CAMAGÜEY.-Al África se la han repartido tantas veces que a Google le resulta imposible cuantificar. Viena y Berlín que están mucho más al norte, por ejemplo, han sido sedes de conferencias distribuidoras de la gran piñata natural de 8 000 millones de kilómetros cuadrados.

El botín incluye los ríos Níger y Togo, minas de cobalto, el Kilimanjaro, el canal de Suez, el lago Tanganica y sus inmediaciones, y el cuerno somalí. África y fuga de capitales es a día de hoy lo mismo. Nadie leyó la cartilla sobre pérdida de posesiones a los primeros homo sapiens de aquellos predios sobrados de grados Celsius la mayor parte del año. Sin fronteras para entonces, anduvieron por voluntad exploratoria. Pioneros de la emigración, guía para Marco Polo. Fue así que se pobló desde Groenlandia hasta la Patagonia, incluso Tahití.

Eduardo Galeano llegó a cuestionarse si Adán y Eva eran negros. Miles de siglos después a la España que lo tuvo todo, fueron los moros, primos-hermanos de los negros, quienes le legaron lo mejor de la cultura musulmana, que venía con mostaza, molinos de viento, ajedrez, álgebra y la trigonometría. Eso y más. Pero es una herencia negada porque el diablo también es negro.

El racismo habita en el Alzheimer y clasifica lo inconveniente. Al Caribe llegaron en barcos pestilentes y nos dejaron sobredosis. A los ibéricos, como a Thomas Jefferson con su esclava Sally, mucho les gustó la sazón de los glúteos yoruba. Tanta fusión dio al traste con el altar compartido entre Oshún y la Virgen de la Caridad.

Agradecidos, porque a su vez la brutal agencia de viajes nos trajo rumba, jazz, bossa nova; se poblaron las favelas de Brasil, se llenó de música Nuevo Orleans, y de ritmo los solares habaneros. La Unesco se dignó de tomar nota de todo. África ha tenido que abrirse camino con un cinturón de llagas y mucha explotación a cuestas.

Tuvo que aguantar varias guerras antes de lanzar fuegos artificiales en la FIFA World Cup de 2010. Empero tiene un aval con hijos gloriosos, 18 Premios Nobel, 45 medallas en Juegos Olímpicos. Jesse Owens, que compitió por Estados Unidos, aunque se sentía africano, le pintó la cara al Führer en 1936 cuando alzó su puño enguantado en el podio de premiaciones. James Watson como tantos otros, se equivocó al tildar al afro de inteligencia inferior. Bob Marley, Malcolm X, Shonda Rhimes, M. Luther King, Michael Jordan, Patience Mthunzi, Michael Jackson, Nelson Mandela, Winnie Houston, Harriet Tubman, Carlos Acosta, Pelé, Wole Soyinka, Rosa Parks, Muhammad Ali, Ellen J. Sirleaf, Alicia Keys, y Jackie Robinson son los abanderados de un extenso colectivo de protestantes.

Dante Alighieri no debió conocer sobre los valores del África porque no les diseñó un círculo en su infierno a los racistas. Ahí deberían desangrarse las grandes miserias de la raza humana, ahogadas en un gran caldo, despiadado como el látigo del mayoral descendiente de congo, y que raja piel carabalí bajo el sol del cañaveral haitiano.