CAMAGÜEY.- El 11 de marzo de 2020 aparecieron en Cuba los primeros casos del indeseado coronavirus SARS-CoV-2 que provoca la COVID-19, coincidentemente con la declaración de pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Quiere decir, que el 7 de abril del pasado año, el Día Mundial de la Salud, ya estábamos enrolados en este suceso sin precedentes para las generaciones actuales.
Lo que sí no estaba en nuestros planes, ni en nuestros anhelos, era que en esa misma fecha de 2021 seguiríamos en tan inseguro modo de vida. El desafío ha sido inmenso, más de lo que pudimos pensar. De golpe y porrazo llegó el momento en que se acabaron muchos proyectos, las reuniones familiares, las laborales, cambió el modo de trabajar y hasta de comportarnos.
De momento varió hasta nuestra manera de demostrar el amor hacia la familia, los amigos, los compañeros de trabajo. El desafío ha sido tan intenso que nuestra apariencia cambió. Ya no mostramos el rostro como antes y las mujeres dejamos de usar algo que creíamos elemental como puede ser el creyón labial.
Así han ido pasando los días, las semanas y los meses. Y cuando empezamos a escuchar términos como “nueva normalidad” nos sentíamos incómodos, de qué manera viviríamos “normal” si a la vez no podíamos hacerlo, parecía contradictorio.
Sin embargo, en los días que corren quisiéramos volver a esa “nueva normalidad” como un paso más cercano a la de verdad, porque en realidad hemos retrocedido, y mucho, en la situación epidemiológica de Camagüey y del país. Ya son varios días con reportes de más de mil nuevos contagios y más de 400 fallecidos en Cuba durante toda la pandemia.
Mas, el propósito es no cansarnos, ni en lo colectivo, ni en lo individual. Todos somos responsables de todos y de cada uno.
Los niños son responsabilidad de los mayores a cargo, los ancianos vulnerables, de sus familiares, mientras estos están llamados a asegurarles lo mínimo indispensable e incluso a seguir trabajando sin comprometer su salud ni la de quienes cuidan, a no dudar tarea difícil, pero no imposible.
Estos tiempos de COVID-19 han demostrado que ante un pequeñísimo desliz se ponen en juego la vida de muchos seres humanos, no solo de quien lo comete. El nivel de contagio es alto y muchas las secuelas si se sobrevive de la enfermedad. Hay algunas ya descubiertas; no obstante, otras se conocerán llegado su momento porque se trata de una enfermedad nueva.
No hay derecho a echar por la borda tanto esfuerzo, sacrificio y riesgos de miles y miles de personas entregadas en los diversos frentes para paliar la situación; no hay derecho de contagiar a indefensos.
Foto: Alejandro Rodríguez Leiva/ Adelante/Archivo
La confianza invariable de la población en los profesionales de la Salud tiene que expresarse en que los ayudemos cuidándonos. Tampoco ha cambiado, sino que crece, la confianza en los científicos, esos que se han entregado total e incondicionalmente para lograr cinco candidatos vacunales, dos de ellos —Soberana 02 y Abdala — a punto, pero aún sin todo el universo inmunizado ni con el tiempo requerido para alcanzar el efecto esperado.
Quiere decir que la “vacuna” de orden es el comportamiento, el pensar bien qué hacer o no en determinados momentos. No quitarse ni tocarse el nasobuco sin limpiarse las manos antes y después de ese acto. Cumplir cada detalle orientado por las autoridades sanitarias del país. Todas, medidas que implican no solo salud, sino vida.