CAMAGÜEY.- Cuando Carmen Rita y un grupo de adolescentes camagüeyanos necesitaron una aprobación legal para trabajar entre hojas y tercios de yagua, ella ya sabía despalillar la aromática hoja y aunque llevaba al tabaco en su corazón, no tenía nicotina en sangre, porque jamás lo fumó. Nunca olvidará muchas cosas de su fábrica: llegó muy joven y sus compañeros levantaron con trabajo voluntario un nuevo comedor con mesas de mármol y lo inauguraron con la fiesta de sus quince años.
Allí conoció profundamente la modestia de José Martí y su apego a los tabaqueros, y en persona al Che Guevara y al capitán de la clase obrera Lázaro Peña porque visitaron la tabaquería.
Sabe hacer tabacos y le gusta confeccionarlos pero dice que la vista no le acompaña bien y prefiere leer. Por ello hace más de cuatro décadas ejerce como lectora. Recuerda claramente su primer texto: “la novela biográfica de Julio Verle, Los Hijos del Capitán Grant. A mis compañeros les gustan las novelas de amor, las noticias y los deportes. Ahora les leo mucho sobre las elecciones de candidatos a diputados, el Clásico y acerca del terrible incendio de Mayarí.
“Aquí en El Surco, en esta gran familia, comencé como maestra de la Facultad Obrero-Campesina y he sido maestra en cursos para tabaqueros. Me duele que nos estamos poniendo viejos y muchos jóvenes no quieren estudiar este oficio tan bonito y bien pagado.
“Mi mamá fue cocinera y despalilladora de un chinchal (como les decían antes a los pequeños negocios particulares del tabaco), entonces yo estudiaba el sexto grado y la ayudaba, así aprendí. Tengo una hija que también aprendió aquí, como su padre, también es una tradición muy familiar que se manifiesta en el compañerismo y la solidaridad para quien o quienes lo necesitan, por eso siempre llevó a José Martí en mi corazón.
“En un evento de lectores de tabaquería conocí a Armando Hart. Él nos dijo que nosotros no éramos locutores ni improvisadores, sino que teníamos que leer los textos como estaban escritos… en esos mis compañeros me ayudan mucho. Cuando me equivoco en una palabra, y después de aplaudir con las chavetas en sus mesas de trabajo, me aclaran cualquier error. Eso lo tengo siempre muy en cuenta para mejorar mi trabajo, para que ellos se sientan complacidos y aprendan más”.
Septuagenaria, aunque no lo aparenta, Carmen Rita Rodríguez Pérez es de andar ligero, voz firme y clara y siempre se prepara de antemano con los temas a leer, según las fechas y el tiempo disponible. Si se va el fluido eléctrico se baja del micrófono, se acerca más a los tabaqueros y lee a capella.
Este 8 de marzo la encontrará en los trajines de preparar, para la efeméride, versos y poesías, porque en El Surco, las mujeres son mayoría “y los detalles son los detalles”, sonríe Carmen, una mujer en mayúscula que dedica su vida al trabajo y la Revolución desde la adolescencia, sin cansarse ni llenarse de humo por dentro, aunque merezca fuegos artificiales.