CAMAGÜEY.- Una plaza de las muchas que hay en esta ciudad cumple años, no es cualquier plaza, es la de la Revolución. La que inmortaliza la vergüenza de todo un pueblo, la de Agramonte y su tropa, la de Fidel y la de Raúl. La de miles de camagüeyanos que la hemos caminado. La que por muy grande que parezca siempre se queda pequeña.

El lugar donde, sin estar concluido todavía, el profeta de esta tierra cubana anunció al mundo que aún en las más difíciles condiciones Cuba y su Revolución seguirían adelante. Por el que hemos desfilado miles, el que nos ha visto crecer desde que lo hacíamos en los hombros de papá y luego con nuestros compañeros de trabajo.

La que recibió al Papa Juan Pablo II en enero de 1998 y en la que Raúl nos alertó, en otro profético discurso en julio del 2007, de las cosas que había que cambiar para garantizar que siguiéramos vivos aún cuando muchos nos quieren muertos. También la Plaza quedó chiquita aquel Primero de diciembre, hace tres años, cuando Fidel la visitó por última vez, camino a la imortalidad.

Tal pareciera que está destinada a grandes acontecimientos solamente, pero no, en ella lo mismo se da un concierto que los abuelitos de la zona practican Tai Chí porque esta plaza es de pueblo, es de los camagüeyanos.

Quizás por eso Migdalia, quien la dirigió por 20 años, se resiste a alejarse de allí, de ese lugar donde se trabaja con cultura del detalle y no de ahora que está de moda la frase sino desde su primer día. “Aquí todo lleva su sello”, dijo María de los Ángeles, la actual directora, “ella nos enseñó a trabajar de ese modo”. Qué decir de Córdoba y su esposa América que, a pesar de no ser trabajadora de allí, ayudaba en todo, porque ellos son una familia. O de Clarita, la jardinera que también podía dar explicaciones como la más encumbrada especialista.

Ellos fueron los padres de este sitio, donde puede cambiar su gente pero el estilo sigue siendo el mismo. La Plaza de los grandes acontecimientos o de la comunidad, la Plaza Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz o simplemente la Plaza de la Revolución, son más de 22 años en la que por muy grande que parece siempre se queda pequeña.