“Feo, feo. Todo este monte estaba perdío en marabú, ya de hacha. Tres matas de salvadera, un pozo y una casucha, eso es lo que había hecho aquí. Estas tierras se pasaron una época larga sin atención, por eso nos costó mucho trabajo, dinero y tiempo empezar a ver los frutos”,  contó Léster.

Eran más de 40 hectáreas para aquel muchacho de 19 años que a un lado llevaba el hacha, y al otro a su mujer, tan joven como él.

“Cuando me gradué de técnico medio en agronomía tenía bien claro que lo mío era el campo. Siempre me gustó, desde que era un niño y venía a la finca de mis abuelos”, confesó el ahora finquero en ascenso, dueño de más de 100 reses, decenas de carneros, gallinas y cuatro caballos. Logros impensables hace solo unos años atrás cuando no era asociado a la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) “Batalla de Las Guásimas” de Vertientes.

Billalla. Así describe una vecina a Léster Domínguez García. “¿Quién diría que ese muchacho alocado se convertiría en todo un hombre de trabajo, un padre  de familia, un campesino con resultados?”, se pregunta con grato asombro, FULANITA DE TAL, que hoy se desempeña como organizadora de la Anap a nivel municipal: “Siempre estaba jugando pelota, volando palomas, chivando… Es hijo único, y pasaba casi todo el tiempo con la madre, porque el papá trabajaba en el campo. Que se haya superado así también es un logro familiar”.

“Para el que quiere doblar el lomo venir para el monte es una buena opción, el que busque la vía fácil que ni venga. Aquí me he dado machetazos y no he ido al médico, me he tenido que atender aquí mismo. Hace un tiempo tuve un esquince, me pusieron una canal y todo, pero al otro día me la tuve que quitar porque el otro hombre que trabaja conmigo se había ido para Oriente a ver su familia, ¡tenía que atender los animales!”, comentó Léster, que además de los 18 000 litros de leche planificados para el año en curso, ceba unos 50 toros.

“Para sacar buena leche hay que darle buena comida a las reses, que no les falte el agua, no maltratarlas; hacer doble ordeño cuando se puede, entre junio y septiembre. Lo otro es que cada vez que necesito al reproductor de la cooperativa viene sin demora. También tenemos la ventaja de tener un presidente como Eliserio que gestiona las ventas con el Cárnico y así no nos atrasamos con el dinero para invertir, sí, porque esto da ganancias pero cada vez que te viras para una inversión se lleva miles de pesos.

“Me fuera mejor si nos apoyaran más. Los rollos de alambre son un rollo resolverlos, porque le dan muy pocos a la CCS. Así pasa con el herbicida, las botas de goma… ¡Mira el viento que hay aquí y no le venden a uno un molino! Hay corriente eléctrica, pero el voltaje es un problema, porque aunque está legal es por tendederas y el metro contador está como a cinco kilómetros de aquí. Me compré un punyá en $ 3 500 y el voltaje no dio para echarlo a andar.

“También nos cerraron la escuela rural de aquí de La Hormiga, que al lado vive una licenciada en educación primaria con su maestría y todo; ahora hay que llevar a los niños a La Fela. El único hijo que tenemos ya debe empezar la escuela y estamos pensando comprar una casa en Vertientes para facilitarle el estudio, pero no todo el mundo puede hacer eso.

¡Una casa! A la vuelta de tantos sudores, temores al fracaso, días grises y hasta negros Léster, ahora con 24 años, puede adquirir una vivienda propia, algo que no tienen muchos de sus contemporáneos. ¿El costo? Levantarse a diario a las 4:00 a.m. a ordeñar y seguir trabajando hasta que anochece, “porque siempre hay qué hacer. De noche veo un poco del Paquete en el televisor y a las nueve y pico me acuesto. Esto es duro, pero deja grandes beneficios. Lo otro que quiero comprarme es un motor moderno, pero por necesidad, porque si por mí fuera andaba siempre en mi carretón; no me gusta especular ni sobresalir.

“Te repito, es duro, pero no hay nada mejor que ganarse el sustento haciendo lo que a uno le gusta. Aquí he levantado las bases para mi futuro y el de mi familia. Mi mujer, Yeinis Rayan Guerra, no tiene a nadie en la familia de origen campesino; estudió bibliotecología y lo dejó todo para acompañarme. Ella de chiquita decía que el monte era pa' pájaros y mira: ¡Hasta pasó el embarazo aquí, sin ella nada fuera igual!”.

“Esta vez el título quedó en el aire, sin adecuada justificación”, puede esgrimir algún entendido. “No me gusta, porque, entonces, ¿la mejor manera de ganar dinero es irse para el campo a pasar las de Caín?”, puede juzgar un lector. Pero, amigos, cuando Léster me dijo que en el 2015 sus utilidades como ganadero habían sido unos $118 000, (sin contar dividendos de gallinas y carneros, y de las tres hectáreas dedicadas a granos y viandas) enseguida me saltó a la mente como hilo conductor de esta historia la tesis de que trabajar con honradez y tesón es el mejor de los modos posibles de fomentar riquezas, la del bolsillo y la del alma. Y a Léster lo vi afortunado.

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