CAMAGÜEY.- El artífice de la expresión es un joven estudiante de Medicina que viajó desde Guáimaro a esta ciudad para ultimar detalles del inicio del curso 2019-2020.
Era domingo. En los predios de la institución docente tomó un coche hasta la calle San Martín esquina a Lugareño, apenas diez cuadras, para visitar a unos parientes. Al descender pagó con 5.00 pesos. ¡Cuál no sería el asombro! Solicitó el vuelto y la respuesta fue: ¿Qué vuelto?
“Estás a la cara”, respondió el afectado. Lo estipulado para esa ruta hasta la tienda La Borla son 2.00 pesos, a tenor de la tarifa oficialmente establecida; pero como se aprecia, hay conductores de coches de tracción animal que hacen oídos sordos a la medida regulatoria.
Generalizar es un error. No todos los conductores son iguales. De esa propia ruta escuché a uno decir, cargado de pasajeros: “Yo cobro lo que dice el Gobierno. Para qué buscarme problemas, una multa, o en el peor de los casos, me retiren la licencia”.
Ese mismo domingo, el futuro médico subió a un coche como a las 2:30 p.m., en las inmediaciones de la placita del reparto América Latina. Tanto él como dos señoras que viajaban con destino al hospital provincial Manuel Ascunce tuvieron que bajarse en la Plaza de La Habana. “Yo sigo recto”, dijo el hombre tras exigir el pago de 3.00 pesos.
Las personas que tomen dicho medio de transporte alternativo tendrán que optar por andar con moneda fraccionaria en el bolsillo, de modo que aun conociendo la tarifa de la ruta no tengan que esperar por la susodicha y escapada devolución.
Caricatura: Tomada de vanguardia.cu
Varias lecciones nos dejan estos hechos. Primero, al parecer los domingos el nivel de supervisión de los inspectores afloja; no hay excepción de días de la semana para cobrar un precio diferente, y el descuido de los perjudicados de no tomar el número de la matrícula para que la denuncia sobre el infractor sea más efectiva.
Si todos los segmentos de la sociedad cierran filas, no solo la población denunciando, sino acompañándose de severas multas, incluso el decomiso en los casos extremos, nadie dude que desaparecerán los que actúan a la cara, traducido a un lenguaje más comprensible, aquellas personas encargadas de ofrecer un servicio público y violan lo reglamentado en perjuicio de mucha gente.
¡Quién sabe si a este joven, después de graduado, le toque atender a estos cocheros o a sus familiares, paradójicamente –y por fortuna– sin cobrarles un centavo!