La llamada guerra hispano cubana norteamericana se inició con la declaración de guerra de EE.UU. a España y su primera acción ofensiva fue el bloqueo naval y los bombardeos a fortificaciones e instalaciones costeras  del país, ordenado el 21 de abril de 1898, hace 125 años por el presidente estadounidense William McKinley.

De inmediato, un monitor y cinco cañoneros se hicieron a la mar desde la Florida y posteriormente se les sumaron más barcos para sitiar los puertos de Cárdenas y Matanzas, Cienfuegos y La Habana, además de toda la región oriental, principalmente frente a las costas de Santiago de Cuba, Manzanillo y Guantánamo.

La marina del país norteño se preparaba ante la inminente guerra que libraría el naciente imperialismo al considerar llegado el momento de cumplir sus viejos sueños de apropiarse de la Isla, para entonces inmersa en la contienda independentista concebida por José Martí e iniciada el 24 de febrero de 1895, para lo cual intervinieron presuntamente a favor de los cubanos pero con el verdadero propósito de impedir su victoria cuando la derrota de la metrópoli era cuestión de tiempo.

Esos planes fueron favorecidos con la providencial explosión del acorazado norteamericano Maine, en la Bahía de la Habana el 15 de febrero de 1898, hecho del cual nunca se aclaró fehacientemente sus verdaderas causas.

Según refiere el investigador cubano Pedro Antonio García, Theodore Roosevelt, Secretario de Marina, convocó a una reunión para discutir el asunto aunque (…) “En realidad, no hubo debate. Sin pruebas que lo argumentaran, el belicoso político ya tenía la convicción de la culpabilidad de España y bramaba por el envío inmediato de una escuadra para bombardear ciudades cubanas. Si alguien lo contradecía, era acusado de “ponerse del lado del enemigo”. Ese día escribiría a su amigo Diblee: “Daría cualquier cosa porque el Presidente (McKinley) dictara órdenes para que la flota partiera para La Habana mañana mismo”.

Como parte del sitio, el 13 de junio de 1898 el crucero USS Montgomery tuvo que recurrir a su  buena velocidad para escapar a los proyectiles de media tonelada de los cañones Díaz-Ordóñez, 305 y Krupp de 210 mm de la batería de Santa Clara en la Loma de Taganana, actualmente jardines del Hotel Nacional, con lo cual probablemente canceló la invasión por esa región para desembarcar en Santiago de Cuba.

No obstante, el bloqueo no fue pasivo y la flota estadounidense bombardeó la  Bahía de Matanzas, realizó incursiones en la Bahía de Cárdenas donde se averió un torpedero. Marines cortaron los cables submarinos en una estación a la entrada de Cienfuegos. Bombardearon Santiago de Cuba, Guantánamo, Manzanillo y Baracoa, entre otras acciones que incluyeron la toma de varios barcos hispanos.

Existe un testimonio sobre la efectividad de los bombardeos navales y el bloqueo de EE.UU. aportado por un enviado y observador de la guerra del zar ruso ante el Estado Mayor estadounidense y muy probable oficial de la inteligencia de su país que hasta nuestros días conserva su halo de misterio al conocerse solo su nombre de pila coronel “Ermalov”, tal como firmó su informe al emperador del Kremlin sobre lo que vio en Cuba y que fue hecho público en 1899 por la corte rusa.

Escribió “Ermalov” que: "(...) La guerra comenzó con un bloqueo de La Habana y de un sector de la costa norte de Cuba, desde Cárdenas hasta Bahía Honda, así como con la captura de naves mercantes españolas. El 27 de abril, los buques New Port, Cincinati y Pusitan, dispararon unos cien proyectiles contra una batería cerca de Matanzas, al igual que se hizo contra las baterías en Cabañas y en Cienfuegos. (...) y precisa que (...) Todos estos cañoneos pusieron en claro que la artillería naval es inútil e impotente para silenciar la artillería costera.”

Por otras fuentes se conoce que durante el mes de mayo de 1898, las fuerzas navales estadounidenses, en apoyo a incursiones de sus barcos cerca de la costa santiaguera, bombardearon las posiciones españolas para silenciar presuntos emplazamientos artilleros, sobre todo a partir del día 25, pero sin mayores resultados militares y logrando solo sembrar el temor en la población civil.

Hasta nuestros días llegan testimonios de los hallazgos de proyectiles sin explotar encontrados en las cercanías de Santiago de Cuba, vestigios que perpetúan en acero aquellas salvas de la primera guerra de conquista librada por el imperialismo estadounidense en la historia en nuestro territorio.