CAMAGÜEY.- El universo está lleno de partículas. Saludables y nocivas. Conocidas y ocultas. De las que eclosionan la emoción, y otras que la apagan. Esa, debe ser, una verdad científica…

Dayalis y Ramona, las dos últimas pacientes ingresadas por COVID-19 en el “Militar”, tal vez completaron el camino de vuelta a casa sin pasar el “examen” de las partículas. Dayalis y Ramona tal vez recuerden esta etapa caótica que no terminó en caos porque en un hospital camagüeyano les repararon todas las grietas, tal vez recuerden de por vida ciertos nombres que les devolvieron el equilibrio; tal vez nunca sepan de esos otros que en “zona arcoíris” rellenaron cuarteaduras a diestra y siniestra.

Rodolfo Emilio Domínguez Rosabal es una de esas partículas que nos anda poniendo la curita en la llaga; de las que prenden con potencia incendiaria; de esas que esperan por ser descubiertas pero sin desespero, pues está convencido de que la mejor hora es la del anonimato. Pero llega la hora de estallar verdades y el escenario de una cuarentena de tanta ciencia y codo acoge la rebelión del amor, del agradecimiento, del orden.

Porque pongamos las cosas en orden. El doctor Rodolfo Emilio es de esos “privilegiados” que en esta pandemia ha resistido desde zona arcoíris. Uno de esos seres que cada día ensayan a ser mejor, cuando ya se está entre los mejores hombres, entre los mejores amigos, entre los mejores profesionales.

Èl es demasiado noble para creérselo, menos para contarlo, pero cuando te interrumpen tus vacaciones con el llamado para otra estancia “caliente” pero menos mansa, significa que eres bueno en lo tuyo. Muy bueno.

“Yo estaba en la playa con mi familia. Veía por la televisión las noticias y lo creía todo tan lejano”, cuenta. Sin embargo, el aviso le encendió las alarmas y la disposición.

De quien asegura que le bastó una guardia de alumno ayudante en primer año para descubrir que el sueño de una carrera mutaría hacia la consagración a una especialidad tambaleante, de vida o muerte, no se puede esperar sino fortaleza. De vida o muerte sería su aporte a este desafío que intentaba fracturarnos los cimientos.

Las vacaciones se quedaron para otro mes; quizás para otra vida. El 5 de marzo el doctor Rodolfo y otros seis profesionales camagüeyanos cogieron la autopista rumbo a La Habana. Esas “partículas raras” aparecieron por ese mes en titulares que contaban del entrenamiento de más de 1700 profesionales en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí para enfrentar la epidemia.

 Este equipo valeroso mucho ha tenido que ver con que no se nos haya enfermado ni un solo médico, con que los graves hayan rebasado ese estado, con la única pero lamentable muerte. Este equipo valeroso mucho ha tenido que ver con que no se nos haya enfermado ni un solo médico, con que los graves hayan rebasado ese estado, con la única pero lamentable muerte.

El 9 estarían de regreso, con la encomienda la de capacitar aquí en la provincia a todo el personal que estaría involucrado en la lucha contra la enfermedad. “Desde el personal médico hasta las auxiliares generales, pantristas, laboratoristas; también a personas de otros sectores para que ellos además trasmitieran ese conocimiento”.

Ese 17 de marzo cuando Camagüey despuntó con su primer confirmado, el primero además hospitalizado fuera de La Habana, mucho tuvo que ver Rodolfo con el tino del doctor Dieppa y a la enfemera Liliana para no permitir brechas en ninguno de los protocolos.

“Ese día yo estaba de guardia médica superior del hospital; había llegado el momento de aplicar todo lo aprendido. La posguardia se extendió hasta bien tarde pues debíamos dejar todo claro: los medicamentos, el estado del paciente, comprobar que no existiera signo de alarma; e igual de importante: transmitir calma y seguridad en medio del temor que causa lo desconocido a nuestros especialistas que debían enfrentar la situación”.

Madrugada del 29 de marzo, cuando el doctor Rodolfo entró a zona roja.Madrugada del 29 de marzo, cuando el doctor Rodolfo entró a zona roja.Calma y seguridad y alguna ropa apropiada para salir de casa buscó él el 29 de marzo a las 2:30 a.m. cuando le tocaron la puerta. Echó mano a todo eso y entró a sacudir la gravedad de una paciente sospechosa.

Tres días después, el PCR despejó la incógnita y volvió a la “tranquilidad” de una zona arcoíris donde radica una comisión de expertos que debe evaluar y decidir el tratamiento a seguir con cada una de las personas infectadas con el SARS-Cov 2 en la provincia. Ya el virus por sí solo se lee raro, no alcanzo a calcular cómo ha de ser la bibliografía y el agua tibia de tanta revista científica.

“Esta tarea ha sido un gran desafío de mucha superación y sacrificio. Todos los días publican estudios que nos mantienen en actualización constante. Nos ha tocado atender cubanos y extranjeros, niños, adultos, gestantes y puérperas; y además responder a los requerimientos de cada uno de estos grupos. Hemos aprendido mucho en esta batalla pero yo creo que la enseñanza mayor resulta la importancia del trabajo en equipo con organización y valentía. Hemos crecido, sobre todo, en el amor al ser humano y a luchar por la vida de los demás sin medir las consecuencias”.

Ese párrafo largo lo resume en una jerga simpática de estudiante universitario: “Hemos necesitado muchas ‘horas nalga’ con la letra de molde como decimos en Medicina para poder ayudar a los enfermos y al personal en zona roja”.

Porque el doctor Rodolfo puede ser muy especialista en Terapia Intensiva, muy jefe de coordinación de trasplante en el “Amalia Simoni”, muy “el orgullo de los profesores” (hemos sabido por otras vías), pero le ebulle el desatino de un aprendiz consagrado. Siempre de cinco puntos. Pues ahí para esa cuenta.

Rodo, como lo llaman algunos, confiesa tajante, sin matices de arcoíris, que asumió esta tarea, la que le encargaron. “Pero te puedo decir que me encantaría estar al lado de cada paciente grave en su batallar”. Irreverencia sagrada esa de muchacho que se transparenta al ritmo del color clarísimo con que mira.

“Extraño el ajetreo diario en mi sala de terapia y a mis residentes; sobre todo ahora, ellos han demostrado que saben cuidar y curar el alma de cada enfermo. Para ellos también va mi aplauso de las nueve”, habla ahora el profesor exigente y talentoso.

He ahí, en los tonos de las facetas, el color exacto de la vida.

Pudiera creerse que como a nivel nacional disminuyen los confirmados y en la provincia llevamos alrededor de un mes sin nuevos casos, el trabajo de Rodo y del resto de nuestros médicos involucrados ya cesa, pero su revoloteo de partícula intensa se siente con la contundencia de cada fibra suya:

“El trabajo sigue. Se trata de una enfermedad con muy elevado porcentaje de asintomáticos. No se puede bajar la guardia. Debe continuar la pesquisa activa clínica y de laboratorio. Y todo el personal aguardando en sus puestos sin descuidar la superación”.

Y este texto se pretende una segunda convocatoria o examen extraordinario para Dayalis y Ramona. Otra oportunidad, extraordinaria, para demostrar que aprendieron bien sobre lo extraordinario de ciertas partículas en la escuela que fue Camagüey. Vencer al virus es un triunfo tremendo; también lo de iluminarse y agradecer con desmesura, y en todos los colores, a quienes “enseñan” y cuidan tanto, desde una zona arcoíris.