CAMAGÜEY.- Nada de fragilidad hay en aquella mulata tremenda. Ella es toda energía y bondad. Es un manantial inagotable de esa fuerza “inexplicable” que no proviene de los músculos es-triados, sino del miocardio y del espíritu. La misma que le permite resistir la carga que representa atender tres caballerías de tierra, una de ellas dedicada a los cultivos varios y cuidar del ganado, de los carneros, las ocas, las gallinas y los patos, sin descuidar la casa y la atención de los suyos. Ante tanto sorprende su robustez.

Noralis Ramos Enamorado se lee en su carné de identidad, mas todos en El Guayabo (comunidad ubicada cerca de la Carretera Central, a unos cinco kilómetros después de la entrada para Jimaguayú hacia la región oriental del país) le llaman Lili.

Su amor manifiesto, obsesivo e irremplazable por el campo es de suponer que le viene de cuna, porque desde que recuerda —todavía una niña— tenía necesidad de sentir suyo un pedazo de suelo donde plantar seguros los alimentos de casa.

Por muchos años mantuvo una parcela donde cultivaba ajo, tomates, lechuga, entre otras verduras, y lo alternaba con su empleo como ordeñadora en una unidad ganadera estatal. Cuando el Decreto-Ley No. 259 dio la posibilidad de adquirir tierras en usufructo, ni siquiera lo pensó dos veces y las solicitó.

Así nació la finca La Dunet, que lleva el nombre de “la niña de sus ojos” y de los de César Pérez Ulloa, su compañero en la vida. A fuerza de sudor y quehacer se ha convertido en una de las estancias más prósperas de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Evelio Rodríguez que se destaca especialmente por su integralidad, ya que logra acopiar volúmenes significativos de viandas y frutas, además de carne y leche.

“El trabajo es duro, pero cuando a una le gusta...”, entonces hace una pausa larga y deja la frase en suspenso porque sabe que están de más las palabras. El brillo de sus ojos y el orgullo con el que muestra al visitante todo aquello que han construido juntos resulta suficiente para saber que aquel es su mundo. “La finca es de los dos. Cuando él no está, yo lo hago todo: atender la siembra y el ganado”. Eso ocurre la mayor parte del tiempo porque su esposo labora como chofer de Ómnibus Nacionales, da viajes para La Habana, y en ocasiones permanece fuera hasta un mes.

“Si está en casa nos compartimos las labores, ahora mismo por la COVID-19 no maneja, y chapea el platanal mientras recojo el maíz. Él me ayuda, pero la que empuja soy yo. Si fuera por él nos hubiésemos mudado para Camagüey, pero ni muerta. ¿Qué me hago allá sin tierras? Tengo horarios para todo y si levanta el sol y no he podido salir pa’l campo atareada con las cosas de la casa formo una ‘peleadera’ tremenda. Mi hija me dice: ‘pero mamá, por qué tu peleas si a ti nadie te exige porque llegues temprano’, pero es que no puedo estarme quieta. Y eso que me levanto todos los días a las 4:00 a.m. para dejar el desayuno, la merienda y adelantar el almuerzo”.

En aquel paraje se aprovecha cada palmo de suelo. Ahora crece maíz, yuca, plátano, frutabomba, melón, boniato, calabaza y piña, y preparan condiciones para plantar frijol.

“La siembra nos garantiza la comida de la familia y también entregamos para el pueblo que tanto lo necesita. Además, ayudamos a los viejitos de la comunidad, a los vecinos, y mandamos viandas para la escuela de Dunet, que está en Sibanicú”.

Poco a poco ha ido conociendo los secretos de la ganadería, y la salud de sus 23 vacas dan fe de ello. “Cuando comenzamos le pedí a César que me comprara una vaquita y él se sorprendió y dijo: ‘mi esposa en vez de pedirme que le compre un pitusa o una blusa me pide una vaca’. Y por supuesto que insistí y me compró a Dorita. Era mansa y buena esa vaquita, hasta dejaba que la niña le tocara las tetas. Se murió de vieja aquí en la finca.

“Desde que tenemos el ganado nunca se nos ha muerto ninguno de hambre o sed. Para la seca nos preparamos con caña y con king grass y con los desechos del central. Aplicamos el doble ordeño siempre con mucho cuidado para no afectar a los animales, lo que nos permitirá sin tropiezos entregar este 2020 poco más de 8 000 litros de leche”.

“Nos ha ido muy bien, nos gusta la vida que llevamos y lo que hemos logrado”, asegura el ‘yutonero-campesino’, porque ella no pudo quedarse quieta ni un minuto más y se levantó a sus andanzas. “El corazón de esta finca, sus brazos y sus ojos es Lili”. Eso nadie lo duda. No hay casualidad entonces en que durante varios años los asociados de la cooperativa reconozcan a esta mulata tremenda como la mejor campesina de la ‘Evelio’.