CAMAGÜEY.- A Hortencia Santos Caballero no puede el gallo madrugarla; más bien el olorcito de su café despierta al bravucón del gallinero. Esta mujer, como la mayoría de las del ámbito rural, suelta antes que el resto de la familia las sábanas tibias para preparar el desayuno de los otros, dar de comer a las aves y poner a ablandar los frijoles. Es solo el inicio de una larga y dura faena que no termina hasta pasadas las diez de la noche.
Si no fuera porque Hortencia se llama Hortencia, pudiéramos llamarla Francisca, como la del cuento Francisca y la muerte, de Onelio Jorge Cardoso. Ella, incansable como la protagonista del famoso relato, ya llegó a las seis décadas de vida, muestra los cabellos de plata y una mirada con mucho brío —el mismo con que anda y desanda la comunidad El Guayabo (Jimaguayú) y los predios de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Evelio Rodríguez.
Hasta los perros conocen a esta guajira, y no es para menos. Además de fundadora de la comunidad, es desde entonces la secretaria de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) del bloque No. 29 Tania la Guerrillera; también promotora cultural del pueblo; responsable de la brigada FMC-ANAP (Asociación de Agricultores Pequeños) en su CCS y atiende a los niños de la escuelita primaria en el círculo de interés Tarea Vida, que acoge la finca-escuela La Victoria.
Entre sus grandes orgullos está el haber tenido la posibilidad de dar voz a las campesinas en el Comité Nacional de la FMC desde el 2014 y hasta el 2019, y en la actualidad asume tal encomienda en el Comité Provincial de la organización femenina. Por tanta entrega le concedieron recientemente el sello Aniversario 60 de la FMC.
Fácil no resulta el trabajo de esa estructura en ningún escenario —bien lo sabe— pero en el monte todo se complica; las distancias son muy largas y persisten los rezagos del machismo que ponen freno, en pleno siglo XXI, a la realización personal de las mujeres. Por eso da tanto valor al funcionamiento de las brigadas FMC-ANAP, vía para sensibilizar a la familia en cuestiones de equidad, para sacar a las campesinas de la casa del círculo vicioso de las labores hogareñas diarias, y demostrar que además de atender a los animales y a los seres queridos puede dedicar un tiempo para crear y hacer cosas muy bonitas.
“Aunque siguen siendo mayoría los hombres al frente de las fincas, cada vez nosotras somos más. Veo cómo ha cambiado nuestra forma de pensar. Muchas ya han dejado de decir ‘yo no puedo’, y en eso la Federación tiene sus honores. Los cursos de peluquería, de corte y costura y de bordado que brindamos han ayudado a no pocas a tener independencia económica. Falta muchísimo por hacer, hay hombres que creen que sin ellos no se vive o que son los dueños de sus esposas. Estamos también para ayudar a quienes no han podido quitarse el yugo del maltrato. En el campo, la FMC tiene su lugar importante.
“Nosotras tenemos los días más largos. En el terreno de la doble jornada no hemos avanzado casi nada. Mucha responsabilidad aún pesa sobre los hombros femeninos, la casa, los ancianos, los hijos, además del trabajo agrícola. La vida para la campesina es muy sacrificada, y se agudiza por las dificultades para adquirir productos de primera necesidad, como el aseo, los problemas con el transporte para llevar los niños a las escuelas, o para ir a arreglarnos el pelo o las uñas. Las cubanas somos todas heroínas, cada una desde su frente, eso que nadie lo dude”.
Tiempo libre tiene muy poco. En esos ratos que se dedica, prefiere estar con la familia linda que creó junto a su esposo Edelmis, hacer manualidades y sumergirse en el mundo de las redes sociales. Esta Hortencia —que pudiera llamarse Francisca— también asegura que no hay tiempo para sobremesas porque “siempre hay algo que hacer”.