CAMAGÜEY.- “Tienes que portarte bien”, nos dicen desde pequeñas. “Tienes que ser delicada, sacrificada, complaciente”, ha sido siempre el discurso que nos ha colocado a las mujeres en el lado más desventajoso del poder. Por eso se supone también que soportemos el dolor, aguantemos, callemos y se romantiza la idea de que somos unas guerreras luchadoras sin miedos. Pero sí hay miedo y sí existe el dolor.
El parto es uno de esos tantos escenarios en el que la mujer sufre violencia de género, en el que también dictan: “tienes que portarte bien”, aunque duela todo el cuerpo y más. La violencia ginecobstétrica se refiere a un conjunto de prácticas que degrada, omite, oprime e intimida a las mujeres durante la atención a la salud reproductiva, fundamentalmente en el período del embarazo, parto y posparto.
“Tengo 20 años. Llegué como a las 5:00 a.m. al Hospital Materno de Camagüey, cuando ya había roto fuente y mi historia clínica daba muy clara la indicación de cesárea, pues la bebé venía en posición pelviana; sin embargo, allí me dijeron que no, que la niña estaba en postura cefálica. Los dolores no sé cómo describirlos, porque era un dolor normal multiplicado por mil.
“Me mandaron para Perinatal, donde estuve cinco horas sentada en el pasillo. Las enfermeras me amenazaban con que si lloraba o gritaba, me iban a dejar de última, como si eso fuera una cola. Luego llegó una amiga mía, me reconoció y efectivamente, la niña venía pelviana y estaba ‘encajada’, lo que se confirmó en el ultrasonido; pero mientras esperaba, sentí un pujo horrible y la enfermera me decía que no podía atenderme, con muy mala forma. Por suerte volvió mi amiga y me dijo: ‘aprieta las piernas, que la niña está prácticamente afuera’”.
La historia de LJ es la de muchas, pero pocas reconocen haber sido víctimas de maltrato, sobre todo, por la naturalización de este en una cultura patriarcal. En junio de 2019, durante el XVII Congreso de la Sociedad Cubana de Obstetricia y Ginecología en La Habana, la violencia obstétrica quedó reconocida como una problemática relacionada con la violencia de género. También se resaltó la necesidad de establecer en Cuba un marco jurídico para su identificación y la implementación de acciones legales que prevengan y protejan a las mujeres, unido al consentimiento informado como una premisa obligatoria en la actuación profesional.
De ahí la importancia de un modelo de parto respetuoso o humanizado, el cual, según la Guía de actuación para la atención al parto respetuoso, “intenta valorar de manera directa y explícita las necesidades de las mujeres y sus familias en la atención al embarazo, el parto y el puerperio, con la intención de que la experiencia sea vivida como positiva, en la cual se potencie la dignidad humana y se ponga énfasis en que la mujer sea sujeto y protagonista de su parto, que tenga libertad de tomar decisiones acerca de cómo y con quién desea parir y que estas decisiones se valoren y respeten durante el parto”.
DE ABECEDARIOS, NOMBRES Y VIOLENCIAS
Foto: Alejandro Rodríguez Leiva/ Adelante
C estaba a punto de tener su segundo hijo, pero “el dolor siempre es nuevo y la experiencia también”. Su mamá había ido a la casa a buscarle las cosas, porque debía parir por la noche, pero los pujos llegaron de sorpresa y la enfermera gritaba: “no puedes parir en Perinatal, fíjate, procura no parir en esta sala porque me van a poner una multa”.
E rompió la fuente un 29 de noviembre y estuvo 24 horas en la sala Perinatal, donde le indicaron no consumir alimentos. “A partir del 30 comenzaron a inducirme el parto y así estuve hasta el 2 de diciembre. Pero nadie me decía nada, yo seguía expulsando líquido y nadie se acercaba, solo llegué a dilatar dos centímetros.
“El 2 de diciembre, a las 10:00 p.m., una enfermera subió para ver si había alguien en labor de parto, yo estaba sola. Ella revisó el monitor y le dijo al médico que debía hacerme cesárea urgente y aunque él insistió en valorar el caso al otro día, la enfermera me llevó para Preparto bajo su propia responsabilidad; ya en la cesárea la atención fue muy buena y a esa muchacha le debo la vida de mi hija”.
Para Y, en cambio, lo más difícil fue la indiferencia, casi el factor común entre todas las historias de partos. “Cuando tú estás en la mesa, es como si no estuvieras. Nadie te dice nada, nadie te explica, eres un cero, un objeto de estudio. A mí me juzgaron y se burlaron porque no estaba rasurada. La ginecóloga me había indicado precisamente que no me afeitara para evitar infecciones y como me adelanté en el parto, no me dio tiempo. De todas formas, eso no importa, nadie debe juzgar ni burlarse.
“Esa sensación de vulnerabilidad y de desamparo es lo peor; yo tenía un dolor tremendo y una necesidad de que alguien me diera la mano. Recuerdo que entró una auxiliar de limpieza y en mi desesperación, le pedí su mano. Aquella mano fue mi tabla de salvación”.
En las encuestas realizadas como parte de este reportaje predominan criterios que asocian la edad con la violencia; muchas mujeres consideran que “mientras más jóvenes, peor las tratan, pues carecen de experiencia”. Las muchachas aseveran que una frase muy común en el preparto es: ‘aguanta ahora, que no te dolía cuando…’ y “son muy explícitos en sus descripciones”.
Los tipos de violencia obstétrica identificados por las investigaciones del tema, son: la violencia desnuda —que incluye prácticas de maltrato directo contra la mujer en el embarazo o parto, ya sea físico o verbal por medio de amenazas, gritos, burlas o mediante la práctica injustificada de procedimientos—, la violencia velada —manifestaciones médicas que producen dolor o daño sin representar un término de beneficio a la salud materna o del recién nacido—, y el abandono como forma de violencia —desatención deliberada de demandadas en la atención obstétrica como medida disciplinarla.
El siguiente gráfico, derivado de los resultados de nuestra encuesta, muestra la cantidad de mujeres que percibieron algunas formas de maltrato, del total de 105 que respondieron en este instrumento:
Pueden parecer simples vivencias negativas o algo para contar a los niños, e incluso, historias para no dormir, pero la violencia obstétrica trae consecuencias graves a la salud e integridad de las mujeres y los recién nacidos. Algunas huellas quedan para toda la vida a nivel físico y psicológico.
¿QUÉ DICE LA GUÍA DEL PARTO RESPETUOSO?
Valorar a la persona como sujeto y no como objeto de cuidado, es el principal desafío del personal que atiende el parto.
De acuerdo con la Guía cubana, “el cuidado incluye dos significados íntimamente ligados. El primero es la actitud de solicitud y atención hacia el otro; el segundo lo constituye la preocupación, la inquietud, el involucrarse (...). El cuidado pasa ante todo por el respeto al otro y a sus necesidades particulares en cada momento, lo que adquiere un valor fundamental para promover el respeto a la fisiología del parto, pues cada mujer es única y por ende cada parto también lo es”.
Tratar con máximo respeto a las mujeres y sus familiares resulta una de las premisas de este enfoque, como proteger su intimidad, respetar sus decisiones, ofrecer información sobre su estado y mantener una relación empática. Se aconseja aliviar el dolor con métodos no farmacológicos ni invasivos, como digitopresión, musicoterapia, movilidad de posturas, técnicas de respiración y relajación.
La posición del alumbramiento también ha estado sobre la mesa de debate durante varios años, y a pesar de que las posturas más utilizadas son la litotómica (acostada) y semisentada, el parto respetuoso promueve otras, según la comodidad de la mujer: en cuclillas, a gatas, parada, reclinada, de rodillas, decúbito lateral... De las encuestadas, solo cinco dieron a luz en estas últimas variantes.
Son múltiples los beneficios de las posiciones verticales, pues el efecto de la gravedad favorece el descenso y el acomodamiento del feto, evita la compresión pulmonar y no se afecta la capacidad respiratoria de la madre; el riesgo de prolapso del cordón disminuye; se halla menor tasa de partos con episiotomías en este tipo de posición y muchas mujeres la encuentran menos dolorosa.
El momento expulsivo vertical se ha asociado también a un aumento de la frecuencia del sangrado mayor a 500 mL y a un ligero incremento de la frecuencia de desgarros perineales de segundo grado, pero la variación reportada es poco significativa y predominan los desgarros de menor profundidad.
El contacto piel con piel y la lactancia materna inmediatos y por largo tiempo durante el posparto constituyen otras de las rutinas que impulsa el parto humanizado, cuestión más exigida en las instituciones médicas. De hecho, en el 81 % de las vivencias recopiladas para esta investigación las puérperas recibieron a sus bebés en brazos de forma instantánea.
Asimismo se precisa la creación, desde bases científicas, de un “ambiente cálido, confortable, de intimidad, con paz, silencio o música relajante; un ambiente en el que no se incomode a la mujer con demasiadas instrucciones, preguntas y regaños, con pocas figuras masculinas salvo las que brinden paz, seguridad y amor y del cual sean excluidas las personas nerviosas o estresadas”.
Sobre la episiotomía, José Manuel Rodríguez Fernández, Especialista de segundo grado en Obstetricia y Profesor Titular de la Universidad de Ciencias Médicas de Camagüey, comparte sus criterios: “Esta incisión en la pared vaginal y el perineo (el área entre los muslos, que se extiende desde el orificio vaginal hasta el ano), se hace para ampliar el canal de parto. Pero no se debe realizar como un procedimiento de rutina, sino a tener un juicio crítico para llevarlo a cabo, pues no todas las pacientes la necesitan. A veces es imprescindible para evitar desgarros muy grandes, pero eso lo debe valorar el especialista, porque cada caso es único”.
Las encuestas también aportaron datos acerca de procedimientos médicos para los cuales no les pidieron autorización a las muchachas, aun estando conscientes:
LAS MALEZAS Y LOS MACHETES EN EL CAMINO
Culpar de forma generalizada a todo el personal médico en este asunto sería no solo injusto, sino poco objetivo y más cuando tantas personas a diario, en esta provincia, se esfuerzan por cumplir con el deber sagrado de proteger la vida.
La problemática de la violencia obstétrica como una forma de violencia de género también posee carácter estructural, amparada en el machismo que habita en nuestra cultura. Pero una vez identificada y reconocida, constituye una responsabilidad de las instituciones asegurar una atención de calidad a la mujer durante el parto y una de sus potencialidades radica en la Guía de actuación para la atención del parto respetuoso, con la que cuenta el Ministerio de Salud Pública.
También resulta superficial negar la labor del Programa de Atención Materno Infantil que en sus 40 años de creado ha colocado a Cuba entre los países con tasa de mortalidad infantil más baja de la región de América. Sin embargo, posee como principales desafíos actualizar los modelos y enfoques en cuanto al parto y continuar trabajando en la disminución de la muerte materna.
La crisis económica, el éxodo de profesionales y las limitaciones en el acceso a recursos por el bloqueo de Estados Unidos, afectan al sistema de Salud cubano y por tanto constituyen de las malezas en el camino hacia mejores alumbramientos. No obstante, el parto respetuoso o humanizado establece prácticas que no dependen del factor económico y sí de la preparación, la voluntad, el amor por la profesión y el humanismo.
Revisar las condiciones laborales y la atención a los trabajadores de las instituciones resulta clave; aunque no existe justificación para la violencia, es importante comprometerlos y escuchar sus necesidades, sin dejar de lado la realidad objetiva.
La preparación en cuanto a un acompañamiento respetuoso constituye el machete más efectivo para eliminar la maleza. Aun cuando el personal de obstetricia y enfermería permanecen más tiempo cerca de la mujer durante el trabajo de parto, es necesario formar a todo el equipo sanitario involucrado. Esa capacitación exige transversalidad con disciplinas como la Psicología y la Comunicación.
Y LA ESPERANZA…
En la historia de LJ aparecen villanos y héroes. Su voz joven se paraliza y parece torpe ante la vivencia: “El verdadero terror fue la cesárea. Cuando sacaron a la niña la vi morada y no la sentí llorar, entonces pregunté por qué. El médico me dijo: ‘cállate la boca, que vas a coger gases, lo que tienes que hacer es callarte la boca; te veo como nerviosa’.
“La anestesióloga me tranquilizó y me dijo que la iba a reanimar un poco, la niña enseguida lloró. Ella, la única que me trató con amor, fue mi lucecita en todo aquello. Sin conocerme, sin deberme nada, me brindó su empatía y cariño, por lo que se convirtió en mi hada madrina en medio del dolor”.
Una de las profesionales más queridas y respetadas en el Hospital Materno de Camagüey es la Especialista en primer grado de Anestesiología-Reanimación Maritza Caballería Martin. Con 30 años de labor forma parte de la atención a la paciente grave y coincide en la importancia de su especialidad y la integración de disciplinas, para lograr el parto humanizado:
“Algunas de nuestras misiones radican en ofrecerles asesoría a las pacientes sobre el método anestésico que van a recibir, transmitirles seguridad, apoyo psicológico, dialogar para conocerlas y diagnosticar el nivel de riesgo. También hay que hablar con los familiares, darles confianza, explicarles los detalles con claridad. Por eso es tan importante que todos los profesionales, no solo los anestesiólogos u obstetras, adquieran herramientas y conocimientos para conseguir una experiencia, ya sea por cesárea o de forma natural, donde la madre sea protagonista y, sobre todo, sea respetada”.
Su disposición y sonrisa son del mismo material que la lucecita de LJ, el amor disfrazado de mano que sujetó a Y en medio del dolor, esa esperanza que nos permite soñar con alumbramientos más humanos en Camagüey.