CAMAGÜEY.- Una de las crónicas más hermosas de Nicolás Guillén se titula Camagüey. Tenía los ojos puestos en sus memorias de la ciudad, y quizá no sospechaba que ese espacio entrañable para él formaba parte de un plan de falso histórico.

En diciembre de 1941 publicó en la revista Ellas:

“Yo no puedo ir a Camagüey sin repasarlo, como una remota lección que no quiero olvidar. Lo primero: la Plaza de San Juan de Dios, con su gran convento abandonado, donde estuvo expuesto el cuerpo inerte de Agramonte, quemado después…”.

Por esa fecha, un arquitecto proyectaba la transformación del edificio en hospital. Simuló un alero de tornapuntas hacia el patio y también sobre el aljibe un pozo de brocal, entre otros apéndices. Su “aporte” para mostrar “más colonial” el inmueble de 1728 se conoce como falso histórico.

Foto: ArchivoFoto: Archivo

Con dichas mentiras, y en especial, por la fuerza de sus significaciones, este hito constructivo ha marcado a generaciones de cubanos. De hecho, el conjunto de la plaza, la iglesia y el hospital es Monumento Nacional desde 1978, y está dentro del segmento proclamado por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad. Sin embargo, ha permanecido demasiado tiempo cerrado.

EL PROYECTO SANADOR

Cuando Adelante señaló la gravedad del deterioro a través del reportaje El descuido tiene su Monumento Nacional, del 17 de octubre del 2015, llevaba más de un año sin ofrecer servicio al público, y se estimaban dos décadas sin remozamiento efectivo. Un entrevistado de entonces ya ofrece noticias buenas.

“Es una rehabilitación con restauración. Esperamos terminar la obra civil en julio. Se dedicará a la medicina porque aquí radicó la primera institución pediátrica de Camagüey”, dice Gineldo Falcón Fariñas, especialista principal de la Oficina de Sitios y Monumentos Históricos del Centro Provincial de Patrimonio Cultural.

“Al inicio no fue una obra bien planificada. Pudo consolidarse en el 2018 con la Empresa de Proyectos de Ingeniería y Arquitectura número 11. Ha costado 1 millón 200 000 pesos. No ha sido fácil el financiamiento pero avanzamos por el concepto de la contribución territorial del 1 % que hacen las empresas”, añade.

La autenticidad, algo tan relativo, se asume como respeto a la herencia, según Gineldo: “Las modificaciones se dieron desde los años cuarenta del siglo pasado. Los pisos no son los originales del siglo XVIII ni la carpintería, pero la estructura del edificio está intacta. Mantiene su valor uno como inmueble patrimonial”.

 

HACER NOTAR LOS VALORES

La carpintería se contrató con el Fondo Cubano de Bienes Culturales y una brigada de trabajadores por cuenta propia labora en cubierta, albañilería y redes eléctricas e hidrosanitarias. No son especialistas en restauración; sin embargo, Dayán Rodríguez Rodríguez, conservador del museo, considera decoroso el trabajo, a pesar de los problemas con materiales específicos.

“Los muros tienen mucha carga de humedad. Aplicar cemento es como poner un nailon. El tercio usado antes sí les permitía respirar. Ahora hay cal, pero no da para vestir el edificio. La gestión de mantenimiento debe ser frecuente, cada dos o tres años”, explica el Máster en Conservación de Patrimonio Edificado.

Orientación y receptividad figuran como binomio en este empeño por devolver a la vida pública un museo que pesa como una cuestión de honor, y como vindicación de símbolos de la identidad regional.

“Aunque la balaustrada de galerías y de ventanas, y el tercer piso son otro falso histórico, le quedan muy bien. En general, los valores del edificio se van a notar”, insiste Dayán.

BUSCANDO LAS IXORAS BLANCAS

En su curso de posgrado El patrimonio arquitectónico como memoria histórica, Henry Mazorra Acosta ha insistido: “Intervenir el patrimonio edificado siempre es un ejercicio científico, nunca un acto de levedad”. Esa máxima del joven arquitecto y profesor camagüeyano igual se aplica en la reanimación del patio.

“Trabajamos con el plano de lo que había. Tenemos casi todas las plantas menos la ixora blanca. Pondremos la roja hasta encontrarla en otra provincia”, cuenta Andrés Martín Lugo, jefe de brigada de jardinería de la CCS 21 de Septiembre.

En su terreno están seguras las arecas y rastrea en los potreros el césped indicado. “Estamos tratando de salvar la idea original”, dice entusiasmado este guajiro medio olvidadizo de las aves del inmueble y su siembra de “falsos históricos” de origen natural. Yo imagino un museo y una plaza llenos de luz que pudieran oler a mariposas blancas y a jazmines.

En la plaza San Juan de Dios estuvo Fidel, el 11 de mayo de 1973, en el centenario de la caída de Ignacio Agramonte. Foto: ArchivoEn la plaza San Juan de Dios estuvo Fidel, el 11 de mayo de 1973, en el centenario de la caída de Ignacio Agramonte. Foto: Archivo