CAMAGÜEY.- Hay cuestiones dignas de nunca ser olvidadas, a pocas horas de que en Nueva York, la Asamblea General de las Naciones Unidas votara la resolución cubana sobre la "Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos contra Cuba", y que los habitantes de este archipiélago disfrutaran, otra vez, el vencer con 189 votos a favor, 2 en contra y 0 abstenciones, con el añadido de que las enmiendas propuestas por Washington para postergar el proceso de votación en la ONU de la resolución de condena al bloqueo fueron rechazadas abrumadoramente.
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El ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, se refirió a hechos muy concretos de niños cubanos enfermos, que aunque fueron salvados por el empeño de los profesionales de la Salud cubanos, no dejan de ser escalofriantes ante tanta falta de humanidad y desapego a la solidaridad con sus congéneres por parte de los Estados Unidos Unidos de Norteamérica, pues no contaban con los fármacos ideales para enfrentar sus dolencias, debido al bloqueo impuesto.
Mientras escuchaba el desarrollo de la Asamblea recordaba que la falta de fármacos, esa a la que se refería el Canciller cubano, es una realidad con la que se choca día a día en nuestras instituciones de Salud donde son atendidos los pequeños de este país con cáncer, quienes son asistidos con el ímpetu de salvarlos y de que disfruten de una adultez con calidad, porque los tratan cual suerte de cualquier otra dolencia grave potencialmente curable, y el responsable de tantos obstáculos es el Gobierno de los EE.UU.
Para esos chicos se emplean tratamientos combinados con vacunas terapéuticas junto a la quimioterapia y aparte de ser una realidad que enfrentan debido a esa mala jugada que les impone la vida, se les suma el odio que transpira el vecino del Norte, por supuesto, algo que lo sufren con la inocencia propia de la edad, pero que sus padres y familiares saben muy bien cuál es el precio de tanta deshumanización.
He sido testigo de acciones que se realizan en aras de preservar la vida de los niños. Por un solo adolescente camagüeyano se compró un anticuerpo monoclonal de última generación a un costo —cada bulbo— de cinco mil dólares y el tratamiento lleva implícito 24, y este era el resultado de su adquisición mediante terceros países muy lejanos, mientras si hubiese podido adquirirse en los EE.UU, tan cerca de nuestra nación, hubiera salido hasta 10 veces más barato.
Ese país que tanto se “vende” como el paladín de los derechos humanos a la vista del mundo le impide a Cuba obtener medios, vacunas pediátricas y citostáticos imprescindibles para el tratamiento de varios tipos de cáncer infantil. Las transnacionales estadounidenses han llegado a comprar laboratorios farmacéuticos que mantenían contratos con Cuba, una persecución enfermiza.
Desgraciadamente serían interminables los ejemplos, y para mal, de las afectaciones de esos menores enfermos, pero se precisa conocer que si, incluso, un porcentaje de alguno de los componentes de fármacos o aditamentos son estadounidenses, que expenden en otros países, les prohíben la venta a Cuba.
Es cierto que aquí se gasta mucho por concepto de la compra de equipos, medicamentos y material gastable, lo que pudiera emplearse para satisfacer otras necesidades que le harían la vida más agradable al pueblo cubano; no obstante, el daño sufrido por cada cubano en diversas esferas, con mayor significado si se trata de la salud, acrecentado si el involucrado es un niño no puede calcularse.
De cualquier manera Cuba exhibe adelantos incuestionables por la fortaleza en la preparación profesional de sus médicos y personal de la Salud en general, la de sus investigadores y la voluntad política del Estado de priorizar ese sector por encima de las carencias y son fabricadas varias vacunas terapéuticas contra tumores malignos para adultos, como sucede con los cerebrales, de cabeza y cuello, de pulmón, próstata..., porque el Estado cubano se esfuerza por elevar la calidad de vida de sus habitantes.