CAMAGÜEY.- La vida es el bien más preciado que el ser humano tiene y ahora mismo está en juego. Sí, está en juego por la irresponsabilidad individual, las decisiones equivocadas y la aparición de cepas más agresivas y contagiosas, al punto que según los pronósticos, si no disminuyen los graves y críticos, pudieran morir entre dos y tres personas diarias por dos meses.

Según los cálculos, que debieran ser una herramienta útil para la toma de la decisiones oportunas y no se aprovechan del todo, en julio pueden crecer los ingresados hasta más de tres mil. Si la pandemia sigue su curso normal, si no se toman medidas restrictivas efectivas, si el sistema de Salud no es oportuno y los protocolos se vuelven interpretación de quien los lea, si no somos oportunos, la muerte llegará a muchas más familias.

Alarmante resulta que en los últimos 15 días se confirmaran 4 495 casos de COVID-19 autóctonos; 27 de ellos sin fuente infección precisada, lo que duplica el riesgo por no saber dónde está la enfermedad.

Hasta este jueves, la tasa de incidencia andaba por las nubes, en 576 casos por cada cien mil habitantes y eso se traduce en que si salimos a la calle, el riesgo de infección es alto y si es en Céspedes, Camagüey, Florida o Vertientes, más todavía.

La transmisión comunitaria de la enfermedad se controla con conciencia más que con multas en el centro de la ciudad. Como hemos dicho en otras ocasiones, no se trata solo de controlar las arterias principales de la ciudad, cuando en los repartos es donde mayor trasmisión existe. Limitar la movilidad no es un capricho y hace falta que la mayoría comprenda que debe salir solo lo imprescindible. No hacemos nada con una ciudad detenida después de la una de la tarde, si hasta las 12 y 59 pareciera que tenemos los números de enfermos en cero, sobre todo cuando a las variantes que ahora circulan solo les bastan segundos para pasar de un organismo a otro. En Wuhan, la ciudad por donde se presume que inició la epidemia en noviembre de 2019, se controló el brote con la acostumbrada disciplina asiática.

Aquí ha habido de todo: violación de los protocolos establecidos, falta de exigencia y permisibilidad lo mismo para los nacionales que para los extranjeros, irresponsabilidades individuales y colectivas, y mientras no comprendamos que esto cuesta vidas humanas, no vamos a controlar las curvas de contagio, porque de algo sí estoy seguro: en nuestras manos está controlar el tamaño del pico de contagios y la extensión de este rebrote.

Abdala no es una varita mágica. El hecho de que nuestro candidato vacunal exhiba la cuarta mayor eficacia en el mundo no puede generarnos confianza. No basta con conmoverse ante la muerte cuando se puede evitar ¿o es que tanto nos interesa el yo que hasta que terminamos entubados en la terapia de algún hospital no cogemos conciencia, tan urgida por estos días?

Asusta que Cuba ocupe el lugar trece entre los países con mayor número de contagios diarios en el mundo, asusta que tengamos un promedio de casos diarios mayor que el de América Latina, y esos no son simples cifras, son niños que apenas saben lo que es la COVID-19, son personas saludables con mucho que aportar todavía, son abuelos que de no ser por esta enfermedad nos hubieran durado más, acompañándonos.

La vida es el derecho humano más elemental y no es posible virar atrás cuando se termina. Evitar la muerte está en nuestras manos, bajar la curva de contagios no es tarea de los extraterrestres, lo lograremos con nuestro actuar, la vida es demasiado seria como para tomarla tan a la ligera, basta ya de ser irracionales.