CAMAGÜEY.- Amanda tiene 6 años y le gusta reparar muñecas rotas, vestirlas de limpio, pegarles una ruedita de carro o un brazo de robot donde les falta el suyo. Ella es también una muñeca rota. Allí está su foto, en un grupo virtual y horroroso, esa foto inocente de cuando viajaron a la playa.

¡Qué linda la vistieron ese día! Las olas jugaban con ella y se sentía feliz mientras el sombrero corría, y papá tras él. La madre publicó, orgullosa, presumiendo la ropa bonita que comprar con muchos ahorros. Mamá no sabe de los monstruos que acechan. Esos monstruos se esconden tras perfiles falsos y virtuales, pero habitan en la realidad. En las redes sociales y comparten “material”, así llaman a las fotos de niñas y niños pequeños. Escriben comentarios morbosos sobre criaturas inocentes, hasta las acosan y logran encontrarlas. Algunos de los que postean, incluso, son padres, hermanos, tíos y padrinos de las personas fotografiadas. En varios casos, los infantes se acercan ellos mismos a esos grupos, a partir de un uso no controlado de Internet. Otras instantáneas las roban de cuentas personales públicas.

A pesar de las múltiples demandas realizadas contra Facebook e Instagram por casos de abuso a infantes y adolescentes y la promesa de Mark Zuckerberg en octubre del 2021 de seguir creando un entorno seguro la infancia, no se aprecian resultados. Sus algoritmos toleran miles de grupos destinados a la pedofilia, pese a considerarse un ciberdelito.

A estos grupos pertenecen algunos cubanos y cubanas, publican e interactúan. Allí comparten lo mismo la imagen de un bebé de un año hasta la de una adolescente; comentan frases lascivas, y muchas veces citan a las víctimas para encuentros por privado. No les asustan las amenazas de denuncias, los bloqueos de cuentas, ni los miles de insultos, pues resulta tan simple para ellos como crearse un nuevo perfil. Rebaten, además, con comentarios como: “ve con tu moralismo a otro grupo” o “cada cual tiene su opinión y su gusto personal”, como si la libertad de expresión justificara el ataque de los derechos del resto de las personas.

¿QUÉ DICEN LAS LEYES CUBANAS?

El Decreto-Ley 35/2021 De las Telecomunicaciones, las Tecnologías de la Información y la Comunicación y el uso del Espectro Radioeléctrico, publicado en la Gaceta Oficial el 17 de agosto del 2021, tipifica como incidentes de ciberseguridad: el uso de las TIC con la intención de acosar u hostigar a una persona, o grupo de personas, mediante ataques personales, divulgación de información privada, íntima o falsa.

En el Anexo II de dicho decreto, también se considera delito el engaño pederasta (grooming), entendido como cualquier comportamiento a través de las TIC relacionado con la captación o utilización de menores de edad o personas con discapacidad necesitadas de especial protección, con el objetivo de ganarse su amistad para realizar actos que atenten contra su indemnidad o libertad sexual.

El proyecto del nuevo Código de las Familias refrenda el derecho de la infancia y la adolescencia a un entorno digital libre de discriminación y violencia. En su Artículo 143 plasma: “Los titulares de la responsabilidad parental deben velar porque las niñas, los niños y adolescentes disfruten del derecho a un entorno digital en el que estén protegidos ante contenidos que puedan perjudicar su desarrollo físico, mental o ético, o ante actos de violencia, en cualquiera de sus manifestaciones”.

También convoca desde el Artículo 144, a un uso equilibrado y responsable de los entornos digitales, acorde a su capacidad y autonomía progresiva y protegiendo su identidad e intimidad.

Según dicho cuerpo legal, los titulares de la responsabilidad parental pueden “promover las medidas razonables y oportunas ante los prestadores de servicios digitales y, entre otras, instarlos a suspender provisionalmente el acceso de su hija o hijo a sus cuentas activas, o incluso su cancelación, siempre y cuando exista un riesgo claro, inmediato y grave para su salud física o psíquica”.

 

 

ROSTROS Y MÁSCARAS DE LAS REDES

Mientras que la pedofilia constituye una parafilia —trastorno sexual caracterizado por fantasías recurrentes hacia menores de edad—, la pederastia es, además, una práctica delictiva derivada de esta. Las principales consecuencias de estos actos sobre las víctimas, son: problemas emocionales, sociales, funcionales, problemas de adaptación y sexuales; estos pueden perdurar en el tiempo y afectar el desarrollo de la persona ya adulta.

El ámbito más frecuente del abuso sexual infantil es el familiar, por lo que hace muy compleja su prevención e identificación. El confinamiento por la COVID-19 elevó los casos globales de este tipo de violencia y sobre todo, desde Internet. No pocos padres y madres permiten a sus hijos conectarse sin regular esta práctica, porque resulta la única forma de mantenerlos “ocupados” o “entretenidos”. Sin embargo, están vulnerando sus derechos a la ciberseguridad.

Se ha probado la influencia positiva de algunas aplicaciones y softwares en la formación infantil y en su pleno desarrollo. Asimismo, las nuevas tecnologías constituyen plataformas para la educación a distancia y herramientas útiles para el conocimiento.

Sin embargo, su otro rostro acecha, y sobre todo, mediante máscaras. Por eso es necesario que las personas responsables del cuidado y protección de los infantes, también controlen el empleo que hacen estos últimos de las TIC. Para ello existen aplicaciones como Control parental, Qustodio, Windows Live Family Safety, Kids Place y Secure Kids. Controlan el tiempo de conexión, restringen sitios, filtran frases y palabras, monitorean la actividad en línea y evitan contactos con desconocidos.

Pero no hay mejor herramienta que el diálogo abierto, no inculcando el pánico ni acosando espacios personales, sino formando hábitos adecuados en los entornos tecnológicos. En la adolescencia puede hacerse más complicada esta regulación, pero también es necesario no solo guiarlos en el uso de Internet, sino la conversación franca; contribuir a su desarrollo pleno en la escuela y la comunidad; fomentar su socialización con amistades “reales” y alertar sobre los peligros de las redes sociales.

La mayor cantidad de fotos en los grupos pederastas son robadas. Madres, padres, familiares, muchas veces postean una foto pública en Facebook, sin intenciones negativas. Pero la niñez y la adolescencia son vulnerables, por más que los defendamos de los monstruos.

Que la esperanza del mundo no siga siendo lastimada en un archivo digital, tras los ojeos de unos y las indiferencias de otros. Que la infancia y la adolescencia sean etapas de embarrarse mucho en temporada de mango, jugar e imaginar mundos impensables, aprender a arreglar las roturas del planeta como Amanda repara a sus muñecas y soñar. Para eso debemos trabajar, para que en esos sueños no haya cabida a las pesadillas ni a monstruos reales o virtuales.