CAMAGÜEY.- El Parque Botánico cumplirá cinco años este 7 de septiembre, empeñado en promoverse más por sus atractivos naturales que por las ofertas gastronómicas, un enfoque distinto al que ha primado hasta hoy.

En el recién concluido verano, que entre otras muchas medidas higiénicas tanto exigió del distanciamiento físico, opciones más atractivas y afines con el propósito inicial del espaciado y airado lugar, lo hubieran convertido en destino ideal para el disfrute de la naturaleza.

De ello están convencidos su director, Andrés Morales Leal, y su colectivo; por lo que ahora organizan recorridos, horarios y ultiman detalles para extender durante todo el año el programa que desarrollaron los viernes de julio y agosto en coordinación con la Oficina del Historiador de la Ciudad en sus Rutas.

Avistamiento de aves, acercamiento a las diferentes especies de la flora, intercambio con la naturaleza, posibilidad de adquirir plantas ornamentales… sin duda serán muy bien acompañados por las instalaciones gastronómicas que hace mucho se “roban el show” en ese sitio.

La Cueva, un restaurante muy peculiar y atractivo por su estructura arquitectónica, brinda servicios desde el mediodía hasta aproximadamente las 6:00 p.m. Según sus directivos, a pesar de lo descomercializado del lugar y sus precios económicos, cumplen sus planes de ingresos -que son altos- gracias a la variedad de platos a base de carne de cerdo, del cual no desaprovechan nada y lo sirven en todas sus variantes.

El Cafetal, en un ambiente más campestre, oferta diferentes tipos de cerveza, entre ellas dispensada, para acompañar los asados -que son su especialidad- y otros platos criollos como ajiaco y maíz.

Preferida por algunos padres por la seguridad que ofrece al ser exclusiva para los niños, y el poco público que hasta allí llega por lo aislado del lugar, resulta la piscina Cocoloba.

Pronto bien podrían refrescarse y divertirse allí los pequeños después de apreciar y aprender acerca de la riqueza de plantas autóctonas, introducidas y exóticas que atesora el Parque Botánico de Camagüey, un espacio donde la gastronomía debía ser complemento para el disfrute y no “plato fuerte” rodeado de plantas y aves.