CAMAGÜEY.- En Cándido González la gente sabe que el agua, de la presa o el río, puede entrar por la puerta de la casa. De generación en generación pasan las historias y las señas para que las pérdidas sean las menos posibles y el entrenamiento les permite asustarse poco o tener la medida exacta de los riesgos; o al menos eso creían hasta que llegaron los primeros días de este junio.
Hilarides Pompa García, delegado en la comunidad 21 de Octubre, nacido y criado en el lugar, asegura que desde pequeño, y ya casi llega a los 65 años, el agua coquetea con los vecinos “pero nunca como esta vez”, me dice mientras caminamos la calle principal de la barriada al tiempo que señala las marcas bajo las ventanas, la fina línea que dejó la avenida que unió todo en la comunidad más llana en los alrededores.
“Desde el día antes por la mañana estábamos alertando a la población. La gente recogió sus cosas dentro del hogar en las casas que están en las partes más altas, pero imagínese que llegó a un metro y medio de altura. Cuando deciden aliviar la presa más rápido cambió el panorama. Para ese momento ya todos estaban evacuados en casa de amigos o en el centro de protección. El sistema funcionó muy bien y solo tenemos algunos techos quebrados y colchones que se perdieron, pero ya se repusieron”.
La mayor dificultad de la “21” es el drenaje. En la zona más pegada al canal las casas estuvieron más de tres días con el agua dentro. Ahora, que todo está tan seco parece increíble pero el susto en la gente no miente.
Creada en 1967 en medio de la efervescencia azucarera de un poblado que vivía de sus centrales, la comunidad tiene una bodega, una escuela primaria, un consultorio y una placita. Hasta allí llegó el agua y aunque no hubo grandes daños las huellas de los años de abandono van desapareciendo con el impulso de la recuperación.
“La bodega ya no se parece en nada a lo que era antes. Todo está más bonito y arreglado. Lo más importante, asegura Hilarides, es que nos toca a nosotros mantener las instalaciones y que el servicio que se dé a la población sea de calidad”.
La Dra. Nayara Muñoz Hernández, vertientina de nacimiento que lleva dos años en la zona, pasó la noche larga lejos de su consultorio --donde el agua llegó a los tobillos-- junto a las 133 personas evacuadas en la primaria Jesús Menéndez. “Para la ‘seño’ y para mí fue una experiencia muy fuerte. El agua llegó a rodearnos pero no faltó lo necesario para atender a los vecinos de María Luisa, La cuchilla y Jorge Oquendo, en especial a los ancianos y niños. Las autoridades y los responsables de la escuela estuvieron al pendiente de cada detalle”.
Yuris Maura Aday Aday vive hace ocho años en una de las casas que está más cerca del canal. La familia de su esposo recuerda otras crecidas pero nada semejante. “Imagínese que durante el día llovió y ya el agua estaba por todas partes, el suelo no aguantaba una gota más. A las 6:00 p.m. empezamos a subir las cosas y yo me fui con la niña para un lugar seguro”. Para ese momento ya habían sacado al tío encamado para el centro de protección y solo los hombres del hogar se ocupaban de asegurar los muebles.
“Aquí ponemos unos bloques y sobre ellos paramos la mesa, las cosas se suben allí y antes no había pasado nada, pero a la 1:00 a.m. el agua nos daba casi al pecho, no imaginamos que se iba a poner tan fea. Tanto, que el agua no salió de la casa en cuatro días”. La única pérdida fue un colchón que ya pudieron reponer. No hay muchos vestigios en el hogar humilde, aunque la raya en las paredes todavía no desaparece.
Solo rompe el cuadro habitual de la vida en el “21” una mesa bajo un almendro. La oficina de trámites funciona allí. No llegan solo aquellos a los que las aguas debilitaron la estructura de sus casas, sino todo el que busca atención por una necesidad, una duda, o una ayuda. No es un secreto los problemas acumulados, y menos cuando las almas bajo la sombra del árbol no menguan durante horas.
El Primer Secretario del Partido en la provincia y el Gobernador escuchan también a las personas, en medio del gentío los que están agradecen que les hablen claro y de frente.
“Tenemos la altísima responsabilidad de atender caso a caso, aseguró Federico Hernández Hernández, y decirle qué solución puede tener y en qué tiempo, porque todo no se podrá resolver a la vez. Hay asuntos que han pasado de año en año, nada lo justifica, pero eso no es la Revolución, responde a la actuación de alguien. La Revolución está aquí, y vamos a resolver los problemas, poco a poco, a partir de la prioridad que la misma comunidad demande”.
HACER COMO PAÍS
Como parte del sistema de trabajo para el chequeo sistemático a la recuperación de las afectaciones por el reciente evento hidrometeorológico visitó el poblado de Cándido González el primer ministro cubano, Manuel Marrero Cruz. Lo acompañaron Alejandro Gil Fernández, viceprimer ministro y titular de Economía, además de Ydael Pérez Brito y René Mesa Villafaña, ministros de la Agricultura y la Construcción, respectivamente y Antonio Rodríguez Rodríguez, presidente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos.
En el intercambio con las máximas autoridades en la provincia el jefe de Gobierno conoció las principales afectaciones que las intensas lluvias provocaron en Camagüey, las que incluyen 25 zonas inundadas, 87 kilómetros de viales dañados, de ellos 17 vías nacionales; además de las pérdidas de cultivos y el incremento del deterioro del fondo habitacional.
La comitiva compartió con los vecinos de 21 de Octubre. Allí, rodeados de pueblo, bajo el sol que rajaba las piedras y el calor que sufocaba al más pinto, supo el Primer Ministro de las casas que el huracán Paloma lastimó, donde se pueden ver las estrellas desde las camas; de los problemas organizativos por los que se pierden cultivos, de las familias que necesitan más compañía, y las ganas de muchos de no perder la vida de un pueblo que vivió del azúcar.
Los dirigentes analizaron lo que podía ser una traba o una falta de previsión, una urgencia o el alto precio que cobra la desidia, y lo que es responsabilidad colectiva transformar con los recursos locales.
A más de casi 15 días nadie habla de la inundación, a menos que preguntes, hay mucho que hacer: personas en la puerta del consultorio, unos sacan los mandados, otros andan con los azadones y machetes al hombro, un niño regresa de la escuela, y varios desde los portales miran el andar agitado de la comunidad donde llegan colchones a las casas, pintan paredes, levantan estructuras… Yuris Maura asegura que aquella fue una noche tremenda pero nunca estuvieron solos.