CAMAGÜEY.- La agricultura camagüeyana sigue dejando un saldo negativo en la correspondencia entre producción y demanda. Allí están los mercados y placitas con sus vitrinas vacías casi todos los días de la semana y los precios “astronómicos” de los surtidos exclusivos de los carretilleros, como muestras de ello.
Para ser justos es importante apuntar que si bien hay un montón de asuntos burocráticos, de mala gestión y carencias materiales que resolver, no se anda de brazos cruzados por estas llanuras. En 2020, por ejemplo, en medio de los estragos de la pandemia, las medidas de recrudecimiento del bloqueo y las limitaciones económicas que redujeron la disponibilidad de combustible, se materializó la mayor siembra de primavera de los últimos años con más de 19 000 hectáreas.
Lo que sucede es que hoy, con limitaciones de semillas, sin fertilizantes y pesticidas y con pocos sistemas de riego, más tierra plantada no significa más producciones. Los “no hay” han dejado pésimos rendimientos en la mayoría de los cultivos.
Con tales cuentas hechas y vividas, ya se sabe que las 19 503.5 hectáreas previstas para la actual campaña de siembra de primavera --de marzo a agosto-- no podrán engordar los surtidos en la mesa de los camagüeyanos. La provincia, al cierre del calendario anterior, según el Anuario Estadístico de Cuba, tiene más de 763 000 habitantes, los cuales en su gran mayoría (el 78 %) residen en zonas urbanas y dependen de lo que se produce en las áreas rurales despobladas.
Sembrar más queda como única alternativa, mas se sabe que no es “coser y cantar”. Según información ofrecida recientemente por Julio Velázquez Ávila, delegado provincial del Ministerio de la Agricultura (Minagri), estiman que al cierre de agosto queden sembradas todas las áreas proyectadas. El funcionario explicó que las principales líneas de trabajo se han concentrado en incrementar el ritmo de siembra en 173.0 ha diarias, de ellas 60.0 ha de plátano, 19.0 ha de boniato, 1.9 ha de yuca y el resto de frutas como: guayaba, fruta bomba y piña; así como asegurar las hortalizas de primavera (pepino, habichuela, berenjena y quimbombó).
Lo ya sembrado resulta insuficientes para alcanzar las 30 libras per cápita por habitante, cantidad mínima a garantizar según el programa de autoabastecimiento territorial. Al cierre de junio, la provincia cerró con un promedio de 22 libras, aunque hubo municipios como Santa Cruz del Sur, Guáimaro y Céspedes que ni siquiera llegan a las 20. De las 10 143 toneladas calculadas por el Minagri como demanda de la provincia por mes, se vendieron 7 425, con un déficit de 2 718.
Las cifras a todas luces siguen lejos de las necesidades. En la agricultura urbana, suburbana y familiar se estimó que la demanda era de 745.42 hectáreas; hoy con 814.6 ha en explotación muchos creerían resueltos estos surtidos; pero bien sabemos que todavía constituye una proeza acceder de manera estable a vegetales y hortalizas.
En Camagüey hay mucho suelo todavía por sembrar. Basta con recorrerlo para ver cuántas áreas permanecen infestadas de marabú. En su más reciente visita al territorio Salvador Valdés Mesa, vicepresidente del país, insistió en ser más ágiles en la entrega de tierras. Incluso apuntó que las que pertenecen hoy a la ganadería y a las plantaciones cañeras y están ociosas se pueden otorgar pactando de antemano un tiempo limitado para su explotación.
Otras asignaturas pendientes de la agricultura agramontina son generalizar las mejores prácticas y los resultados de la ciencia, y asesorar y exigir a los gobiernos locales porque se cumpla la política de comercialización. Este último un asunto estratégico, pues mientras los números no alcancen para llenar el plato necesitamos que no se pierdan cultivos y las producciones tengan precios justos para todas las partes.