CAMAGÜEY.-  Han transcurrido más de sesenta años y Carmen Rita Rodríguez Pérez parece estar viendo al Che llegar a la fábrica vestido con su uniforme verde olivo, en bota y un tabaco en la mano.

Apenas tenía catorce años y ya desde el chinchal del reparto La Mosca, nombre que le daban a una pequeña fábrica de tabacos, ella era despalilladora, hasta pasar a la actual industria El Surco, enclavada en la calle San Ramón y Línea del Ferrocarril.

En ese momento –año 1961– no sobrepasaba de veinticuatro los operarios de tabaquería, sin embargo, con la intervención de los pequeños centros, se hacía necesario concentrar esa fuerza, motivo especial que llevó al dirigente sindical, Julio Delgado, apodado con el sobrenombre de Anchia:

Ignacio Sierra y a Antoliano Expósito, quien fuera, con los años secretario del Partido alli, a viajar a La Habana para gestionar un local amplio, donde cupieran más de 300 trabajadores del ramo.

Carmen, convertida con los años en lectora de tabaquería, acumula amplios conocimientos de la figura del Che, como guerrillero del Ejército Rebelde, de presidente del Banco Central de Cuba, de ministro de Industrias y de sus acciones internacionalistas en el Congo y en Bolivia, donde fue asesinado.

Por coincidencia de la vida, una de las dos veces que el Che estuvo en la fábrica, Raúl González Gutiérrez, excombatiente del Ministerio del Interior, fue testigo excepcional de ese momento y lo trae a colación.

“No olvido que Anchia, desde una posición que le permitirá dirigirse al Che dijo: ¿Por qué si a los despalilladores de Santa Clara, se les paga un mejor salario, a nosotros no nos aumentan?.

“La respuesta del Che fue categórica: Muy justo lo que dicen, pero en este momento no es posible, las finanzas hay que dedicarlas para la creación de nuevas industrias y empleos”.

Del Che a Carmen le impactó “el respeto que emanaba, su trato afable” y en cada una de sus jornadas como lectora, no pierde momento para hablar del hombre que este 14 de junio cumpliría 95 años, de Fidel, de historia y de la actualidad nacional e internacional, proceso de comunicación que era muy bien recibido por los viejos tabaqueros y es necesaria su aprehensión por las nuevas generaciones.

En su conversación, Raúl González Gutiérrez, recordó dos nuevos momentos de ver al Che, en la plenaria azucarera, celebrada, el 9 de febrero de 1963 en el teatro Alkázar, y a la llegada para un tope amistoso de ajedrez en el sitio que hoy ocupa el centro cultural y recreativo Casino, en las inmediaciones del mayor parque urbano de Cuba.

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En El Surco queda para la posteridad una tarja, la cual recuerda una de las dos estancias del Guerrillero Heroico entre los tabaqueros camagüeyanos, sector del que fue un paradigma del gremio Lázaro Peña, líder de la clase obrera cubana.