CAMAGÜEY.- Si fuera al revés, si la infancia y la juventud estuvieran entre los grupos más vulnerables, de seguro nuestros mayores las protegerían a toda costa. Tal certeza circula en algunas redes sociales de Internet como suerte de llamamiento a la protección de las generaciones que sostuvieron a la humanidad las últimas décadas y hoy son blanco predilecto de la COVID-19.
Junto a enfermedades crónicas como las cardiopatías, la diabetes y la hipertensión, haber vivido 60 años o más constituye causa de mayor riesgo de infección y también de complicaciones.
Cuba, con elevado nivel de envejecimiento demográfico, puso a ese grupo poblacional a buen resguardo desde sus primeras medidas. Opciones alimenticias normadas en dependencia de las posibilidades de los territorios, entrega a domicilio de almuerzos y comidas de los sistemas de atención a la familia (SAF), protección laboral y salarial (solo en la provincia de Camagüey, están acogidos a dicho beneficio 6 743 trabajadores) son algunas de las acciones concretas.
Mas, el llamado perenne de las autoridades, comenzando por el Presidente de la República, a cuidarlos y a que se cuiden, deviene principal contención. Y cumplir tal responsabilidad corresponde a las familias.
Duele ver a personas muy entradas en años recorriendo las calles o encargadas de gestiones habituales, como si nada, o enroladas en agobiantes colas, máxime si se sabe que en el hogar permanecen quienes pudieran sustituirlos. Que muchas viven solas o con menores resulta la justificación más común, pero subsisten lamentables ejemplos en los que los envían desde casa para que les consideren y tengan prioridad en la larga fila.
Para los solitarios, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social ha dispuesto atenciones especiales. En Camagüey, 2 576 están a cargo de trabajadores sociales y movilizados de diferentes sectores. Sin embargo, nuevos casos aparecen a diario. Y algunos no pueden valerse por sí mismos, pero otros sí.
Y allí es donde no puede haber extremismos. Inaceptable que recorran largas distancias hasta los mercados, colmen áreas comerciales en busca de “lo que saquen” o permanezcan en las esquinas vendiendo o revendiendo cualquier cosa. E inaceptable también que les nieguen adquirir el pan en una bodega o productos agropecuarios en la placita del barrio; e incluso les insten a no creer en lo que publica el periódico local al respecto.
Hace unas semanas, Adelante consultó a los grupos y subgrupos del Consejo de Defensa Provincial múltiples dudas de la población, incluida la restricción o no a los mayores de comprar en establecimientos estatales. La respuesta ahora se mantiene: no tienen prohibido comprar y siempre que se pueda deberán priorizarse. ¿Los estamos mandando para la calle? No. Tanto las autoridades como la prensa conminan a la prevención… y al sentido común.
Nadie mejor que los integrantes de las Zonas de Defensa, convocadas a un rol más protagónico, para determinar la conducta en cada situación concreta. Allí, en la comunidad, sí saben del abuelo sano buscando mandados porque la hija trabaja y el nieto es pequeño; de la que vive sola al doblar de la tienda y sale temprano en la mañana el día que le toca leche; o de aquel con mil achaques de quien se aprovechan sus “seres queridos”.
Análisis aparte merecen los mensajeros. Según datos de la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social, 500 de estos trabajadores por cuenta propia tienen 60 años o más. Algunos están contratados por decenas de núcleos. Si prescindiéramos de sus servicios, en muchos casos desprotegeríamos a personas también muy adultas. A quienes decidieron suspender sus licencias, le respetan tal derecho, al igual que a quienes quieren o necesitan continuar laborando. Ante cualquier padecimiento, el análisis sería casuístico, por supuesto.
Cientos de camagüeyanos mayores de 60 años permanecen trabajando a distancia, porque resultan imprescindibles para sus colectivos. A ellos, y a los que ya descansan, y a los que alguna patología confinó por siempre a una cama, y a los que todavía fuertes colaboran con sus familias, a todos hay que cuidarlos… con desvelo y sin extremos. Sostuvieron a la humanidad las últimas décadas, ahora es al revés.