CAMAGÜEY.-  Fueron brazos campesinos los que en mayoría empuñaron el machete mambí durante las contiendas de 1868 y de 1895; los que en la República Neocolonial pelearon contra los desalojos y los atropellos de las compañías extranjeras y los latifundistas; los que a precio de sus propias vidas dieron refugio y comida al Ejército Rebelde y les enseñaron a los barbudos sobrevivir en las montañas. Brazos campesinos han forjado junto al resto del pueblo el camino de esta Isla irredenta.

La Revolución triunfante en aquel enero luminoso, antes de concluir el quinto mes en el poder, les cumplió a los hombres y mujeres del campo una de las promesas de Fidel plasmadas en el programa del Moncada, la Ley de Reforma Agraria. Aquel acto de justicia marcó el rumbo de unidad inquebrantable entre el campesinado y el proyecto social, el cual se afianzó con la fundación el 17 de mayo de 1961 de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).

Durante 60 años ha acompañado y guiado a los campesinos, proporcionándoles representatividad ante el Estado y la sociedad. Juntos elevaron la calidad de vida en las comunidades rurales.

Aunque todavía en ese sentido queda mucho por hacer y las carencias económicas dejan sus huellas, tan solo en Camagüey en esos parajes intrincados disfrutan de cinco círculos infantiles, 292 escuelas primarias, 11 secundarias básicas rurales y seis preuniversitarios, 156 consultorios médicos y 256 círculos sociales.

Bien saben quienes los habitan que en dichos asentamientos son las cooperativas el alma de la comuna.

Ellos, además de hacer parir la tierra y criar los animales asumen —en lo posible— la reparación de los inhóspitos caminos, de las principales instalaciones que prestan servicios al pueblo y de mantener monumentos y sitiales históricos.

 Una de las grandes conquistas de la organización ha sido su trabajo en pos de visibilizar el trabajo de la mujer en el ámbito rural y su empoderamiento.

Aún insatisfechas con lo logrado, en la provincia 33 féminas ocupan cargos en la Asociación en los diferentes niveles de dirección, y unas 600 lideran en las organizaciones de base. La fuerza femenina cuenta con 6 548 asociadas y se destacan fundamentalmente en la producción de leche de chiva y miel, aunque están representadas en todos los renglones productivos.

Tales cifras crecen cada año, al igual que la incorporación de los jóvenes.

La organización de los agricultores pequeños defiende entre sus prioridades reforzar el desempeño de la familia como célula funda-mental de la sociedad, en la formación de los valores éticos y morales, para lo cual cuentan con el aporte de las brigadas Federación de Mujeres Cubanas-ANAP.

Otro de sus empeños es preservar y cultivar lo mejor de las tradiciones campesinas, desde los platos tradicionales, la artesanía, la música y la danza hasta el deporte.

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Ha promovido, además, el desarrollo de la agroecología, la conservación de la naturaleza y la protección del medio ambiente, a través de la divulgación de las experiencias entre los agropecuarios a partir de sus propios ejemplos y con su activa participación.

Ellos superan los resultados productivos de muchas empresas estatales y de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa.

En la actualidad, de cada 10 litros de leche que se producen en la provincia 7,8 lo aportan los anapistas y el 70 % de los cultivos varios son fruto de su sudor. Esto lo logran un total de 28 300 asociados.

Si bien en disímiles épocas el aporte del campesinado a la economía nacional y al consumo de la población ha sido estratégico, en estos tiempos de pandemia se torna imprescindible. Sin descanso han trabajado de sol a sol, sin importar los riesgos de la enfermedad o las limitaciones de recursos que los agobian.

De sus labores han salido no solo los productos para el consumo social, sino cuantiosas donaciones de alimentos a las instituciones de Salud y centros de aislamiento que luchan para detener la propagación de la COVID-19 .

Muchos desafíos quedan por delante e innumerables insatisfacciones por resolver; mas la generalidad es que quienes dan cuerpo y alma a la “sesentona” ANAP son gente humilde, abnegada, que no piden más que para trabajar, para incrementar sus producciones, esas que sabemos vitales en esta hora que vive Cuba.

Ellos, de piel curtida y alma noble, llevan en sí la dignidad de un país que se juró con todos y para el bien de todos.