Hace 10 años, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 21 de marzo como Día Internacional de los Bosques, para llamar a la conciencia de la necesidad de preservar uno de los patrimonios más importantes para la humanidad.

La situación entonces preocupaba a especialistas del orbe, porque un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) -fechado en 2015- decía que unos 129 millones de hectáreas de bosque, se habían perdido en todo el mundo en los últimos 25 años.

El contexto desfavorable continúa porque la FAO aseguró, en 2021, en su evaluación de los recursos forestales mundiales, que la deforestación está provocando la pérdida de 10 millones de hectáreas de bosques cada año en el orbe.

Esa devastación data de cientos de años, y Cuba fue un fiel ejemplo, porque en el siglo XVIII, los cubanos que vivían orgullosos de sus reservas boscosas vieron arrancar, quemar y devastar grandes extensiones de reservas vírgenes, para construcción de embarcaciones, plantar cañaverales y alimentar las pailas en la producción azucarera.

La Perla del Sur quizás sea uno de los casos más mencionados por estudiosos como la Doctora en Ciencias Liliam Martín Brito, quien repite aquella frase de Manuel Moreno Fraginals escrita en El Ingenio: Cienfuegos, fundada en 1819 junto a los bosques «que envidiaba el mundo» tenía graves problemas para conseguir leña para sus trapiches.

Ante tal destrozo, las nuevas generaciones han tenido que asumir la misión de salvar el patrimonio forestal, porque son conocedoras de los beneficios que dejan los árboles, ya sea como filón económico, turístico, constructivo, paisajístico, recreativo y de salud. También por las ventajas para los ecosistemas con la captación del carbono, la liberación de oxígeno y el mejoramiento del clima, aporte para combatir la erosión y en la conservación de los suelos.

Cuba creó programas que contribuyen a la protección de ese recurso. Uno de estos fue la creación del Plan Turquino el tres de junio de 1987 que, desde el punto de vista ambiental, se encamina a ampliar prácticas de uso sostenible, el fomento y protección de las florestas, y la conservación de los suelos, entre otros.

Mucha gente sensible en el planeta se puso a reflexionar con aquel discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz cuando, en 1992, planteó en la Cumbre de Río:

“Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”.

Y alertó: “Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar”.

Desde 1998, la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba estableció la Ley Forestal, con la cual organizó el manejo y protección de esas riquezas naturales.

Roberto Chávez Negrín, jefe del departamento forestal Flora y Fauna silvestre en la delegación provincial de la agricultura, indicó a la Agencia Cubana de Noticias que desde entonces, el referido territorio casi duplica el índice de boscosidad.

A pesar de no ser de los lugares aventajados en la cobertura boscosa como Isla de la Juventud, Guantánamo y Pinar del Río, Cienfuegos ha realizado un gran esfuerzo en la siembra de variedades conocidas como maderas preciosas, entre ellas: cedro, acacia, baria, majagua, eucalipto, pino, caoba hondureña y roble casuarina.

Otras acciones estuvieron encaminadas al fomento forestal, a plantar en las franjas hidrorreguladoras, en los bosques de interés para la defensa, a cumplir con los mantenimientos y tratamiento silviculturales y a crecer en las siembras de árboles en las llamadas trochas cortafuegos.

Los resultados en el incremento boscoso de todas las provincias, sin dudas tributan al propósito de Cuba de llegar al 2030 con un 33 por ciento de índice de boscosidad, un 20 por ciento por encima de la situación que tenía el país en 1959, cuando triunfó la Revolución Cubana.