CAMAGÜEY.- Anoche no nos acostamos sin dejar listo el regalo para las maestras, porque los niños de mi casa saben que una postal es un bien preciado.

Hoy llevaron sus modestas tarjeticas personalizadas. Por primera vez dedicaron una en otro idioma: "Happy day teacher".

He escuchado a muchos padres quejarse por aquello de que casi no han dado clases este curso, y por tanto no hay nada que celebrar ni agradecer este Día del Educador en Cuba.

En un mes he disfrutado el entusiasmo de los míos, por ejemplo, la alegría de mi sobrino al descubrir el billón, la raíz cuadrada y los aborígenes. Tuve un déjà vu por su trabajo práctico acerca de los conductores de calor.

A mi hija la motiva mucho su iniciación en inglés, entre otras razones, "porque puedo decir ailoviu, mom, y también entender cómo se escribe mailirerponi". Hizo una postal para Moraima, mi maestra querida, que casualmente da clases en el aula de al lado.

Madres y padres nos exprimimos el bolsillo para que esta mañana nuestros niños tengan una fiesta con refresco y pastel con sus maestras. No hay dinero para más, aunque un detalle de cariño en un cartoncito trabajado con sus propias manos es invaluable.

Yo sí me creo que ellas, las maestras, saben, deben saber valorar la postal de un niño. Cuando los niños regalan dibujos entregan el alma.

Además, intento regalar experiencias y no objetos materiales. Yo riego en mis niños la experiencia del amor y estimulo en ellos la curiosidad. Ambas semillas germinan en su capacidad para el asombro.

Feliz día a todos los educadores, los de título y los de oficio. La vida es un aprendizaje constante. Necesita de quien ofrezca y también de quien reciba.