Cada año, cuando comienza el Festival de las Artes de Castilla y León, FÀCYL, la ciudad se prepara para algo más que un festival: se abre a una transformación. Sus calles, sus plazas, sus muros y su cielo se convierten en soporte, en telón, en interlocutores. Es una cita esperada. Se ha ido sembrando en los habitantes una expectativa, una certeza: algo grande, algo que no hemos visto, nos espera. Y lo que ocurre no es solo espectáculo, es una experiencia urbana compartida.
En la inauguración, la Plaza Mayor —ese espacio tan amplio, tan central— se convirtió en un gran escenario. Estaba llena. Llena de cuerpos, de miradas hacia arriba, de emoción compartida. Por allí pasó Nana, una marioneta gigante de 4,5 metros, precedida por los percusionistas de Supervivientes. Su caminar lento y firme, su presencia monumental, conmocionó. No hacía falta entender su historia al pie de la letra para dejarse tocar por ella. Pero sí importa lo que representa: una infancia migrante, una niña de Zimbabue hecha símbolo de esperanza, una figura que da cuerpo a muchas ausencias.
En ese contexto, el arte no se limita a la representación: ocupa el espacio, lo transforma, interroga a quienes lo habitan. Y eso hace también el mapping que se proyectó sobre la fachada del Ayuntamiento, como una narración luminosa de los 20 años del FÀCYL. La arquitectura se volvió historia viva, contada con colores y movimiento, uniendo tecnología y memoria.
La noche culminó con Euforia, danza aérea de la compañía Sacude, desde Barcelona. Seis bailarines suspendidos a 30 metros pintaron en el aire la palabra BAILA, y la plaza respondió. La participación fue espontánea, colectiva, hermosa. La ciudad bailó. Y en ese gesto, la frontera entre el escenario y el público desapareció.
Eso es lo que logra el FÀCYL: hacer de lo urbano un lugar para el asombro y el encuentro, para lo monumental que también cuenta historias, que no solo impacta por su tamaño sino por su capacidad de decir. Pero no todo es grandeza a escala. El festival también se repliega, se recoge en espacios más íntimos. Uno de esos momentos es el estreno de La Estación, un espectáculo de teatro inmersivo que propone una experiencia diferente: más cercana, más envolvente.
Así es el FÀCYL: despliega lo espectacular y lo íntimo, lo tradicional y lo contemporáneo, sin romper con la ciudad, sino haciéndola hablar. Y nosotros, quienes la habitamos, aprendemos a mirar distinto cada rincón.