normas de la carrera para asumir todos estos problemas serios con los materiales”, afirma la profesora Pérez Llanes.

Por su parte, el rector de la UC, Dr. C. Santiago Lajes Choy, afirmó que, a pesar de los ajustes económicos realizados a causa de la actual situación provocada por la administración de Donald Trump, ninguna de las 53 carreras que se cursan allí cerrarán.

“La administración de Trump crea prácticamente todos los días un cerco nuevo, y nosotros tenemos que estar activos. La universidad ha hecho adecuaciones a los programas, sin disminuir la calidad, como en algunas carreras de ingeniería. Son medidas como hacer las prácticas en centros más cercanos para ahorrar en transportación, o aumentar la participación de los estudiantes en la producción, lo que beneficia a esos centros pero también a los estudiantes”, explica el rector.

Tampoco, dice, se verán afectados los más de 2 500 estudiantes que residen aquí por provenir de otros territorios. “Hemos mantenido la beca, a pesar de las medidas de ahorro energético. Seguimos adecuándonos porque el principal objetivo es mantener el centro abierto, bajo ninguna circunstancia se cerrará. Más cierto que el cerco de Trump es que la Universidad sigue y seguirá”, afirma de manera enérgica, como si se lo estuviera diciendo al mismísimo Trump en persona.

En tanto, Norbis Cabrera Pérez, estudiante de quinto año de Arquitectura, de la “tropa” a la que hizo alusión la “profe” María Lourdes precisamente, afirma al respecto: “La enseñanza superior en Camagüey tiene grandes retos, porque tenemos que sobrepasar diariamente los límites que nos impone el bloqueo y la administración Trump”.

Con el optimismo propio de los jóvenes, Norbis resume bastante bien lo que podemos hacer como cubanos --más allá de lo que “nos están haciendo”-- para no dejarnos derribar: “En la UC, tenemos que imponernos, buscando nuevos medios, desarrollando tanto los recursos humanos como tecnológicos en nuestros centros de investigación. Hay barreras que tenemos que sobrepasar, para lograr la competitividad nacional e internacional junto a otras universidades.” Ese es el mayor desafío.

A sus 23 años, el vicepresidente de la FEU espera que más temprano que tarde se ponga fin al bloqueo económico, comercial y financiero, que por casi 58 años ha puesto zancadillas al desarrollo de la Isla. Sus profesores y compañeros de estudios lo añoran también. Y, por supuesto, todos los cubanos.