Se da porque existen las cualidades, las motivaciones. No la podemos imponer ni amordazar. Aparece de forma natural por lo general de forma instantánea. Sin exagerar, podemos compararla con el amor a primera vista.

Casi siempre somos conscientes de que la llevada y traída palabra que nos ocupa hoy: Empatía, existe y fluye como el agua de los ríos. La hemos experimentado con personas de ambos sexos, de manera individual, e incluso con grupos cuyos intereses compartimos y de ahí parte la relación empática que resulta muy agradable.

 Eso nos sucede con los nuevos amigos que surgen en el decursar de la vida o nos son presentados en cualquier ocasión por conocidos. Hay que tener muy presente que la empatía se aprende. No se nace siendo empático.

 De acuerdo con textos consultados, es la capacidad que se posee de discernir las emociones y los sentimientos de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar, es decir, como un individuo afín con mente propia.

 Además, consiste en entender al otro desde su punto de vista en vez del propio o en experimentar indirectamente las percepciones de la otra parte. Implica ponerse en su piel, intuir de verdad lo que el otro está sintiendo. Constituye la intención de comprender el estado emocional del sujeto en cuestión o de las contrapartes, en caso de ser varios.

 Son a quienes se les puede mirar directamente a los ojos sin pestañar y no bajan la mirada o la esquivan. El diálogo va hacia los más diversos temas, sin que necesariamente tengamos que estar de acuerdo en los gustos y en el matiz de las opiniones. Extremadamente placentero resulta encontrar interlocutores con los cuales puedes hablar con libertad y receptividad sin tabúes ni medias tintas.

 No hay que verse a diario, pero siempre que sucede aprovechan la oportunidad. La conexión va mucho más allá de un lazo en vivo, puede el vínculo ser a través de las redes sociales, los celulares y el teléfono fijo.

 Te das cuenta de que la empatía te ha sumado a un nuevo miembro, cuando ver o pensar en ese semejante te entusiasma, porque te trae nuevas experiencias. A veces no tienes ni que detener tus gestiones para seguirle dando calor a tales nexos. Basta con un saludo a la distancia, los buenos días del amanecer e interesarte por la salud de él o ella y sus familiares.

 En la Cuba de hoy con un contexto tan retador y donde su población enfrenta un cúmulo de adversidades ilimitadas, como es el caso reciente de la quinta desconexión del Sistema Electroenergético Nacional, hallar un oído receptor capaz de dar consuelo y claridad a tus ideas deviene un bálsamo.

 Entonces, se puede lidiar mejor con lo que nos rodea. Doy fe de ello. Evidentemente, los que son empáticos entre sí exhiben cualidades afines y la sabiduría de comprenderse. Entender los estados de ánimo, preocupaciones e incluso enfermedades de otros, contribuye en mucho a que tal sentimiento florezca.

 Se les reconoce como empáticos a aquellos con capacidad de escucha activa, mantienen el contacto visual, prestan atención a los detalles y son atentos, tolerantes e intuitivos.

 Estudiosos del tema destacan que, al estar abiertos a una comunicación más fluida, a oír de forma activa, intuir y aceptar otras perspectivas, disminuyen los conflictos y, cuando surgen, son más fáciles de resolver, ya que ello permite conectar con los sentimientos de los demás, conciliar y resolverlos de forma pacífica.

 No importa el género del individuo, pero tampoco la similitud de edades e incluso las disímiles profesiones y ocupaciones personales.

 Tampoco el que nos una o no la sangre. No hay que ser familia para llegar a sintonizar, aunque no sea en un ciento por ciento. No se precisa que sea así. Tampoco exageremos.

 Durante mucho tiempo, incluso años, podemos haber visto a otras personas a la distancia, quizás desde la otra acera o pasar en el sentido contrario o tropezarse en la misma senda, sin que ninguna de las dos partes haya roto el hielo.

 Ser empáticos permite desarrollar habilidades sociales y mejora asimismo la interiorización de los estados emocionales propios.

 Muchas veces cuando se hizo el milagro de la comunicación, hay quienes finalmente se miraron de frente. La empatía se entronizó. Valió la pena. Inténtenlo.