Yo quiero estar aquí.
Cruzando puentes, ríos, centrífugas.
Me baño en níquel:
-Desentierro la lengua del pájaro.
Qué lindo mi país.
Nancy Morejón
CAMAGÜEY.- Justamente por estar aquí, por defender su realidad, nuestra realidad, por seguir venciendo centrífugas junto a los suyos, por preferir bañarse en níquel y no en dólares, es la guerra que se les hace. Israel, Yoel y Nancy, como muchos otros, son de los que han preferido quedarse en Cuba, no ceder a la presión del odio engendrado por YouTube y otras plataformas digitales, y seguir defendiendo nuestra cultura desde este Archipiélago y eso no se lo perdonan.
El guion no es nuevo, aunque parezca hecho para Cuba. Vayamos al ya muchas veces citado y pocas veces interiorizado plan macabro de Allen W. Dulles, diseñador de la estrategia de Estados Unidos contra el socialismo europeo. En el libro El Arte de la Inteligencia se lee abominablemente claro en sus propósitos.
“Apoyaremos y encumbraremos por todos los medios a los denominados artistas, que comenzarán a sembrar e inculcar en la conciencia humana el culto del sexo, de la violencia, el sadismo, la traición. En una palabra: cualquier tipo de inmoralidad. (…) Solo unos pocos acertarán a sospechar e incluso a comprender lo que realmente sucede. Pero a esa gente la situaremos en una posición de indefensión, ridiculizándolos, encontrando la manera de calumniarles, desacreditarles y señalarles como desechos de la sociedad”.
Tal resulta el contexto de la guerra cultural que se nos hace, de la que tantas veces también se habla y no tantas se actúa en consecuencia. Ya no se trata solamente de bombardear con culturas foráneas, de invadirnos con símbolos que nada tienen que ver con nuestra realidad, ahora la guerra sin cuartel va contra cualquiera que decida defender por encima de todo la cubanía.
Sin embargo, no nos hemos preparado del todo para hacerle frente a ese escenario, todavía reaccionamos demasiado tarde –cuando lo hacemos–, aún no somos previsores, no damos primero y eso nos impide ser proactivos en lugar de seguir peleando a la riposta.
En un escenario así es imperdonable seguir reproduciendo estereotipos colonizadores, sobre todo a 64 años de la Revolución, una creación descolonizadora en sí, porque forjó una conciencia antihegemónica y anticolonialista que el pueblo fue asumiendo en la medida que adquiría formación cultural. Además, creó una cultura de resistencia basada en la épica de una obra que había transformado la vida de un país y de su gente, y que además tenía el enemigo al acecho.
Desde entonces, en el terreno cultural, de la comunicación y de las ideas se enfrentan dos alternativas de país, dos modelos sociales, el colonialismo y anticolonialismo, un enfrentamiento que no es privativo de los siglos XX o XXI, viene desde mucho antes.
Hoy no ha cambiado mucho el escenario y la lucha contra la manipulación y la opresión imperialista sigue siendo una tarea importante para la supervivencia de una América Latina independiente. La tesis dominadora está en aumento en el imaginario latinoamericano, cada vez más vulnerable a la guerra cultural y al poder de los grandes medios de comunicación, que presentan a los Estados Unidos como la tabla de salvación. Hoy, como dijera Martí en su ensayo Nuestra América, tampoco es el momento de “dormir con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas de almohada”.
Todavía hay mucha gente atrapada en la lógica del colonizador y ni siquiera se da cuenta, por lo que esta batalla adquiere más importancia, en ella se juega todo, por lo que hay que seguir dándola, construyendo y defendiendo un discurso que sustente lo antihegemónico de nuestros proyectos, de las alternativas, de las izquierdas.
La globocolonización, como la llama Frei Betto, seguirá, pues es la manera que tiene el capitalismo de mantenerse, de subsistir. También continuará el odio contra los nuestros pues representamos un ejemplo que no conviene. Nos toca, como dijera Nancy Morejón, en su poema Hora de la verdad, cantar en Cuba y cantar en nuestra lengua para siempre.