"Primeramente —relata Domitila Rodríguez Nápoles, de 89 años— que a Homero lo llevaron para otra casa más cercana al batey de Los Naranjos, pero como era de la zona todo el mundo quería verlo y eso constituía un peligro porque más de 1 000 soldados buscaban a los combatientes dispersos".
Después lo trasladaron para casa de Leoncio López Villafaña, un dirigente del Movimiento 26 de Julio que tenía su finca mucho más adentro, con menos posibilidades de ser descubierto. "Por el día —contó— lo escondíamos en una arboleda de frutales y por la noche dormía en una barbacoa. Porque Homero tenía una infección muy grande, toda su cara negra, muy hinchada y en esas duras condiciones tenía que ser operado.
"Yo lo veo muy mal, le dije a Leoncito, si este muchacho se nos muere aquí antes de que aparezca un médico ¿qué vamos a hacer con él? Me contestó que estábamos en guerra y rodeados de enemigos, tendríamos que enterrarlo en un lugar que solo podremos conocer nosotros y su hermano. Yo hice una promesa a la Virgen de la Caridad para que se salvara, para cumplirla cuando triunfara la Revolución, porque después que pasaron por aquí las columnas invasoras de Camilo y el Che sabíamos que a Batista ya le quedaba poco.
"Tras recuperarse de la operación lo llevaron para mi casa y estuvo casi una semana sin poder comer nada, tenía las mandíbulas rígidas por las heridas. Durante todo ese tiempo yo le daba el agua, la sopa y los jugos con unos algodones y gazas que sumergía en los alimentos y los ponía en su boca. Imagínese la 'hartá' de comida que se dio apenas mejoró un poquito".
Domitila nunca olvidará aquellos días finales de septiembre en San Felipe. "Había tiros y bombas por dondequiera, los aviones bombardearon toda la zona. No vaya a creer, hubo gente que se orinó y todo. Ahí fue donde mataron a Roberto Reyes Reyes, quien llegó con la primera tropa rebelde que bajó por esta llanura camagüeyana".
II
Orlando Almanza Corona, primo de Homero y experimentado combatiente de la Lucha Clandestina y del Ejército Rebelde, quien guió al Comandante Ernesto Che Guevara desde los montes de San Miguel del Junco hasta Cuatro Compañeros, en su travesía por el sur de esta provincia, fue el encargado de llevar a los doctores Juárez y Silven y las medicinas para curar a los heridos que lograron salir vivos de la emboscada de Pino Tres.
"Lo primero que hice —expresa— fue llegar a mi finca a dejar el cargamento de medicinas y otras provisiones. Cogimos una parte para atender a los heridos en el monte y pasamos a ver a Guache, el enlace que teníamos para llegar hasta donde los tenían escondidos. 'Oye, —y nos dijo— estás loco, hace un rato salieron de la tienda cuatro camiones de guardias que cargaron con toda la mercancía para que no podamos llevarle nada a los rebeldes'.
"Mandé a ensillar cuatro caballos para llegar con los médicos hasta donde tenían a Homero, el más grave de todos y a quien había que operar urgente para extraerle una bala que le entró cerca de la garganta y se alojó en el cuello, ocasionándole una infección que impidió le cogiera la anestesia. Llegamos hasta una pequeña cama donde se encontraba, lo ayudé a incorporarse y lo acostamos en la mesa del comedor y, como resultó muy corta, arrimamos la máquina de coser con una almohada para que pudieran sacarle el proyectil".
III
Homero Monteagudo Yero, integrante de una célula del Movimiento 26 de Julio y combatiente del Ejército Rebelde, más tarde cumplió misiones internacionalistas en Guinea Bissau y Angola, quien se incorpora a la Columna 11 Cándido González tras su entrada al territorio camagüeyano por el municipio de Santa Cruz del Sur, cuenta los hechos hasta el momento en que conoció a Domitila.
"Yo iba en el tercero de los camiones emboscados por el ejército de la tiranía en Pino Tres. Mi jefe quería que yo fuera en la cabina porque hacía unos días estaba con mucha fiebre, pero le dije que iría junto con el resto de mis compañeros. Cuando se forma la balacera dos disparos me dan en el rostro, uno me rozó entre el labio superior y la nariz y el otro parece que impactó primero en la baranda, porque me entró muy cerca de la garganta y el proyectil no salió.
"En medio de la confusión y con la ayuda de un primo mío con quien me alcé, logro tirarme del camión y abrirme paso junto a otros sobrevivientes por el cañaveral, sabía que mi hermano Ramiro estaba cerca de Pino Cuatro, en casa de un cuñado y hacia allá encaminamos nuestra marcha en medio de la oscuridad de la madrugada. Necesitaba que avisaran a algún médico y a los tres días de los sucesos fue que me operaron para extraerme la bala. Después que los médicos me atendieron Leoncito me llevó para la casa de Domitila. En un ranchito, conocido como vara en tierra, ella me cuidó y alimentó".
A la hora de despedirme de Homero, Orlando y Domitila, pregunté a esta generosa mujer si pudo cumplir su promesa, a lo que me contestó:
"¡Cómo no iba a cumplirla, si de puro milagro el muchacho salvó su vida! Yo fui de rodillas de la casa mía a la de Leoncito, casi un kilómetro. Me levanté como a las cuatro de la madrugada y llevé tres paquetes de velas para encendérselas también. Unos muchachos me acompañaron, y mire si estaba lejos que yo estuve más de una semana curándome los rasguños, y eso que me puse unas almohadillas antes de salir".
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