MADRID, ESPAÑA.- Este verano no lo pasamos juntas. Mi hija está en Camagüey, y yo en Madrid, por un intercambio cultural que nos mantendrá a distancia por algunas semanas más. Pero cada día, para sentirnos cerca, escribo un pequeño texto para ella: una suerte de microcrónica de lo que he vivido, pensado o visto, como si compartiera el día al pie de su cama.
Ayer me pidió que viera por ella Las guerreras K-pop (KPop Demon Hunters), una película animada musical de fantasía y comedia estrenada el 20 de junio de 2025 en Netflix. Me había hablado de los personajes, de la canción Golden (en español, Dorada), y hasta del ramen temático que se vende con los rostros de las tres protagonistas: Rumi, Mira y Zoey. La conoce por fragmentos: clips, canciones, memes, audios doblados por fans. Y aún así, la siente suya. La vi por ella. Y terminé viéndola también por mí.
Rumi, la protagonista
La película cuenta la historia de Rumi, una joven estrella del K-pop que esconde una verdad difícil: es mitad demonio, hija de madre humana y padre del inframundo. Su vida transcurre entre escenarios brillantes, entrenamientos de combate y una amenaza constante que pone a prueba su fuerza y sus valores. A Rumi la crió una mujer que le prometió protección, y eso me hizo pensar en cuántos niños y niñas en el mundo, incluso en Cuba, viven marcados por la promesa de un cuidado esencial.
La obra recibió críticas mayormente positivas. Dirigida por Maggie Kang y Chris Appelhans, y producida por Sony Pictures Animation, Columbia Pictures y Netflix. La historia sigue a un supergrupo de K-pop que, en secreto, utiliza sus poderes para proteger a sus fans de amenazas sobrenaturales y de una banda rival de chicos decididos a conquistar corazones y mentes para el rey demonio Gwi-Ma.
Cuenta con música compuesta por Marcelo Zarvos, incluyendo la canción Golden, interpretada por el grupo ficticio Huntrix, con las voces de la surcoreana Ejae y las artistas estadounidenses Audrey Nuna y Rei Ami. La producción estuvo a cargo de Michelle Wong.
De momento, mi hija se me pareció a una de las guerreras —la de cabello corto con dos mechones que enmarcan la cara— aunque se niega a dejarse cerquillo. La vi en ella, sí. En su mirada inquieta, en su fuerza silenciosa, en su sentido de justicia. Me conmovió el personaje de Juni, un joven demonio cuya alma ha sido corrompida, pero que, con ayuda, puede salvarse. Me detuve en esa idea: la virtud de salvar el alma. Y no solo la propia.
Guerreras K-pop
Lo notable no es solo la película, sino lo que representa. Las guerreras K-pop es un producto de la poderosa industria cultural surcoreana, que desde hace más de una década ha expandido su influencia global en múltiples frentes: música, animación, moda, videojuegos, dramas televisivos. Lo que se conoce como la “ola coreana” (Hallyu) ha llegado con fuerza también a la niñez y la preadolescencia cubana, a pesar de las limitaciones tecnológicas y de conectividad.
En una entrevista para Forbes, la directora Maggie Kang reveló que varios grupos reales de K-pop sirvieron como inspiración para los personajes de la película. Según explicó, su objetivo fue crear figuras únicas que, al mismo tiempo, representaran arquetipos específicos del universo K-pop. Parap diseñar a los Saja Boys, el equipo creativo se basó en agrupaciones como Tomorrow X Together, BTS, Stray Kids, ATEEZ, BIGBANG y Monsta X. En el caso del grupo Huntrix, la inspiración fue más diversa, aunque destacaron influencias claras de ITZY, TWICE y Blackpink.
No hace falta que una película esté disponible oficialmente en Cuba para que sus personajes se vuelvan referencia entre los más jóvenes. Basta con que circule un fragmento en el paquete semanal, un audio reenviado por WhatsApp, una canción en Youtube, un doblaje casero o un sticker compartido en los grupos de Telegram. Los códigos de esta industria se propagan por su capacidad de condensar identidad, ritmo, emoción. Y nuestros niños los entienden. Los incorporan. Los hacen suyos.
Bandas reales
En las escuelas primarias y secundarias de Camagüey, se escuchan nombres de idols, bailes de coreografías que imitan a grupos coreanos, expresiones que remiten al anime coreano, y hasta formas de vestir influenciadas por esa estética de lo brillante, lo kawaii y lo poderoso. Pero no se trata solo de moda o entretenimiento: estas narrativas moldean también el lenguaje emocional, los referentes éticos, los gestos de rebeldía, y la noción de pertenencia de una generación que crece en un mundo hiperconectado, aun en condiciones de desconexión.
Las historias coreanas conectan con los niños cubanos por muchas razones: la centralidad de la familia, los conflictos identitarios, la lucha contra la marginación, el esfuerzo por superarse y, sobre todo, la tensión entre lo que uno es por dentro y lo que el mundo espera que sea por fuera. Rumi es poderosa, pero vulnerable. Famosa, pero incomprendida. Tiene un secreto, pero también un don. ¿Qué niño no ha sentido alguna vez algo así?
En lo técnico y narrativo, varios críticos internacionales han coincidido en que Las guerreras K-pop aportan frescura al cine animado juvenil. El diario The New York Times destaca que logra construir un universo original “encantador, divertido y visualmente vibrante”, mientras que TheWrap elogia su humor bien medido y la sátira eficaz hacia la industria del entretenimiento coreano. No obstante, también se han señalado limitaciones: la trama es sencilla y predecible —un sacrificio intencional, quizás, para conectar con un público infantil—, y deja interrogantes abiertas como el origen de los padres de Rumi, una línea que varios espectadores habrían deseado explorar más a fondo.
Banda demonios
Desde la crítica de fans, sin embargo, abundan los elogios. Muchos reconocen que el humor fue genuinamente divertido y “no dio cringe”, algo difícil en productos que combinan sátira y drama juvenil. También valoran el guiño paródico a los estereotipos del K-pop, las agencias de idols y las rígidas reglas de la industria.
En foros internacionales ya hay peticiones de que la historia se convierta en saga, señal de que las guerreras han logrado resonar más allá del fandom inicial. La banda sonora —en particular la canción Golden— se ha consolidado como un emblema emocional del filme y ha alcanzado gran difusión en plataformas como Spotify y YouTube, incluso en países donde la película no ha llegado oficialmente.
Volví a escribirle a mi hija para contarle que vi la película entera. Que lloré en la escena donde Rumi salva a Juni, y que pensé en ella. En su nombre: Alma. Y en lo simbólico que resulta que una historia tan fantástica nos hable, en el fondo, de algo tan real: que nuestra alma es también algo que otros pueden cuidar, rescatar, tocar con bondad.
Mientras el mundo nos arrastra a consumir rápido y olvidar más rápido aún, es valioso detenernos y pensar qué están viendo, qué están sintiendo y qué están aprendiendo nuestros hijos de estos nuevos mitos modernos. Quizás, entre demonios y guerreras, se estén formando también las brújulas morales con las que enfrentarán su tiempo.
Ramen
Para leer entre líneas: claves para padres y docentes ante la ola coreana
-No subestimar lo que consumen: Aunque los productos parezcan "ligeros", muchas narrativas coreanas abordan conflictos profundos: identidad, pérdida, presión social, familia, doble moral. Hablar con los niños sobre lo que ven ayuda a abrir esas capas.
-Interpretar, no censurar: En lugar de prohibir, es útil acompañar. Preguntar qué les gusta de un personaje o por qué cantan cierta canción puede ser una puerta a su mundo emocional.
-Detectar valores compartidos: Muchas obras coreanas exaltan la lealtad, la justicia, la solidaridad entre amigos y el respeto a los mayores. Estos valores pueden ser puntos de apoyo para fortalecer vínculos familiares.
-Aprovechar lo simbólico: Si un niño dice que quiere ser como Rumi, no solo quiere peinarse igual: está expresando un deseo de fuerza, de autenticidad o de liberación. Escuchar esas referencias es clave para entender sus aspiraciones.
-Incluir estas culturas en el aula: La ola coreana puede ser punto de partida para debates sobre identidad, diversidad, migraciones, industrias culturales y modos de producción global. No es solo moda: es contenido para pensar.