CAMAGÜEY.- “El Partido lo resume todo. En él se sintetizan los sueños de todos los revolucionarios a lo largo de nuestra historia; en él se concretan las ideas, los principios y la fuerza de la Revolución; en él desaparecen nuestros individualismos y aprendemos a pensar en términos de colectividad (...)”, decía Fidel en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Los cubanos nos hemos empeñado en construir un modelo diferente de país. La historia nos demuestra que el socialismo, como diría Mariátegui, no puede ser calco ni copia, sino creación divina. Lo vivido en Cuba desde que nos decidimos a ser libres o a morir en el intento nos ha enseñado que esa creación solo es posible si hay unidad.
Miremos atrás y analicemos qué consecuencias nos ha traído desunirnos: la firma del Pacto del Zanjón, el fracaso de la Guerra Chiquita o del plan Gómez-Maceo, y hasta el siglo XX está cargado de ejemplos de cómo cuando logran dividirnos sacan provecho quienes nunca han querido nada bueno para los cubanos.
Solo un hombre, adelantado a su tiempo, y tras haber estudiado con minuciosidad los errores del pasado, pudo comprender en el siglo XIX la necesidad de una organización unitaria para conducir la tan necesaria guerra del ‘95. El Partido Revolucionario Cubano fue uno de los grandes legados de Martí y Carlos Baliño, este último, consciente del momento que vivía Cuba en la década de 1920, se encargaría de la continuidad del mismo junto a Mella.
Luego del triunfo de enero de 1959 bien se sabía el valor de la unidad para la Revolución. Con el fin supremo de aglutinar las fuerzas surgieron como un primer paso las Organizaciones Revolucionarias Integradas que después se convertirían en el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba como antesala de nuestro Partido Comunista de Cuba.
Para algunos el nombre estuvo signado por el acercamiento a la entonces URSS, pero realmente la construcción del socialismo en Cuba es el resultado de un proceso endógeno al que nos llevaron los propios cambios de una Revolución verdadera, sus medidas y la intolerancia agresiva de nuestros enemigos históricos.
El mismo enemigo y su plataforma de restauración capitalista, en otro intento por quebrantar la unidad, hoy promueve conceptos ajenos a nuestro sistema político. Así ocurre con el pluripartidismo, impuesto como único modelo democrático bien visto por las élites. Mas, hoy en la Asamblea Nacional del Poder Popular hay sentados diputados que no son militantes del Partido, hay delegados de circunscripción que tampoco lo son y es que la Ley no exige como requisito para ser candidato en ningún nivel, ser o haber sido militante.
El Partido único es parte de un modelo político en el que lo principal es la voluntad popular.
¿Cuál es la misión de ese Partido único, martiano, fidelista, marxista y leninista, vanguardia organizada de la nación cubana? Pues se la dio la Constitución, aprobada por casi el 90 % de los cubanos con derecho al voto: “es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado. Organiza y orienta los esfuerzos comunes en la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista. Trabaja por preservar y fortalecer la unidad patriótica de los cubanos y por desarrollar valores éticos, morales y cívicos”.
Además, como dijera Raúl, es el único heredero de la confianza depositada por los cubanos en Fidel.
Para cumplir con ese encargo, no puede separarse jamás de las masas, la historia nos lo demuestra, debe andar siempre con el oído bien pegado a la tierra y ser intransigente ante lo mal hecho; pero eso no podemos verlo en abstracto y tampoco podemos cargar toda la responsabilidad en los cuadros profesionales.
El Partido lo hacemos día a día sus militantes, no solo a la hora de la reunión o de pagar la cotización, hay que asumirlo como un modelo de actuación.
El núcleo tiene que ser ese espacio cuestionador en el que todos, miembros de la organización o no, nos veamos representados. ¿Cómo lograrlo? ¿Es el nuestro ese núcleo aglutinador e inclusivo? ¿Son la mayoría de las organizaciones de base ese espacio donde se debate lo que le preocupa a la mayoría o a uno? ¿Cuán esquemáticas son nuestras reuniones todavía? ¿Cómo hacerlas acorde a los tiempos que corren?
No es difícil cuando es el Partido el primero en irle para arriba a un determinado problema, cuando de conjunto con las administraciones, sin pretender administrar, busca soluciones, aporta y se adentra en sus causas siempre desde una visión política, cuando nos hace preguntarnos como militantes qué responsabilidad tenemos en que algo no esté funcionando como debe.
Ese también sería un paso importante para hacerlo mucho más atractivo y creíble para los jóvenes, asunto estratégico e incluso de supervivencia para la organización política.
Que ese Partido se parezca cada vez más a la sociedad que dirige no es tarea de los niveles superiores. Tiene que ser el primero en discutir un asunto que ande en la calle sin esperar a que se le indique.
Transformarlo es también nuestro aporte a mantener la Revolución y edificar el socialismo. Que sea un espacio proactivo depende de nosotros, de quienes somos su razón de ser, la militancia comunista, que sabe, debe y puede seguir construyendo el Partido que necesitamos.