CAMAGÜEY.- El cubano suele referirse, con ropajes linguísticos muy “propios”, a los asuntos de relevancia, incluso en los momentos más difíciles. Ahora, con la embestida de la nueva versión del coronavirus, no hace excepción. El humor se exhala en esas “verdades” acuñadas por la sapiencia popular; esa sin un trasfondo académico, sino emanada de lo que algunos bautizan irónicamente como “universidad de la calle”.
Por estos días algunos salen (justamente) acusados de “irse con la de trapo”, por repetir insinuaciones o falsas noticias, sin verificar los datos, que cada día se ofrecen aquí desde fuentes oficiales. Otros hablan de ir “soltando las riendas”, para animar a pasos futuros—pero que han de llegar sin prisas, en su momento.
La mayoría se refiere a este asunto llevado por los deseos de tener de vuelta la vida normal, pero sin dudas respecto a los protocolos diseñados por el sistema de salud nacional, por eso de que “vista hace fe”. La máxima dirección aconseja calma, pues un golpe de timón brusco puede echar por la borda los avances.
Aunque ya se ha ido saltando a pruebas masivas selectas en todo el país, y el número de casos encontrados tiende a la baja, el descuido en otras naciones ha llevado a la reinfección, por lo que se debe andar con “pies de plomo”, sin ligerezas, ni apresuramientos, poco a poco, sobre la base de consolidar los avances
Los “truenos” cercanos geográficamente, y hasta los de allende los mares, nos advierten de las tempestades que ocasionan las políticas neoliberales en las capas más sensibles de las sociedades capitalistas, vivo testimonio de las vulnerabilidades que tienen en la (des)atención médica. La falta de medios mínimos en los hospitales toca, pero muy de cerca, hasta al poderoso vecino que durante más de seis décadas no ceja de agredir a Cuba, como si este pequeño archipiélago fuera, como se ha dicho, “el ombligo del mundo”.
Los adversarios políticos presagiaban una verdadera masacre por el nuevo coronavirus en Cuba, y hasta hubo quienes apostaron por un colapso social que llevaría poner al país al borde de una eclosión popular. Pero una vez más, quedaron con sus deseos frustrados, pues incluso varios países (Europa incluida) pidieron ayuda sobre la base del ganado prestigio del hacer de nuestro personal médico.
Aun en medio de severas restricciones financieras, agravadas por la inactividad en fuentes tributarias como es el turismo, tenemos la ventaja de disponer de una infraestructura de investigación con logros en medicamentos muy novedosos, y de impacto internacional, una de las claves de nuestro éxito, pues varios son aplicados en los protocolos de salas de terapias intensiva y media, sin obviar otros que favorecen el mejoramiento de las capacidades defensivas del organismo.
Cierto que las medidas de confinamiento son duras, devienen examen colectivo poblacional, la familia se somete a tensas problemáticas, desde las alimentarias hasta la de convivencia permanente. El estrés hace mella…
Hay más, por supuesto: súmele los gastos disparados de consumos sin compensaciones. Desde el alza exponencial en la demanda eléctrica, hasta la de alimentos, dados por la mayor permanencia de la familia en el hogar y los renglones de alta demanda cuya cobertura resulta insuficiente.
No es tiempo de abandonar las extremas medidas de seguridad. No hay razones para desestimar la amenaza de un enemigo invisible... pero real: en el mundo, miles de personas han muerto, cientos permanecen hospitalizadas, y otras han regresado a sus viviendas, algunas con heridas internas del nuevo coronavirus que pueden afectarles por un tiempo, o de por vida.
Vamos con ventaja, discreta, sin embargo, ventaja al fin, empero nadie puede decir, y menos asegurar, que ya está resuelto el problema. O lo peor, que es “agua pasada”. A ese microscópico rival, temible, peligroso, letal… hay que “mantenerlo a raya”.
Imperdonable sería que con los increíbles esfuerzos estatales realizados, se abra espacio a la comisión de insensateces, a quienes “meten la pata”. No es momento para retozar con imprudencias, las que en buen argot popular se bautizarían también como “irnos con bola mala” si nos apegamos a la siempre rica fraseología beisbolera… igualmente popular.