Foto: ArchivoFoto: ArchivoCAMAGÜEY.- El furor beisbolero camagüeyano se apagó hace semanas, quizás no las suficientes para ver con cierto dolor deportivo cómo otros festejan el éxito que casi todos presumieron podía tener, como candidato "sembrado", al equipo de los Toros en la recién fenecida 60 campaña.

Pero entre realidad y posibilidad median en infinidad de ocasiones distancias insalvables. Y ello sucedió: la inspiración se marchitó como fuego de vela golpeado por una ventisca, pese a la permanencia del deseo hasta el último momento, en espera de una reacción que se negó a aparecer.

Ya es historia conocida que tras el golpe de infortunio se desataron las más diversas corrientes de opinión, desde las que claman por destronar a Miguel Borroto como director, hasta otras que piden le alarguen su tiempo de mando en el timón de los camagüeyanos.

No es ocasión propicia para regresar a un análisis detallado de por qué fueron sepultadas las aspiraciones competitivas de los locales, pues hubo tiempo suficiente para reflexionar sobre los errores, tanto de atletas, como los generados desde el puesto de dirección del equipo.

Una vieja frase popular sentencia que "el agua pasada no mueve molino". Y es así. Toca ahora reparar los desgarros de una temporada para el olvido, y pensar, y pensar bien, cómo devolver el entusiasmo a una afición que se apegó a las más complejas claves matemáticas, esperando un imposible "happy end".

¿Seguirá Borroto de mentor? Todavía es "secreto", al menos oficialmente. Y aun cuando su dosis de responsabilidad es alta, tampoco hay razones para moverlo si solo se ampara en que el saldo quedó apartado del camino esperado.

¿Una segunda oportunidad? Pudiera ser, incluso, sin perder la visión de preparar adecuadamente a quien o quienes se avizoran en ese cargo, en verdad sumamente polémico, sobre todo, cuando los éxitos son escurridizos.

Tal vez la historia le respalde, aunque habría que ver hasta qué punto sus desaciertos han dañado o no hacia lo interno la disciplina y el enfoque de los atletas, y la imprescindible unidad del colectivo de dirección.

Mas, ya es tiempo de saber si los entrenadores de los últimos dos años se mantienen, y que trascienda la decisión definitiva relacionada con la conducción de la selección.

Muchos se hicieron la boca agua, enfocados en que Camagüey tenía todos los "poquitos" necesarios para acomodarse en la puja por la corona. Y aunque no resultó así, vale recordar que en el trayecto fueron aniquilados equipos que habían tenido un rendimiento superior, lo cual funciona al menos como una especie de aliciente, de analgésico... presumiblemente muy tardío.

La LX Serie Nacional ya es historia: sufrió los embates de la COVID-19, permaneció en cartelera durante unos siete meses, a merced de suspensiones por equipos con jugadores afectados por la enfermedad; contra viento y marea, llegó a la meta a duras penas.

No se sabe a estas alturas si felicitar la estoicidad, o la tozudez, de la Comisión Nacional de Béisbol, de mantener, a contrapelo, el evento, cuando abundaron momentos en los cuales la afición veía, angustiada, que transcurrían los días y el certamen no daba señales de vida.

Granma, sin ser el favorito clásico, desbordó a un Matanzas que en el papel aparecía con mejores aptitudes para el éxito. Empero la pelota, caprichosa al extremo, le negó a los Cocodrilos la permanencia como monarcas, y sonrió con beneplácito ante el regreso a la cima de los Alazanes del Oriente.

Pero siempre que se cierra un tema, aparece otro. Ahí radica el embriagador encanto de este deporte, la capacidad de crear polémica, de mantener a sus fans con la chispa encendida, tal como ocurre con la reciente decisión de que el matancero Armando Ferrer dirija el elenco a la Copa del Caribe en Curazao.

Queda pendiente la conformación de una preselección más numerosa, que se alistará de cara al preolímpico con sede en La Florida, Estados Unidos. Sobre el asunto, ya se filtraron ideas, como la de traer al conglomerado a jugadores dispersos en varias ligas en el mundo, si bien la columna de la futura nave serán los asentados en el país.

El hecho de que Camagüey anclara en una modestísima novena plaza, y ver y aplaudir la fiesta del campeón en casa ajena, estimulan a seguir pensando en grande, a esperar que la venidera porfía sea capaz de devolver el público a los estadios y a más agramontinos a la gran escena beisbolera cubana.

Porque, independientemente de todo, el buen espectador, el seguidor irreductible, defiende a ultranza aquello de que con soñar no se pierde nada...