CAMAGÜEY.- El arsenal de agresiones y políticas hostiles de las administraciones estadounidenses contra Cuba además de parecer inagotable cada vez más acude a las mentiras y las tergiversaciones para justificar sus acciones ante la opinión pública internacional y ante sus propios ciudadanos.

El último eslabón de esta larga cadena es tratar de vestir con un ropaje de reciprocidad la reducción del tiempo de duración de las visas otorgadas a los cubanos que deseen viajar a ese país para contactar a sus familiares o amigos con las claras intenciones de obstaculizar estas relaciones.

Dichas visas podrían tener una duración de hasta cinco años antes de estas nuevas disposiciones del Departamento de Estado norteamericano que ahora les establece una vigencia de tres meses y solo podrán viajar a los Estados Unidos quienes las obtengan, una sola vez en el transcurso de su período de duración.

En su declaración de condena y rechazo a estas nuevas restricciones del gobierno del presidente Donald Trump para que los residentes en la Isla puedan mantener sus vínculos con los miles de cubanos que viven en esa nación, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba recuerda que ya dichos viajes habían sido fuertemente obstaculizados al retirar las autoridades estadounidenses las operaciones consulares de su embajada en La Habana, al reducir drásticamente su personal utilizando como pretexto el manido asunto de la supuesta agresión sónica a sus diplomáticos, asunto desestimado como improcedente por destacados científicos y especialistas en el tema, de numerosos países, incluidos los norteamericanos.

Esta vez, como en la mayoría de las anteriores ocasiones, el falaz argumento es que dichas nuevas disposiciones tienen un carácter de respuesta recíproca ante los obstáculos puestos por las autoridades cubanas a los viajes de los ciudadanos norteamericanas a la Isla, argumento totalmente falso.

Pero son tan desvergonzados los funcionarios del Departamento de Estado que fingen ignorar que violando el derecho constitucional de sus ciudadanos les tienen prohibido viajar a Cuba y solo pueden hacerlo mediante licencias otorgadas por ese departamento y el del Tesoro, lo que en modo alguno cubre los que pretendan hacerlo   con fines turísticos.

Ahora, las desgracias que les ha ocasionado el advenimiento de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos quieren hacer creer que han sido consecuencia de influencias externas para que este resultara electo y no el producto de un sistema electoral arcaico mediante el cual con tres millones de votos en contra alguien puede “asaltar” la primera magistratura de una nación.

Bajo este síndrome enajenante de las influencias externas en los procesos electorales, es que ahora se aparece el periódico estadounidense The New York Times involucrando al personal médico cubano que cumple la altruista misión de preservar la salud del pueblo  venezolano, como actores influyentes en la elección de Nicolás Maduro como presidente en los comicios del pasado 20 de mayo, en los que obtuvo alrededor de 7 millones de votos.

La infamia la difunden presentando a los médicos cubanos condicionando la atención a los pacientes o la entrega de medicamentos a estos, si votaban por Maduro, pretendiendo involucrarlos en los asuntos internos de ese país, como ya trataron de hacer con los supuestos “miles” de soldados enviados allí desde la Isla para preservar la Revolución bolivariana.

Sin embargo, de tales hechos no han podido presentar prueba alguna que involucre a nuestros médicos en tales actos porque no existen, sencillamente, y porque los desmiente la larga ejecutoria de nuestras misiones de personal de la salud en más de 60 países, respetuosos de los asuntos internos de cada nación y dedicados por entero y con alto sentido humano a aliviar o curar las dolencias de cualquier paciente, sin que medie su filiación política ni sus prácticas religiosas.